Desastres naturales frenan el desarrollo en el Sur Global

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Desastres naturales frenan el desarrollo en el Sur Global
Fecha de publicación: 
14 Octubre 2025
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En los últimos 20 años, las mujeres se han visto desproporcionadamente afectadas por el impacto de los desastres, como el cambio climático. Foto: Pnud

Cada año, los desastres naturales provocan pérdidas económicas que superan los 2.3 billones de dólares a nivel mundial, según el informe Global Assessment Report 2025 de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (Undrr). Más allá de las imágenes de destrucción que acaparan titulares, el verdadero impacto de estos eventos se mide en años de retroceso económico, deuda pública y pobreza persistente, especialmente en los países del Sur Global.

Entre 1970 y 2000, las pérdidas directas por desastres naturales rondaban los 70–80.000 millones de dólares anuales. En las dos décadas siguientes, esa cifra se triplicó, alcanzando los 180–200.000 millones de dólares, pero cuando se incluyen los efectos indirectos —como la pérdida de productividad, el daño ambiental y el deterioro de infraestructura crítica— el costo total se dispara a más de 2.3 billones de dólares por año.

Micronesia, por ejemplo, sufrió en 2023 pérdidas equivalentes al 46.1 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) subregional. En contraste, América del Norte absorbió 69.57.000 millones de dólares en pérdidas, apenas el 0.23 por ciento de su PIB. Esta brecha revela una realidad incómoda: los países más pobres no solo enfrentan más riesgos, sino que tienen menos capacidad para recuperarse.

El dilema de la deuda y la reconstrucción

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) advierte que los desastres naturales pueden desencadenar espirales de deuda insostenible. Los gobiernos, obligados a responder con urgencia, redirigen fondos de programas sociales y de infraestructura hacia la emergencia, una vía para debilitar aún más sus economías.

Además, la baja penetración de seguros en países como Bangladesh, Nigeria y Filipinas —donde menos del uno por ciento de los activos están asegurados— deja a millones sin mecanismos de protección financiera. Esto perpetúa la dependencia de la ayuda internacional y limita la capacidad de recuperación a largo plazo.

Voz desde la Asamblea General de la ONU

Durante la Semana de Alto Nivel de la Asamblea General de Naciones Unidas, celebrada en septiembre de 2025, varios líderes mundiales abordaron la urgencia de fortalecer la resiliencia ante desastres. La primera ministra de Barbados, Mia Mottley, fue enfática:

    No podemos hablar de desarrollo sostenible si cada año retrocedemos por huracanes, sequías e inundaciones. Necesitamos justicia climática y acceso equitativo a financiamiento para la resiliencia.

Su intervención fue coherente especialmente con la realidad de los países insulares y del Caribe, que enfrentan cada vez más eventos extremos con recursos limitados y algunos como Cuba, castigados por una política de cerco económico estadounidense.

El ciclo de la repetición

El informe de la Undrr identifica un patrón recurrente: la mayoría de los fondos se destinan a la respuesta post-desastre, en lugar de a la prevención. Esta estrategia reactiva genera costos recurrentes y estancamiento económico.

“Cada dólar invertido en resiliencia puede ahorrar hasta 15 dólares en pérdidas evitadas”, señaló el Secretario General de la ONU, António Guterres Naciones Unidas.

En África subsahariana, por ejemplo, invertir en preparación ante sequías puede generar ahorros del 300 por ciento, y ante tormentas, hasta del 1,200 por ciento, según Naciones Unidas.

¿Dónde están los compromisos del Norte Global?

A pesar de que los países industrializados son responsables de más del 70 por ciento de las emisiones históricas de gases de efecto invernadero, su contribución financiera para mitigar los efectos del cambio climático en el Sur Global sigue siendo insuficiente. El compromiso de movilizar 100.000 millones de dólares anuales en financiamiento climático —prometido desde 2009— aún no se ha cumplido plenamente.

Esto, por suepuesto, es muy críticado por parte de líderes del Sur Global, quienes señalan que los países más contaminantes no solo exacerban el cambio climático, sino que también fallan en apoyar a quienes sufren sus consecuencias más graves. La falta de voluntad política y de mecanismos de transferencia de riesgo accesibles perpetúa una injusticia estructural.

Los desastres naturales no son solo eventos climáticos: son crisis económicas que frenan el desarrollo, amplían la desigualdad y perpetúan la pobreza. Para los países del Sur Global, invertir en resiliencia no es una opción, sino una urgencia, que muchas veces se ve aplazada por las demandas cotidianas. La comunidad internacional, el sector privado y los gobiernos deben actuar con visión de futuro para evitar que el próximo desastre se convierta en una sentencia de estancamiento.

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