Choco: Cuba y África en trazos ancestrales

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Choco: Cuba y África en trazos ancestrales
Fecha de publicación: 
13 Octubre 2024
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 Considerado actualmente como uno de los más importantes artistas cubanos de la plástica, el santiaguero Eduardo Roca (Choco) suma hoy 75 años en el gran lienzo que es su vida.

Pintor, grabador y escultor, nacido en 1949 en Santiago de Cuba, Choco, seudónimo que lo identifica a nivel mundial, ha manifestado siempre en su obra gran compromiso con sus raíces y su patria, donde mejor puede hacer lo que lo nutre como artista, según confesó.

Choco, galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2017 y numerosos reconocimientos internacionales, no se envanece con el paso del tiempo y los lauros, y sobre la trascendencia admitió en una entrevista: «Quiero estar presente en los muros de cualquier galería, en los museos o, sencillamente, en la casa de mis amigos».

Resulta Choco un pegajoso apodo salido de las dos primeras sílabas de Chocolate, con el cual lo bautizaron mientras estudiaba; pero Eduardo Roca simpática e increíblemente reveló en otra entrevista que «no le gusta el chocolate».

Este artista realizó estudios en la Escuela de Instructores de Artes en 1963 y en la Escuela Nacional de Arte en 1970, y se graduó de licenciado en Historia del Arte, en la Universidad de La Habana.

Desempeñó una importante labor docente en instituciones de la especialidad en Cuba y España.

Tiene su hábitat natural en la pintura, la calografía, la cerámica, la instalación y la escultura, y mantiene su admiración por artistas cubanos que considera sus maestros como Servando Cabrera y René Portocarrero.

Sus orígenes en Santiago de Cuba se anclan «en un barrio marginal, pobre, lleno de necesidades pero también de unas ganas de vivir impresionantes», según manifestó entrevistado por un diario cubano.

Al respecto también significó: «Soy de los que piensan que todo ser humano tiene un artista dentro, pero que ese creador llegue a tomar forma ya son palabras mayores. Es una carrera de élites, que cuesta mucho dinero en el mundo».

«Pero yo tuve la fortuna de que llegara en 1959 la Revolución. Por eso pude desarrollarme, porque para mis padres hubiera sido imposible, una quimera. ¿Un negro como yo, artista? Algo impensable».

De acuerdo con la crítico de arte Virginia Alberdi, no se puede explicar al artista sin las transformaciones sociales y culturales que se produjeron en Cuba tras el triunfo de la Revolución en 1959.

Su participación en salones y bienales, los premios que recibió, sus pinturas murales, la colaboración con compañías de danza, y el uso de imágenes en espectáculos contribuyeron a la notoriedad de su obra y han dado visibilidad a su huella artística, expresó Alberdi.

Choco viajó en 1977 a Angola como parte de una brigada para ofrecer su arte, y tras esa experiencia manifestó: «Cuando llegué a África sentí el abrazo cercano de mis antepasados».

Guinguindos, Yemayá, Oshun, Eleguá, los orishas africanos, el cambio climático, la corneta china, los colores de La Habana, el azul de su isla natal, los grises y verdes, la gente de Cuba, todo eso y más ha colmado su obra durante décadas.

Su taller está en pleno corazón de La Habana Vieja, «su guardia, su cueva» como él lo llama.

Creo que quien ve a Choco en fotos o personalmente puede describirlo como el documental realizador Pablo Massip, El hombre de la sonrisa amplia y la mirada triste.

Este artista de talla internacional ha exhibido sus obras en África, Estados Unidos, Suecia, Japón, España, México, Colombia y otras naciones.

Sobre el arte considera que «es una vivencia profunda, misteriosa, solitaria. Un artista realiza su obra solo, la piensa, la sufre, pero con la esperanza de que cuando la exponga le pertenezca a muchos, de que la gente la haga suya, la traduzca a su forma, se disfrute en ella, la goce».

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