El Club Antiglobalista: ¿Todos contra Michel Foucault?

especiales

El Club Antiglobalista: ¿Todos contra Michel Foucault?
Fecha de publicación: 
23 Abril 2021
2
Imagen principal: 

En un mundo que cada vez más sobrevaloriza la estupidez, hasta el mismísimo Michel Foucault (en la foto), ha sido sentado en el banquillo de la cultura de la cancelación.

“Siempre tendremos al hereje a nuestra merced…”

George Orwell (1984)

Guy Sorman es un autor interesante en el panorama de las letras francesas, pero sin dudas también un intelectual orgánico de las élites, cuya función está bien definida: desarmar teóricamente a los grupos políticos que se oponen al sistema. La cultura de la cancelación está trabajando a las mil maravillas, mediante un panorama donde hierven los juicios mediáticos sin valor legal, contra personas incluso ya fallecidas. En el último libro de Sorman, “Mi diccionario de mierda”, el escritor retrata la supuesta vida oculta del filósofo Michel Foucault, uno de los gurúes de la nueva izquierda globalista, cuyos libros se sitúan en un escenario intermedio entre el marxismo cultural y la antropología, la historia y la militancia política, la teoría queer y la crítica al modelo soviético.

En una visita a Túnez en 1969, Sorman fue testigo, según dice, de cómo Foucault manipulaba a menores de edad varones para tener relaciones sexuales en un cercano cementerio del pueblo donde el filósofo había situado su residencia temporal. El escenario se corresponde con la leyenda negra de todo episodio colonial: el hombre blanco, rico, prestigioso y con poder se aprovecha de niños pobres, mestizos, tercermundistas. La asimetría ya está servida y con ello el show mediático para las redes sociales y los agentes de la cultura de la cancelación. Sorman no emite otra prueba del episodio que su único testimonio, aun así el eco de la acusación mediática ha saltado a los principales rotativos: Foucault era supuestamente un pedófilo.

En medio de la campaña, ya incluso hay catedráticos que se preguntan si seguirán leyendo al filósofo francés, también plantean retirarlo de los planes de estudios, ya que estaría incitando a la comisión de actos deplorables. Textos como “Vigilar y Castigar” no son solo ensayos donde se habla de lo necesario de conocer la intríngulis de las sociedades del control, sino verdaderos manifiestos donde se disecciona la naturaleza de este tiempo que vivimos, plagado de mandatos y de dictaduras en todos los planos de la vida, la conciencia y la cotidianidad. De manera que lo que Sorman hace es cancelar una pieza incómoda e imprescindible del pensamiento contemporáneo, para sustituirlo por la nada reinante en el panorama posmoderno de la cultura occidental. En un tiempo, donde los gobiernos quieren normalizar la vigilancia y el castigo como métodos de terror, resulta conveniente que se silencie la denuncia y el estudio, la obra y la disección, el filósofo y su legado.

¿Y qué pasa con el debido proceso?

Como se sabe todo juicio debe derivar hacia un cuerpo legal con garantías y cualquier etiqueta mediática requiere de la sentencia de un juez. No obstante, la prensa y las redes sociales en su entramado posmoderno han disuelto esos poderes y exponen hoy, sin pruebas, a cualquier enemigo político. Está de vuelta la inquisición donde, lejos de haber presunción de inocencia, hay presunción de culpabilidad. Con esto, el derecho retrocedió hasta los albores de la civilización anterior al modernismo.

El caso de Foucault no es único, cuando la cultura de la cancelación ha alcanzado a casi toda la amalgama de pensadores y de obras que tienen un impacto en el pensamiento actual. La maniobra ejerce su ingeniería sobre la masa de la gente, llevándola a un callejón ciego, donde son fácilmente manipulables. El proceso de estupidización de las personas está en marcha y ya no cuentan los juicios con garantías, sino los titulares fabricados como lodo arrojadizo. Las nuevas vías de socialización y de intercambio operan con fuerza en el traspaso de poderes y en la virulencia de ataques a la democracia, así como en el desmonte de las libertades civiles.

Curiosamente, lo que hoy realiza la cultura de la cancelación ya fue previsto por Foucault en su obra, cuando hablaba de cómo en los regímenes modernos todos nos tornamos reos y presos de los poderes sociales. Mediante la construcción de planos en los cuales queda detenida la capacidad de juicio, de consenso y de entendimiento y en la imposición de ideas intransigentes, destructivas y disolventes; la nueva era de la generación de cristal silencia a los oponentes y los díscolos, etiqueta a los rebeldes y mata a los viejos maestros, que no serán nunca más consultados.

Desde hacía tiempo, buena parte de la cátedra pro establishment viene catalogando como “perros muertos” a  ciertos pensadores como Hegel, Marx, e incluso al propio Foucault. De manera que en las academias no se estudia hoy de acuerdo a una necesidad real de conocimiento, sino por modas impuestas por determinados gurúes que bajan las líneas ideológicas de lo políticamente correcto. Y es que, desligando el hecho de que Foucault haya o no cometido esos crímenes, las malas intenciones de Sorman son más que evidentes, ¿por qué acusa ahora?, ¿dónde están las pruebas?, ¿interesan de veras las víctimas o más bien dañar la imagen de un hombre?

Lo cierto es que, al no denunciar en 1969, el autor de “Mi diccionario de mierda” sería un cómplice de pedofilia y violación, con lo cual la cultura que cancela se voltearía en su contra. Sin embargo, los medios evitan realizar esta línea de análisis, todos se concentran en la pregunta: ¿valdrá la pena seguir leyendo a Foucault?

Foucault versus Sorman

“Tenían ocho, diez o nueve años,  corrían en torno a él y le preguntaban, ¿y a mí? Nos vemos a las doce en el cementerio, decía Foucault, y les lanzaba dinero”, así narra Sorman un pasaje del libro. La leyenda toma tintes dramáticos, cuando describe supuestas escenas sobre las lápidas, con chicos atraídos por unas pocas monedas.

El libro de Sorman ya se está vendiendo y recibe la más ardua publicidad de manos de los grandes medios. De ser un escritor de menos calibre, se está beneficiando de la grandeza de su acusado. No obstante, se le señala la hipocresía de haber esperado tanto tiempo y de hacer hoy la denuncia en forma de un libro para la comercialización.

En cuanto a Foucault, ya hace tres décadas de su muerte y la vigencia de sus libros es plena. Apartando cualquier exageración suya en torno a los temas de la edad de consentimiento en menores, los aportes de este pensador en materia de antropología cultural y estudios de las sociedades modernas son relevantes e insustituibles.

Quedará por verse si se impone la cancelación sobre la ciencia, la moda sobre la obra, el oportunismo sobre la humanidad.

Comentarios

Nos necesitan tontos, pero quizás los tontos serían los que sueñan con anestesiar el pensamiento crítico filosófico de la humanidad.
remilio@mes.gob.cu
Nos quieren más que tontos estúpidos, buscan una igualdad ideológica inexistente. Que todos pensemos iguales; un molde ignorante que no tenga valores; sin patria ni cultura, donde mirar al norte sea el único fin, si ellos no tienen raíces en su multiétnico diapasón es su problema. Me quedo con mi Cuba y mi Revolución. Focault y su vida no me interesan; me quedo con Martí; Lezama y Fidel
Chavo61 @nauta.cu

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.