El Club Antiglobalista: Por un año nuevo sin George Soros
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La pandemia ha recrudecido la agenda de Open Society en el mundo. No, los buenos seres no debemos desearle lo peor a nadie, siquiera al mayor desecho de la raza.
Pero si algo ha mostrado el 2020 es que el archienemigo de la humanidad, Soros, dio curso práctico a las declaraciones que hiciera de la pandemia como “esa oportunidad de su vida”. Para el magnate de origen húngaro, este es el tiempo para más velocidad al traspaso civilizatorio que implica despojar a la gente de su esencia, desnaturalizando las relaciones sociales y el estado de derecho tal y como existen. Soros puso sus ojos en América Latina como esa porción bisagra de la Tierra, tras cuyo cambio, el mundo iría hacia la concepción de una “sociedad abierta”, o sea un nuevo orden totalitario globalista, cuyo eje es el fin de las naciones.
¿Cuál es el centro de todo el andamiaje?, la guerra cultural, un trastoque de la práctica a partir del manejo consciente de las ideas que flotan en las redes sociales. Sin dudas, quien se esconde detrás de campañas de premiación y castigo en sitios como Facebook es la nueva ideología de estos globalistas, enemigos de la libertad y prestos a cambiarnos en pro de unos intereses que tiendan a un Estado mundial único.
Bajo la pandemia, se acrecentó el bloqueo de mensajes alternativos, así como la guerra mediática hacia aquellas zonas del planeta que no están aún sometidas a los mandatos del poder cultural sorosiano. Becas, plataformas, liderazgos, líneas de mensaje, movimientos sociales, partidos políticos y golpes electorales y de Estado; así se manifiesta la Open Society donde quiera que lanza su política sin cañoneras, de guante suave.
En la práctica, en buena medida y mediante el manejo de la deuda, ya algunos países del continente americano cayeron en las fauces de Soros. La web de la fundación del magnate ha naturalizado las prácticas injerencistas publicando no solo los nombres del personal confiable en cada país, sino el dinero que les deroga para proyectos y programas de cambio hacia esa susodicha sociedad abierta. Como bien lo declara el filósofo marxista Zizek en su libro Sobre la violencia, Soros es como el personaje de Stevenson, un monstruo que crea el caos mediante la especulación financiera y la locura del sistema colapsado y luego aparece con las manos de benefactor, para supuestamente arreglar los errores y grietas del capital.
No hay que creer a los filántropos que se dicen hacedores de un nuevo mundo con los mismos métodos e ingredientes del viejo, ni tenemos por qué darle espacio a las líneas que se manejan en los laboratorios sorosianos, cuando sabemos perfectamente que la censura y la manipulación abundan del lado de ellos y en nuestra contra. ¿Tendremos la dicha de un año nuevo sin Soros?, por ahora, medios de la gran prensa se encargan de decir que todo lo que hay en contra del magnate son fake news, incluyendo su colaboración con los nazis, aunque él mismo lo haya admitido ante la televisión norteamericana en 1997.
El periódico The Jerusalem Post, de tendencia sionista, publicaba hace dos semanas un panegírico sorosiano, que intentaba desmontar las “campañas” que existen en contra de la supuesta buena persona que es este millonario especulador. Nada decía el diario israelí acerca de las naciones arrasadas por las guerras civiles, tampoco sobre la actividad terrorista, la injerencia política abierta y las ingenierías sociales hacia el interior de la humanidad.
Quien lea algunos periódicos de la gran prensa, pensará que los enemigos de Soros somos unos locos, que, en nuestro delirio, culpamos al magnate de todo lo que no nos sale bien en nuestras vidas. En realidad, quien ha creado un sistema inquisitorial, usando diferentes versiones de las ideas de la mal llamada sociedad abierta es Soros. Hoy resulta imposible disentir en casi cualquier tema, pues la industria cultural, controlada por ocho corporaciones, pueden desaparecerte en un abrir y cerrar de ojos.
Se llama cultura de la cancelación y es ya algo que el magnate ha normalizado, de hecho, cualquier periodista que, en la gran prensa, escriba una columna denunciando a la Open Society, sufre de inmediato el despido y la persecución de lo que se conoce como Liga Antidifamación, un grupo de poder vinculado al lobby sionista norteamericano. Dicho aparato de censura ha destruido las carreras de no pocos comunicadores y figuras públicas en el mundo, sobre todo a partir de la muerte de la privacidad en las redes sociales.
Los medios globalistas se erigen como “la verdad”, al punto de que, lo que no salga ahí, no se legitima. Así se vivió en las elecciones norteamericanas, cuando los propios locutores suplantaron las palabras de Trump, para desmentirlo. Sin el apoyo del gran poder, esos comunicadores no hubiesen realizado tal gesto. El triunfo aparente de la agenda de Soros responde a un momento en la historia del capital, que no necesariamente es el fin, como preconizan las líneas de su fundación. Pero costará mucho a la humanidad armarse de una vacuna en contra de las ideas que se riegan como la verdadera plaga de este fin de año. ¿Un 2021 sin Soros?, toca a nosotros hacer dicho cambio, pues la pasividad y la apatía, también, conforman una matriz importante de la sociedad abierta.
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Jorge
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