Artes, Letras y Acción: El mejor y el peor de los tiempos junto a Cintio Vitier

Artes, Letras y Acción: El mejor y el peor de los tiempos junto a Cintio Vitier
Fecha de publicación: 
23 Octubre 2021
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Era el mejor de los tiempos y el peor de los tiempos. Orígenes, el grupo que fue a la vez una corriente estética, una llama de creación, una cantidad hechizada o el seno donde nació una luz que llega hasta hoy, como los destellos de nuestra más pura y trascendente literatura.  Allí, entre el curso délfico, en los ensayos donde la fábula se recuenta mil veces, estaba Lezama y, en su órbita, el joven Cintio Vitier. Católico como el núcleo mismo de Orígenes, poeta, martiano.

Para él, para Cintio, descendiente de una familia de ilustres cubanos, nada hubo más natural y sublime que lo cubano mismo. Lo tuve cerca, espiritualmente, como joven creador, en las noches de cavilación, junto al papel impreso o en la pantalla del ordenador, donde he leído tantas veces la compilación que se hiciera de sus obras.

Cien años indican que el autor de “Lo cubano en la poesía” no envejece, sino que requiere de relecturas, de reinterpretaciones. Orígenes fue la mejor y la peor de las épocas y luego el país estuvo signado por el mismo sino destellante, entre la trascendencia de la obra y la cortedad geográfica de la isla. En un célebre libro de memorias de Reinaldo Arenas, que muchos conocerán, se retrata a un Cintio resentido, empleado de la Biblioteca Nacional en un simple puesto de especialista y el más absoluto repliegue creador. Nada más falso, cuando el ensayista supo remontarse a su circunstancia y legarnos en su obra la directriz martiana de que nuestro presente hunde sus raíces en un legado de lucha, de bregar entre tormentas. Para el poeta Cintio no había hechos ajenos, ni la literatura era un acto sin compromiso. Al contrario, su raigal católica, patriótica, lo llevó a definir la Cuba después del 1959 como un “parlamento en una trinchera”. Veloz y hermosa imagen.

Para trazar lo cubano en el alma de la nación hay que crecer como Cintio, desde la raíz. Él, como creador, tuvo la suerte de estar junto al otro gran José de nuestra historia, el Lezama agónico de Trocadero. Para los miembros de Orígenes, José Martí era algo más que un autor, era el centro de la prédica del grupo, el dogma hermoso y flexible que bañaba cada palabra. Fue junto a Lezama donde Cintio vio que aquel ángel del siglo XIX era un misterio presente, que nos acompaña aún. Por eso el carácter délfico de la cultura, por la búsqueda, por la hondura, por el viaje como Orfeo al otro extremo, donde las almas se tocan y son una misma cosa. Aquellos cuatro gatos que publicaban una de las mejores revistas de América tenían la dicha de leer el pasado y el presente a través del aliento inmortal de un asmático, cuya voz alcanzaba para rodear eras reales e imaginarias.

Cintio vivió la mejor y la peor de las épocas. En la década de 1940 no solo todo estaba por definirse, sino que parecía que el horizonte se iba en una nebulosa y que incluso Martí se desdibujaba entre tanta institución vacía y falsa identidad. Era el nacionalismo irradiante de Orígenes quizás la única savia en medio de la podredumbre moral, el sol moral de un mundo inmoral como lo era el aire republicano. ¿A quién puede entonces extrañarle el talante revolucionario y cabal de Cintio?, ¿cómo dudar de sus aportes a la consagración de lo cubano?

A cien años, las eras se repiten. Lo cubano se redefine constantemente. No es un ente detenido, no es una cosa, sino que se mueve con los tiempos. Y hoy la nación adquiere un cariz diferente, necesario y perentorio. Cintio Vitier encarna el verbo del inicio de todos los tiempos, hasta parece haber estado siempre aquí. Leerlo es irnos de manos con la palabra que no muere, con la letra que dilucida y queda impresa en forma postrera.

Para un joven, leer a Cintio es conversar con otro joven. Como esos seres que nacen siempre, que vienen constantemente a la vida, el creador puede ser nuestro amigo, maestro, alma sin par que nos acompaña en el viaje de Orfeo. La leyenda de la vida y la muerte lo rodean. Vivir la peor y la mejor de las épocas es hacerlo con poesía, en la verdad y la búsqueda.

Hoy nos queda Fina García Marruz, su esposa, como imagen tutelar de aquellas existencias angélicas. Cintio, detenido en un aire asmático, trascendente e insular, pareciera estar atento ante nosotros. Ambas figuras desandan los caminos del arte, confiando en la invencibilidad de la vida y de la belleza. Cuba ha sido la misma y distinta, a través de las eras. Ahí está a cien años, él, Cintio,  en las tantas páginas que leemos y las otras que esperan en el insondable universo de Orfeo.

 

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