¡Que el cine cubano siga produciendo carteles!

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¡Que el cine cubano siga produciendo carteles!
Fecha de publicación: 
21 Septiembre 2019
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El cartel cinematográfico cubano, el de los últimos sesenta años, el de la Revolución, ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Nación y ha sido inscrito en los Registros Nacional y Regional del Programa Memoria del Mundo de la Unesco. El empeño es mayor: se trabaja para que integren la lista universal.

Sobre la trascendencia de este acervo de la gráfica en Cuba conversamos con la curadora Sara Vega, especialista de la Cinemateca de Cuba que se ha consagrado a su estudio y la promoción.

—¿Qué distingue al cartel cinematográfico cubano en el panorama de la gráfica universal?

—Ese cartel apareció en el imaginario colectivo a inicios de la década de los sesenta del siglo pasado, cuando en el recién fundado Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) se toma la decisión de hacer carteles para la promoción del cine cubano que se estaba haciendo. También se decidió no utilizar la gráfica con que llegaban las películas extranjeras, sino encargársela a diseñadores cubanos.

«Ahí surgió una especie de escuela, un movimiento, un grupo… donde los diseñadores ensayaban nuevas maneras de asumir su trabajo, en dependencia de los nuevos presupuestos de una Revolución que estaba en contra de la publicidad, pero que sabía que era necesario promover entre el público el nuevo cine que se le proponía, con la idea de forman un nuevo espectador.

«Distinguen a ese cartel primero su formato. Se hacían en mesas de serigrafía pequeñas, era menor el tamaño, a la manera de los carteles de propaganda política. El cartel de cine que se hacía antes de 1959 (incluso, el que se hacía en Cuba) era más grande, influido por el estilo estadounidense. Es el que se ha seguido haciendo en buena parte del mundo.

«El nuestro es más pequeño, de 51 por 76 centímetros. Se utilizan márgenes blancos, que forman parte de la obra. Y por supuesto, lo distingue la técnica de la serigrafía. Es una técnica que tiene un montón de limitaciones que, al mismo tiempo, devienen en posibilidades para el diseñador. Se utilizan colores planos, ahí no puede haber difuminado, no puede haber sobreimpresiones…

«Ya se sabe, para los cubanos las limitaciones son un reto. Por eso el cartel cubano “creció”, hasta el punto de que se impuso en el imaginario colectivo. Y llegó a consolidarse como un referente en la gráfica universal.

«En una fecha tan temprana como en 1970, apenas una década después, ya estaba saliendo un libro de Susan Sontang, una de las más importantes intelectuales estadounidenses, en el que valoraba la cartelística cubana, haciendo énfasis en los carteles del Icaic.

«El cartel político de aquellos años cumplía su cometido, no buscaba ser “bonito”. Pero el cartel de cine siempre aspiró a la belleza. Hay un texto de Adelaida de Juan que habla de “la belleza de todos los días”, la que se encontraba en la calle, la que estaba ahí para todo el mundo, la que la gente se llevó a sus casas… ¿en cuántos hogares cubanos hay carteles de cine?

«Llega el momento en que ese cartel deja ser un fenómeno efímero, papel que la lluvia destruye… para recolocarse como obra de arte».

—¿Cuáles fueron los caminos conceptuales y estilísticos de ese cartel?

—Hay de todo. Hay diseñadores extraordinariamente conceptuales, que le proponen un reto al espectador a la hora de “entender” el mensaje; y también hay carteles más figurativos, donde el uso de la ilustración puede hacerte pensar que vas a ver un dibujo animado. Pero en todos los casos, el cartel del Icaic impone una decodificación diferente.

«Yo no creo que al principio todo el mundo comprendiera igual esos carteles. Claro, hubo una condicionante para muchos cubanos: si esto es algo que ha surgido al calor de la Revolución, entonces debe ser bueno. Y también es bonito, y como es bonito, pues ponemos de nuestra parte a ver si lo entendemos…

«Ahí se produjo un fenómeno a nivel de gusto, a nivel psicológico, a nivel de compromiso con el proyecto…»

—¿Hasta qué punto se puede hablar de una continuidad desde esos primeros carteles hasta los que se hacen ahora mismo?

—Claro que hay una continuidad. Se produce, primero, en la manera de hacer. La técnica es la misma, la serigrafía, aunque la que se está produciendo ahora sea un poco más moderna. Pero va más allá. La tradición es tan fuerte, que los nuevos diseñadores necesariamente miran ese acervo con respeto… y tratan de igualarlo.

«Claro, el mundo ha cambiado, y los diseñadores de ahora siguen muchos caminos. Pero de todas formas ellos colaboran con el Icaic haciendo los carteles a la manera del Icaic… y para muchos de ellos tener en su currículo un cartel de cine del Icaic es un orgullo.

«Sí hubo una ruptura: el Período Especial. Durante la crisis no se hicieron más para películas extranjeras y la producción nacional se deprimió. Pero a principios de la primera década del siglo se retomó la práctica…

«Los diseñadores, de cualquier forma, están ahí. Y cada vez que el Icaic los llama, acuden…»

—¿Cuál es entonces el futuro del cartel cubano de cine?

—Eso no lo puedo decir yo; eso lo dirá la vida. Por el momento, es Memoria de la Isla, de la región y está calificando para ser declarado Memoria del Mundo. Eso lo coloca en una dimensión importante, en un nivel de socialización importante… Ya no solo lo valoramos nosotros, se valora en muchas partes del mundo.

«Hemos recibido apoyo para fotografiar mucho de ese patrimonio en alta resolución, no hemos parado de hacer exposiciones…

«Yo creo que si hay producción cinematográfica, vamos a seguir haciendo carteles. Ojalá que pudiéramos recuperar las vallas de antaño. Ojalá que un día pudiéramos producir tantos carteles como para alegrarles la vida a todos los que pasan por nuestras calles».

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