Autonomía progresiva y crianza respetuosa: ni novedad ni peligro

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Autonomía progresiva y crianza respetuosa: ni novedad ni peligro
Fecha de publicación: 
7 Marzo 2022
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Estos conceptos sobre los que algunos tejen mitos desde el prejuicio que luego otros replican desde la desinformación y a muchas familias cubanas les hacen saltar alarmas entre tanto barullo, no son nuevos y mucho menos peligrosos. 

Con la Doctora en Psicología Roxanne Castellanos conversó CubaSí para conocer elementos importantes de su origen y la connotación que adquieren a la luz del Proyecto de Código de las Familias que se debate por estos días desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí. 

—¿Cuál es el origen de los conceptos de madurez o autonomía progresiva?

—Los términos se derivan de la Convención de los Derechos del Niño y de las observaciones generales del Comité de los Derechos del Niño. Estos son documentos que datan de 1989. Cuba comienza su aplicación en 1991".

—¿Y entonces por qué no se hablaba de eso en la legislación cubana?

—Lo que sucede es que son posteriores a la redacción del Código que está vigente, que es de 1975, por eso es que aparecen la terminología y los enfoques de estos documentos. Este Código, obviamente, sí ya actualiza toda esta cuestión".

—¿Reconocer la autonomía progresiva, significa de algún modo que los padres tendremos que hacer o permitir todo lo que los niños y niñas quieran?

—No significa eso en lo absoluto. De hecho, los padres, y eso está escrito en la letra de la Convención, tienen la tarea, el deber de enseñar a los niños a hacer uso de sus capacidades en la medida en que van madurando. 

«Se habla de madurez progresiva porque, por supuesto, en la infancia, más que en cualquier otra etapa del ser humano, es absolutamente evidente la evolución que van teniendo los procesos psicológicos de todo tipo y, en la medida en que van evolucionando, van pasando de una incapacidad total a una posibilidad progresiva, desarrollan nuevas capacidades para hacer cosas, de pensar, de actuar y, en esa misma medida, pues comienzan a tener también la posibilidad de tomar determinadas decisiones». 

—Ese es uno de los temas que más opiniones ha generado...

—Cuando se habla de tomar decisiones, las personas piensan en cosas grandes, pero no tiene que ser así. Como decía, la propia Convención habla de que los padres deben acompañar a los hijos a entrenar el ejercicio de tomar decisiones, porque eso es algo que hay que entrenar para poder hacerlo en la vida, es decir, es imprescindible, es una capacidad más, porque si yo no tomo decisiones, me vuelvo insegura, y cuando tengo que hacerlo, porque la vida me pone en determinada circunstancia, pues no lo sé hacer. 

«Ya cuando un niño se escolariza y no tiene a sus padres al lado, muchas veces tiene que tomar decisiones, porque está en un contexto donde, aunque hay  educadores a su cargo, ya se presentan determinadas situaciones en las que él tiene que decidir qué hacer. Eso es tomar decisiones a su nivel, a su edad; no es sobre cosas trascendentales».

—¿Y así lo asume el Proyecto de Código de las Familias?

—Absolutamente. Parte de los roles de los padres refrendados en el Código es la educación de los hijos y, dentro de la educación, están las normas, los límites. El ejercicio de normas y límites es imprescindible para una crianza adecuada, incluso para una crianza respetuosa, porque los niños son más felices mientras mejor estructurada tienen la vida en términos de aprendizajes de normas y límites; si no, la desorganización y el hecho de que haya que estarles llamando la atención genera una buena cantidad de problemáticas. 

«Parte de la educación es mostrarles cuándo deben decidir por una cuestión y cuándo por otra. A veces, una buena decisión es no hacer lo que quiero. Entonces, tomar decisiones no es sinónimo de hacer mi voluntad. La decisión puede ser acatar un límite, acatar una norma, hacer lo que me dijeron…»

—Precisamente quería que me comentaras cómo se conecta todo esto con la crianza respetuosa y qué ventajas tiene, tanto para el desarrollo pleno de los niños como para el funcionamiento de la familia.

—La propuesta de criar con respeto es completamente coherente o afin con el enfoque que trae el Código de las Familias sobre el modo de relacionarnos con la infancia; en este caso concreto, en cuanto a las relaciones entre padres e hijos, pero extensivo a otros cuidadores y a, digamos, profesionales que están en constante intercambio con los niños y adolescentes.

«Se supone que la base de la crianza respetuosa es que, desde muy pequeñitos, los niños perciben cuando son tratados con respeto. Esto nutre sus procesos de autoestima, autovalorativos y, además, los pone en una posición de colaborar más en cuanto al propio proceso de conducción de su desarrollo. Es decir, cuando nosotros criamos a los niños con respeto, ellos se disponen más fácil a entender la parte de las normas, de los límites, los llamados de atención, porque el trato respetuoso saca lo mejor del niño y, además, estimula su crecimiento. Lo pone en una relación más horizontal con el adulto. No quiere decir para nada que el adulto no tenga la autoridad, sino que al estar al mismo nivel en la comunicación, esto propicia mucho el desarrollo del niño y que se conduzca él mismo, a pesar de su corta edad, de una manera más "colaborativa". Todo fluye mejor, es más fácil, más espontáneo. 

«Y es completamente coherente porque, precisamente, de lo que se trata es de que, desde pequeños, conversemos mucho con ellos, les demos la posibilidad de expresar sus ideas, de discrepar, de decir en qué no están de acuerdo, convencerlos cuando tenemos que insistir en la posición nuestra, aunque podemos también cambiar de opinión en función de alguna idea que ellos estén aportando que puede ser valiosa —desde muy pequeñitos los niños dicen cosas que son muy valiosas y que podemos tomarlas en cuenta. 

«Cuando criamos con respeto, también tratamos de entender las necesidades del niño en cada período evolutivo, y cuando tenemos en cuenta esas necesidades, no les exigimos más de la cuenta, sino lo que puede para su edad y, al mismo tiempo, tampoco violentamos su naturaleza, las cosas que vienen en el niño, que se expresan desde muy temprano y que no hay por qué proponerse cambiar o hacer de otra manera. Entonces eso tiene mucho que ver con el concepto de autonomía progresiva, de madurez progresiva, con todo lo que se está hablando de tratar de edificar toda una cultura del buen trato, de ir eliminando gradualmente el castigo físico y psicológico como forma de disciplinar, es decir, todo tiene una sinergia total».

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