El Dr. Ruben, de vuelta a la zona roja
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La noche antes de su regreso al Hospital Militar Mario Muñoz Monroy el doctor Rubén durmió solo. La esposa y las niñas se quedaron en Jagüey Grande, donde vive el resto de la familia, allá han pasado este período de aislamiento social en que papá tiene algo que hacer que lo mantiene fuera de casa todo un mes, nada extraordinario, solo salvar vidas:
“Si estuviéramos en Australia, donde hay incendios a cada rato que se comen al país, los que estuvieran dando el frente serían los bomberos, ah, en esto nos toca a los médicos y para tratar esta enfermedad basta con ser médico, puede incluso no ser especialista, porque nunca en un hospital el paciente depende de un médico nada más, siempre hay un equipo de trabajo, donde se acude a la experiencia del colectivo y uno puede integrarse a un grupo básico de trabajo y dar su aporte, trabajar como médico general”.
Pues resulta que el papá de Marcia y Marina es endocrinólogo y allí, en la sala de positivos a la Covid 19, las funciones que cumple: “Nada que ver con la endocrinología, pero en esta situación en la que estamos todo el mundo tiene que aportar su grano de arena, hacer lo que pueda y, sobre todo, lo que haga mejor”.
“Hay médicos de otros hospitales que no los han puesto a trabajar en eso, yo estoy convencido de que hay muchos que quisieran estar trabajando ahí también y que tienen el deseo y la voluntad de trabajar allí con nosotros. El lugar donde esté el médico y el trabajo que le toque en ese momento, es lo que hay que hacer, es un simple sentido del deber”.
Maray, la esposa de Rubén es fiscal, pero por ahora permanece trabajando desde casa y esa, asegura el doctor, también es una valiosa contribución: “El que no tiene necesidad de salir, su aporte es quedarse en su casa y no convertirse en un agente de transmisión, porque lo que sí requiere esta situación es actuar en unidad toda la sociedad, porque es una enfermedad que no discrimina, la puede adquirir cualquiera…”
El Dr. Rubén González Tabares disfrutó a sus peques tanto como pudo durante los días de descanso, pero esta noche duerme en la ciudad de Matanzas, pues mañana debe llegar a tiempo al hospital para relevar a sus compañeros, claro que esta vez va más tranquilo, porque ya tiene la experiencia:
“Cuando íbamos a comenzar la primera rotación sí había preocupación: por lo desconocido, porque a pesar de que es una enfermedad viral como otras que hemos tenido y que hay en el mundo, es una enfermedad muy mediática, hay mucha información circulando, tanto en la televisión como en las redes y eso creaba preocupación, no solo en mí, pienso que en todos los que estábamos allí y yo no era, ni soy, el menos preocupado ahora, lo que pasa es que ya tengo la experiencia y ya sabemos que si tomamos todas las medidas de seguridad que están descritas, el riesgo es mínimo, la probabilidad de contagio es muy baja”.
Eso sí, la rutina de bioseguridad Rubén la repite de memoria, pues hay que ejecutarla sin margen de error: “no hay nada mejor para esta situación que tener una rutina bien establecida y bien incorporada al accionar de trabajo, por ejemplo, cuando tú entras a la sala tienes que usar una bata como la que se utiliza en el salón de operaciones, guantes, una máscara, espejuelos, el nasobuco, gorro y también sobre los zapatos hay que llevar unas botas. Antes de entrar a la sala hay que ponerse toda la indumentaria en un área que está destinada para eso y cuando vamos a salir hay que cambiarse también con una determinada rutina”.
“ Eso, como no es lo que uno hace habitualmente, pues por supuesto que creaba preocupación y ansiedad en los que estábamos allí, incluso uno se preguntaba ¿será suficiente esto? ¿Tendremos que hacer más? Pero evidentemente, la realidad es que como lo estábamos haciendo es lo adecuado”.
La prueba de que el Dr. Rubén tiene razón es que ninguno de sus compañeros se ha contagiado como consecuencia del trabajo que realizan. Pero mañana, cuando regresen, estarán más preparados para enfrentar este y todos los retos que, según la modestia de este especialista, no son tan grandes:
“Entre los médicos, el trabajo más grande y protagónico que yo veo hoy en el enfrentamiento a la pandemia lo tienen los epidemiólogos, el grupo de epidemiólogos que es capaz de identificar quién es el paciente que padeció la enfermedad, cuál es el que la está padeciendo y cuáles son los contactos que tiene, aislarlos e impedir la transmisión, que eso se llama control de foco. El grupo que hace eso, tiene el mérito de lograr cortar la transmisión de la enfermedad y esa acción de pesquisa activa, de diagnosticar los pacientes incluso antes de que aparezcan los síntomas, junto al aislamiento, claro, es lo que ha hecho la diferencia. Quienes han tenido el protagonismo en eso son los epidemiólogos, sin embargo, es posible que los pacientes solo vea al epidemiólogo cuando le hacen la encuesta…”
Su mayor reto, lo más difícil, ha sido estar lejos de la familia, especialmente de estas dos personitas: “Las niñas salen todos los días a aplaudir a las 9 de la noche, locas estaban por verme y si ellas me extrañaban, más las extrañaba yo, creo que el mayor sacrificio ha sido ese, estar lejos de ellas tanto tiempo”.
Fuera de eso, este médico que vuelve a desafiar la enfermedad y la muerte, insiste en que no ha hecho nada extraordinario:
“Para mí en lo individual no veo grandes problemas. Atender al reducido número de pacientes que nos tocan… hacer lo que mejor sabemos. Yo pienso que el mayor reto lo ha tenido el país en su conjunto, la capacidad de de lograr organizar a todo el país para defenderse de esta pandemia, porque hay que hacer una cantidad de acciones importantes, coordinar todas esas acciones, lograr que todo eso, todas las medidas que se tomaron desde el punto de vista epidemiológico, se tradujeran en un resultado positivo, eso ha sido tremendo, ese sí ha sido un reto grande”.
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