¿Cómo hacer realidad tu propio robot? (+ FOTOS y VIDEO)
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En mi infancia parecía la pregunta de los diez millones, pero actualmente no es locura ni cosa de ciencia-ficción. Varios espacios tecnológicos y creativos en Cuba tienen respuestas para esta interrogante.
Ariel Lima Pérez es coordinador del Proyecto de Desarrollo Local Makercitos, una de las experiencias cubanas que ha apostado por el desarrollo de la robótica, especialmente con adolescentes y jóvenes.
—¿Cómo inició el proyecto?
—Comenzamos a desarrollar cursos de robótica en La Habana Vieja hace alrededor de tres o cuatro años. Primero fue un concurso para estudiantes universitarios donde partíamos de los robots que estamos actualmente utilizando, Otto, y ellos tenían que volverlos lo más inteligentes posible, o sea, añadirles electrónica, para aportarle inteligencia artificial y demás, para cumplir un conjunto de condiciones que les pedíamos en el concurso.
—¿Dónde entran a esta historia los adolescentes?
—En el Centro A+ Espacios Adolescentes, acá en la Oficina del Historiador de la Ciudad, donde iniciamos los talleres que estamos impartiendo actualmente, que se titulan «Cómo hacer tu propio robot». Ahí les enseñamos cómo hacer el robot dividiéndolo en cuatro asignaturas: Diseño, Fabricación digital —que eso se desglosa en Diseño digital e Impresión 3D—, Electrónica y Programación. Al final del curso tienen una asignatura integradora, donde hacen sus robots con lo que aprendieron, diseñan el cuerpo, le ponen la electrónica, lo ensamblan y después lo programan.
«También hay una asignatura opcional que es Fabricación artesanal, donde diseñan con materiales reciclados, que pueden ser PVC, latas, pomos plásticos, cartón... Y hasta el momento nos mantenemos con los cursos aquí en el Centro».
—¿Por qué adolescentes y no niños y niñas de menos edad?
—Es que hacen falta conocimientos básicos de elementos de Matemática que tienen que ver con geometría y, sobre todo, geometría del espacio, entonces trabajamos generalmente con muchachos y muchachas entre 12 y 18 años.
«El robot que utilizamos se llama Otto, fue diseñado originalmente por Camilo Parra Palacios, que es un profesional colombiano, de un proyecto del cual yo soy el representante acá en Cuba, pero, realmente, el robot es un medio de enseñanza, porque al final nos interesa más que los muchachos aprendan haciendo, que disfruten más incluso el proceso, que el resultado del taller que impartimos. Ellos aprenden a dejar de ser consumidores y comprenden la necesidad de ser productores. O sea, el mismo teléfono que generalmente usan para jugar o para estar en el tema de las redes sociales, pues les enseñamos que no solo es útil para tú consumir, sino también para aprender, para desarrollar cosas nuevas, incluso integrarlo con el tema de la robótica».
—¿Han llevado estos talleres a otros espacios de la capital?, ¿a otras provincias del país?
—Durante uno de los breves períodos en que mejoró un poco la situación de la COVID en la capital, impartimos talleres en el parque tecnológico de la Finca de los Monos. Además, tenemos representación en varias provincias del país, entre las que se destaca Camagüey, que es donde más han desarrollado oficialmente talleres con el Otto.
—¿Qué alcance o impacto han tenido estos talleres en la comunidad?
—Desde que empezamos los primeros talleres fue una iniciativa que se propagó mucho, y no solo en el municipio de La Habana Vieja, a pesar de que es aquí donde se ha hecho la gran mayoría de los talleres, sino que muchachos prácticamente de todas las provincias se acercan cada mes para matricular en los talleres; hemos tenido que cerrarlos por capacidad.
«Uno de los temas en los que ha tenido impacto es en el reciclaje, porque entre las clases de Electrónica y las clases de Fabricación artesanal, ellos traen pedazos de juguetes viejos, cartón... todo lo que ellos vean que pueden reutilizar para hacer el robot.
«Además del trabajo con adolescentes, tuvimos un concurso de robótica para adultos, y ahí participaron estudiantes universitarios, profesionales, trabajadores por cuenta propia...
«Ya un poco más fuera de la robótica, tenemos ahora mismo un contrato con el Banco Metropolitano para abastecerlos de piezas de repuesto para los cajeros automáticos, a través de los trabajos que estamos haciendo de ingeniería inversa y desarrollándolos con impresión 3D. También se están sumando BANDEC y BPA, que ya le daría un alcance nacional».
—¿Qué satisfacciones les ha dejado este trabajo?
—Varios de los muchachos que participaron en los primeros cursos, o sea, que ya se han graduado de las escuelas y demás, están actualmente trabajando con nosotros; o nos están apoyando algunos que son ya estudiantes universitarios, en el mismo taller, con la cuestión de ser ya profesores o monitores y estar ahí impartiendo clases. De hecho, el que abrimos ahora es el primero que imparten dos muchachos que fueron alumnos nuestros aquí.
«Nos satisface ver que muchos de estos muchachos han escogido carreras afines, o sea, se están acercando al diseño industrial, la informática, cibernética, automática, telecomunicaciones, que son carreras afines a las asignaturas que impartimos en los talleres de robótica. De hecho, muchos nos preguntan nuestras propias experiencias, es decir, en su formación vocacional han sido importantes los contenidos que estamos impartiendo.
«Hace poco, el proyecto fue premiado en la Primera Feria de Desarrollo Local de La Habana, y yo participé como jurado en un concurso de robótica organizado por los Joven Club».
—¿Piensan abrir algún curso próximamente?
—En el Centro A+, en Teniente Rey y Compostela, tendremos matrículas para las cuatro semanas de agosto. Los detalles se avisan por la página de los Makercitos o por la del A+ en Facebook.
—¿Otros proyectos?
—Pronto vamos a abrir un quiosco en el Parque La Maestranza, aquí en La Habana Vieja, donde pensamos hacer actividades ajustadas a niños más pequeños, pues muchas familias se nos han acercado pidiéndolo. Como PDL estamos ahora gestionando un local, y ahí también tendríamos espacios para todas las edades, desde los más pequeños hasta los mayores de la casa.
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