COVID-19: el bautismo de fuego de Rafael
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Cuando Rafael recibió su título de Doctor en Ciencias Médicas hace siete meses sabía que sería el inicio de nuevos y mayores retos por delante. Pero jamás imaginó que poco tiempo después de graduado se hallaría en un centro de aislamiento enfrentando la pandemia que hoy moviliza al mundo.
“Desde que comenzó la epidemia nosotros hemos tenido mucho trabajo en la atención primaria, sobre todo en la pesquisa a los febriles y la atención diferenciada que hay que dar a los pacientes de riesgo. Pero en el momento en que llamaron a los consultorios para conocer la disponibilidad de los médicos para asistir a un centro de aislamiento, yo acepté, me presenté como voluntario”.
Junto con el diploma de Medicina no viene un escudo infranqueable ni una manta de superhéroe, viene, en cambio, una gran responsabilidad. Enrolarse en una decisión como esta supone dejar atrás todo y a todos, implica también partir con nuestro equipaje de incertidumbres, recuerdos, nostalgias, valentía y saberes acumulados, puestos en función de una empresa mayor: la vida.
“Es un riesgo grande, porque desde el primer momento que se hace la recepción del paciente no sabemos si es positivo o no, (la mayoría son asintomáticos) pero existen los medios de seguridad y supongo que no deba preocuparme mientras haga bien las cosas”, confiesa Rafael Águila Fajardo, quien ejerce como médico en el consultorio #1 del Policlínico Antonio Guiteras, en el municipio de Habana Vieja y ahora trabaja en el centro de aislamiento establecido por el Ministerio de Salud Pública en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) para combatir la COVID-19.
El joven de 25 años de edad cuenta que laboran en la zona residencial de los estudiantes, que permite tener personas aisladas y establecer un consultorio donde radican médicos y equipos básicos para la atención médica. A él le corresponde encargarse de una manzana que incluye a 130 pacientes, quizás un poco más.
“El trabajo es fuerte, 24 horas, pues hay que hacer guardia en el consultorio. Luego desayunamos y se hace el pase de visita, que consiste en que el médico y la enfermera chequeen a sus pacientes para tomar signos vitales, conocer de su evolución, sus necesidades, programar las pruebas del PCR a partir del protocolo establecido, la atención en general. Aunque contamos con otros miembros del equipo básico que vienen siendo los pesquisadores, los vigilantes, el médico siempre debe visitar una o dos veces”.
El día transcurre a la espera de nuevos pacientes, dar de alta a otros, la llegada de los resultados de los PCR realizados y, en el caso de los positivos, remitirlos para que puedan ser trasladados a un hospital. Dar buenas noticias siempre reconforta, “es muy agradable ese momento de agradecimiento y despedida de los pacientes”, cuenta. Pero cuando corresponde informar que han resultado positivos al virus “es otra sensación, es un momento de tensión decirles que están infectados con el SARS-COV 2”.
En estas condiciones el tiempo libre es breve, por eso Rafael prefiere aprovecharlo escuchando música –Post Malone, Halsey, 5 Seconds of Summer- y utilizando los datos móviles para conversar con su familia, su novia, amigos y, de vez en vez, responder las preguntas de una insistente periodista. Además, recuerda que como todo volverá a la normalidad, tendrá una tesis que escribir, a la que también le dedica parte de su descanso en el centro de aislamiento.
Hay poco tiempo para extrañar, pero la nostalgia siempre encuentra rendija por donde colarse. “Al principio, como estaba adaptándome al centro y a los cambios en las dinámicas, no tuve esa percepción de cuando uno está lejos y empieza a necesitar algunas cosas, pero ya extraño bastante a mi familia, la vida normal, mis compañeros de trabajo, estar en mi consultorio, extraño a los lactantes, a veces pienso en si habrán ganado peso, cómo estarán, sí, extraño a los pacientes”, confiesa.
Cuando Rafael termine su trabajo en el centro, colgará su bata alrededor de dos semanas y entonces pasará al otro lado, al de los aislados, ironías de este virus que golpea a Cuba y al mundo desde hace meses. Después, regresará a casa y a su consultorio en Habana Vieja con una experiencia que seguramente habrá sido su bautismo de fuego, en esta profesión a la que llega pisando fuerte.
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