Cuba bajo embrujo de una serenata a ritmo de bolero
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Cuba sucumbió al embrujo del bolero a mediados del siglo XIX y desde entonces hasta hoy, esta sonoridad acompañó pasiones, desamores, peleas, rupturas y reconciliaciones, desde su espacio en escenarios de la isla hasta micrófonos de otras latitudes.
Recién reconocido como Patrimonio Cultural de la Nación, este género se abrió paso entre el gusto popular gracias a su elegancia, capacidad de instalarse tanto en cantinas como salones de la alta sociedad, sus refinadas líneas melódicas y el acompañamiento, casi mágico, de saxofones, trompetas y trombones.
Capaz de arrancar Lágrimas negras, invitar a besar 'como si fuera la última vez' o convertirse en la banda sonora de unos novios embriagados de Perfume de gardenias e incapaces de avizorar la perfidia de su amor, el bolero encarna la frescura y energía de la juventud, por lo cual se fusiona perfectamente con otras sonoridades (danzón, mambo, cha cha chá).
El género constituye el hilo conductor de un programa de acciones dedicado a la salvaguardia de su legado y la preservación de su espacio dentro de la creación artística de la isla, gracias a la articulación entre el Ministerio de Cultura, el Consejo Nacional de Patrimonio, el Instituto Cubano de la Música y varias entidades del país.
Esta expresión vocal, instrumental y bailable quedó registrada por primera vez con el sello indiscutible de la nación caribeña en 1883, cuando José 'Pepe' Sánchez compuso en la provincia de Santiago de Cuba la canción Tristezas, tema que a través de los años ha recorrido el mundo en las voces de virtuosos intérpretes.
Peñas informales y serenatas nocturnas marcaron el auge del género, que se adapta fácilmente a grandes teatros o pequeños auditorios, elementos esenciales en su gran popularidad en Latinoamérica y en especial en México, país que acompaña a Cuba en el proceso de candidatura del bolero como patrimonio inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Los especialistas encargados de evaluar la inclusión del bolero entre los tesoros de la nación, destacaron sus excepcionales rasgos de identidad musical, así como los códigos estéticos y de estilo determinantes en la forma de vestir, gesticular y de comportarse sus portadores.
A través de los años ilustres cantautores cubanos han prestado su talento para inmortalizar sus canciones como Sindo Garay, Luis Marqueti, Manuel Corona, Benny Moré, César Portillo de la Luz, Soledad Delgado, José Loyola, Orlando Vistel, Marta Valdés, Josefina Carbonel, Nelson Valdés, David Torrens, Kelvis Ochoa, Osdalgia, entre otros.
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