Cualquier semejanza, es pura vocación
especiales
Amada y Niurka son maestras de tercer grado. La una en La Habana. La otra en Matanzas. La una se las ingenia para no dejar de serlo desde su casa de Diez de octubre. La otra ha vuelto al aula.
Ambas estarán para siempre en la vida de mi hijo menor. Y presiento que ellas tampoco olvidarán a ese loco bajito que les saca el extra. Sin embargo, no es una historia individual, es el testimonio que se repite hoy por toda la isla donde una vez más las y los educadores hacen la diferencia, ofrecen el abrazo, cruzan el muro inservible del regionalismo, el muro inevitable del miedo y comparten, dan, se entregan…
La Habana 1ro de septiembre de 2020
Este 1ro de septiembre fue un día muy triste para la maestra Amada: “Después de 34 años, imagínate, no empezar en septiembre no es fácil”. Me escribe por Whatsapp esta educadora habanera que ahora mismo tiene a sus pequeños amores lejos, pero no les pierde ni pie ni pisada.
Antes de que yo tuviera chance de madurar alguna idea sobre qué hacer con mis hijo, matrícula de la escuela capitalina, pero que han pasado estos meses de distanciamiento social en la casa de la familia en Matanzas, la maestra de Javi lo tenía claro: “Gestiona que lo reciban en una escuela allá, le va a hacer bien incorporarse al aula, relacionarse con niños, volver a esa dinámica del aula”.
Al mismo tiempo, entre la añoranza propia, el susto que tampoco falta cuando ves que los focos “te pican cerca”, las necesidades materiales de las que no escapamos, ella saca las fuerzas para levantar el ánimo y alentar a las madres de sus alumnos:
“Hay que transmitir alegría, seguridad, hay que seguir y resistir. Hay que tratar de que vean las teleclases como algo importante y motivarlos, porque es cierto que llevan demasiado tiempo encerrados, pero ahora no se puede hacer otra cosa…” comenta en el grupo que nos ha mantenido conectadas durante estos meses.
A ella le gustaron estas primeras clases televisadas, aprecia que serán útiles si se toman en serio, aunque claro que preferiría estar ella misma frente al aula, como siempre, ser, como siempre, la primera docente en entrar por la puerta de la primaria Abel Santamaría.
Matanzas (el mismo día)
Me miró de frente esta cubana con la que solo había tenido antes un par de breves intercambios y me dijo: “Tú no te preocupes, vamos a trabajar, Javier no es mi alumno, pero lo es”. Parece trabalenguas, pero no lo es.
Tal y como me sugirió la maestra Amada, el Javi recomenzó el curso escolar en la escuela primaria Antonio Luis Moreno del barrio de Pueblo Nuevo en Matanzas. Lo que pensé que sería pedir un favor, resultó para la joven directora un deber, estaba orientado que aceptaran en tránsito a los niños de otras provincias que no hubieran podido trasladarse debido a la contingencia de la Covid 19. Todo había sido pensado.
Así que lo dejé en la puerta disciplinadamente y regresé a casa tranquila. Ya había tenido oportunidad de explicarle a su nueva maestra las características de Javier y ella, me había demostrado que era bienvenido, no importa de cuál provincia o centro educacional fuera matrícula: “Ahora es mío, hasta que haga falta. Yo tengo muchos años dando clases, soy exigente, pero me gusta estimular la creatividad en los niños, trato de que no se aburran y que aprendan jugando, tú verás que todo va a ir bien.”
Durante la cuarentena, me cuentan otros padres de tercero A, la maestra Niurka se mantuvo conectada con ellos, los llamaba, los retó a celebrar de completo uniforme el 4 de abril… no les perdió ni pie ni pisada.
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