Covid-19: El domingo feliz del doctor Gerardo Luis García
especiales
Doctor Gerardo Luis García, anestesista del Hospital Militar de Matanzas.
Cuando Eithan lloró por primera vez, todos a su alrededor brincaron de alegría. Todos menos su madre, y no porque le faltara alegría, sino porque este hombre de la foto mantenía sus piernas muy pesadas sobre la camilla.
A esa hora, cuando Eithan anunciaba que estaba a salvo con aquel llanto, la madre recién estrenada solo había podido verlo un instante, antes de que el doctor Gerardo se ocupara de él: “porque en este caso, los anestesistas llevan también la parte de reanimación del recién nacido, o sea, atender a ese niño, eso lo hacemos nosotros en la cesárea cuando no hay un neonatólogo”.
La mamá de Eithan es una muchacha más bien delgada, pero la sensación que todas tenemos cuando comienza a ceder la anestesia raquídea de una cesárea es que las piernas te pesan mucho y el corazón te salta, como loco. Eso y dolor de cabeza, si fuiste un poco majadera y trataste de levantar la cabeza; incomodidad, mucha, si te has portado bien y mantienes la posición indicada por los médicos. Pero todo se alivia con ese pedacito de gente hambrienta al ladito tuyo, alimentándose como si a eso hubiera venido al mundo.
Sin embargo, los pacientes del doctor Gerardo Luis García García vivieron este momento trascendental de otro modo. Eithan nació en el Hospital Militar de Matanzas Doctor Mario Muñoz Monroy bajo cuidados extremos porque su mami permanecía bajo vigilancia epidemiológica ante la posibilidad de padecer la Covid-19.
Le tocó nacer en tiempos de pandemia, un Día de las Madres, como para alegrarnos la vida incluso a los que no lo conocemos; su alumbramiento fue como una puerta a la esperanza:
“Era un compromiso, tenía que salir todo bien, porque había una familia esperando. Además, era la primera vez para ella también; coincidió que era el Día de las Madres, otro factor también. Realmente fue un día feliz. Alegría total al oírse el niño, aplausos y, bueno, todo el mundo contento”.
Así nos lo cuenta Gerardo, quien compartió con la doctora Claudia Álvarez López la responsabilidad como anestesiólogos en la cirugía. Insiste en que recuerde mencionar a su colega, que antes fue su alumna y hoy, una excelente profesional.
Pareciera que la cesárea es una cirugía sencilla, al menos común, sin embargo, el doctor nos aclara que entraña desafíos importantes para un anestesiólogo:
“No es solo darle anestesia al paciente, sino que, en este caso, son dos pacientes; tienes que velar porque la madre se mantenga en las mejores condiciones para proteger también al niño o la niña que va a nacer. Además, la embarazada presenta cambios fisiológicos que no tiene otro paciente: ese útero aumentado de tamaño ejerce algunas influencias en la cuestión cardiovascular, en la cuestión respiratoria, y todo eso el anestesiólogo tiene que tenerlo en cuenta”.
Eithan es el segundo niño que nace en medio del enfrentamiento al nuevo coronavirus en este hospital, y el primero que viene al mundo por esta vía quirúrgica no solo durante esta etapa, sino en la historia del hospital, reto adicional para el equipo médico.
“Hacerlo aquí en el hospital, que no es lo habitual...; de hecho, que yo recuerde, nunca habíamos hecho una cesárea. Sí habíamos hecho partos de algunas mujeres que se ponen de urgencia y el hospital más cercano ha sido este, pero cesárea, como tal, yo no recuerdo haber hecho aquí”.
Pero sin miedo, para quien ayudó a nacer a decenas de niños y niñas en un hospital de campaña en Pakistán, y en condiciones también complejas en Angola. Donde hay experiencia, no hay fantasmas.
¿En Pakistán? —le pregunto—, ¿como parte de la Henry Reeve? “En la primera brigada que se fue, ahí mismo me fui yo”, me responde, como quien no ha hecho gran cosa, y con el mismo tono de modestia, me explica:
“El anestesiólogo tiene varias características: una es que muchas veces tienes que decidir rápidamente y tratar siempre de decidir para bien. Trabajamos bajo mucha presión muchas veces, pero bueno, esa presión misma te va entrenando en el estrés y en la respuesta rápida ante una situación de un paciente”.
El doctor Gerardo tiene dos hijos y ya le ha tocado administrarles la anestesia a ellos y a su esposa durante la cesárea. A los 55 años, también tiene nietos. Una vida llena de razones para volver a casa y de motivaciones para salvar vidas como las de Eithan y su mamá:
“Todos teníamos el reto de cuidarnos y cuidarlos a ellos. No he tenido nunca un fallecido, en mi vida como anestesiólogo, que es ya de 25 años. Estamos hablando de un cuarto de siglo, así que en este caso, me dije: si nunca he fallado, no puedo fallar ahora”.
Cada una de sus vivencias se suma para autorizarlo a darnos consejos a todos los cubanos: “Que confíen en los médicos, en los partes que se dan; que se mantengan en casa; que se cuiden; que usen correctamente el nasobuco y que no se confíen, porque en esa confianza está el peligro”.
La mamá de Eithan resultó negativa a la Covid-19, así que, si fuera una telenovela, esta historia terminaría en una fiesta a la que asisten todos los personajes. En el caso del doctor Gerardo, la doctora Claudia y el resto del equipo médico y de enfermería que asistió la cesárea, hacen una videollamada desde el hospital donde permanecen por catorce días al acecho de más vidas que salvar, pero siempre, siempre, con el recuerdo de aquel instante en que el llanto de Eithan les regaló un domingo feliz.
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