DE LA HISTORIA DEPORTIVA: ¡Esa Bambina Ramírez!
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Esta atleta de potente físico no nació en Roma ni en Bérgamo: su primera luz la vio en Alto Songo, La Maya, el seis de marzo de 1944. Ah, ¿quieren saber por qué la apodan la Bambina?... Óiganla hablar: esa forma especial de su decir, sin apartarse del sabroso dejo santiaguero; esa mezcla rica... le dan sabor italiano, según los interlocutores, quienes conocen, además, cierta inclinación artística de la joven.
Pues Hilda Victoria Ramírez Serrano, con su sobrenombre a la altura de su patronímico, vibrará en los Centroamericanos y del Caribe, donde su segundo nombre oficial cristalizará cual un rejuego mágico. Su historia atlética en las competencias internacionales, después de forjarse en la base y las instituciones apropiadas, comienza en Kingston 1962, escenario de la novena cita centrocaribeña, al imponerse en el lanzamiento de la jabalina con 40.32, seguida de la panameña Beverly Olgivie (40.19) y la mexicana Berta Chiú (35.63), ganadora de la prueba en la lid anterior de este tipo, efectuada en Caracas 1959.
Integra la Delegación de la Dignidad que tanto hizo rabiar a los yanquis, al hacer fracasar los esfuerzos para la no participación de la Mayor de las Antillas en San Juan 1966. Allí los bambinazos se sintieron: oro en el debut de la bala (12.72) e igual alegría en el dardo (39.34); su coterránea Carmen Moreno, tercera (36.47), antecedida también por la colombiana Flor Umaña: 37.39.
Cuatro años después, Hilda vuelve a subir al podio en la justa albergada por la tierra istmeña; subtitular en bala y jabalina con 14.40 y 45.46, superada únicamente por sus compatriotas Grecia Hamilton (14.56) y Tomasa Núñez (45.64).
Agrega el disco de bronce (44.10), por debajo solo de sus paisanas Carmen Romero (54.70) y María Cristina Betancourt (46.06). La Romero, bronce al tirar el peso a 13.82.
Cuando algunos la creían demasiado veterana para Santo Domingo 1974, despejó las dudas allá: peldaño plateado en la bala, solo por debajo de su compatriota María Elena Sarría, 14.60 por 14.40, y en Medellín 1978 ocupó el sitio más elevado de la plataforma de premiación con balazo de 17 metros, nuevo mejor registro del clásico, dejando atrás a su mayor contrincante, Marcelina Rodríguez, de la misma delegación, quien llega a 14.97.
Si usted busca las estadísticas, puede pensar que se le acabó la pólvora a la Ramírez. En el atletismo, sí, pero forma parte del equipo de softbol de su país en La Habana 1982. ¡Qué clase de pasión por el deporte!
La Bambina fue la inicial heredera de las jabalinistas cubanas galardonadas en el área, alegría que empezó Florencia Viamonte, contendiente bronceada en Panamá 1939 con 28.16. Si en esas cristalinas aguas bebió Hilda Ramírez, en la labor de la lanzadora oriental tuvieron manantial las continuadoras de la especialidad, que tanta gloria han dado a nuestra nación, encabezadas por María Caridad Colón, primera campeona olímpica de América Latina con aquel dardazo de 68.40 en Moscú 80, y la cubana que más alto ha ascendido en el Comité Olímpico Internacional.
Por cierto, valdría la pena profundizar en el papel extraordinario desempeñado por las representantes de la mayor isla del Caribe en la rama de los lanzamientos: nuestras discóbolas y balistas no se quedan rezagadas.
Este texto deseo finalizarlo así: no podemos negar la calidad atlética con el dardo de Osleidys Menéndez, sitio dorado en la magna cita del 2004, tercer lugar en la anterior con 71.53 y 66.18, y la posesión de la plusmarca mundial en su etapa. Hacerlo sería una estupidez, un abrazo al dogmatismo. Eso sí, nos duele su emigración.
Algunos pueden haberla tratado mal, soslayarla, no comprenderla, incluso no ofrecerle el respeto merecido, mas ella ha ignorado lo planteado por José Martí: «Pues si hay miserias y pequeñeces en la tierra propia, desertarlas es simplemente una infamia, y la verdadera superioridad no consiste en huir de ellas, sino en ponerse a vencerlas».
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