Trabajo oculto, el drama de los latinoamericanos en los campos en Francia
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José, un ecuatoriano de 45 años, trabajó durante años para una empresa de empleo temporal en España especializada en suministrar mano de obra para recolectar frutas y verduras, principalmente en Francia, donde fue víctima de amenazas y abusos.
A los 25 años, después de trabajar en fincas de cacao y café y en minas de oro de Ecuador, José dejó su país, en plena debacle económica, para instalarse en España, donde trabajó en la construcción, hasta la crisis de 2008.
Cuando una empresa de empleo temporal, Terra Fecundis, le ofreció un trabajo, no dudó ni un instante. Dejó a su esposa e hijos en España para ir a trabajar al sureste de Francia.
Pero una vez allí, descubrió que las condiciones de trabajo eran peores de lo que se imaginaba: siete días a la semana, 10 a 13 horas al día de trabajo, y un sueldo de 1.500 euros netos (unos 1.700 dólares) en los buenos meses, contó a la AFP en la localidad de Châteaurenard, donde vive.
“Después de un día en el campo, pesábamos y empacábamos la fruta hasta las 22H00, sin que nos paguen esas horas extras”, afirma. Además, en las nóminas de sueldo solo aparecían “cinco a diez días de trabajo por mes” y nos hacían deducciones “injustificadas” en el salario.
“Si alguien se quejaba, le decían que había gente esperando para reemplazarlo, te tiraban a la calle, peor que a un perro”, añade José, uno de los pocos trabajadores dispuestos a hablar, aunque bajo condición de anonimato.
“Como esclavos”
En 2014 se abrió una investigación judicial en Francia por “trabajo oculto” contra Terra Fecundis. Cinco años después, la investigación sigue en curso.
Consultada por AFP, Terra Fecundis (que según el sitio español Infocif en 2017 tenía 2.091 empleados y una facturación de casi 67 millones de euros) aseguró “no estar al tanto de ninguna queja” y “cumplir estrictamente con la legislación aplicable a su actividad en España como en cualquier otro país donde opera”.
En 2016 afirmó que “cada trabajador enviado a una explotación agrícola” recibía un sueldo de 1.400 euros y “tenía los mismos derechos que los obreros agrícolas franceses”.
Pese a los abusos que afirma haber sufrido, José siguió trabajando hasta que regularizó sus papeles en Francia en 2016. Después de eso, abandonó Terra Fecundis.
Los latinoamericanos no son los únicos contratados por estas empresas. También hay muchos marroquíes, como Yasmina, de 36 años, que junto con otros cinco empleados, llevó su caso ante los tribunales.
“En nuestro contrato está escrito ’35 horas a la semana’, pero en realidad trabajamos 260 horas al mes por 900 euros. Vi gente desmayarse. Hemos sido tratados como esclavos”, contó esta mujer.
Muerte por deshidratación
Sonia Fernández, gerente de recursos humanos de Laboral Terra, la empresa española que contrató a Yasmina, niega las afirmaciones de la mujer.
“Somos una empresa familiar y tomamos medidas para el bienestar de los trabajadores. El único problema que hemos detectado es que algunos han trabajado horas extra y es posible que no se les haya pagado”, admitió.
“Estamos reduciendo nuestra actividad (en Francia) porque nos están creando muchos problemas al acusarnos de cosas falsas”, aseguró.
“El gobierno francés no quiere que haya ETT (empresas de trabajo temporario) españolas en su territorio porque pagamos las cotizaciones sociales en España y esto constituye una pérdida de ingresos para Francia”, añadió.
Otras empresas españolas de trabajo temporario se encuentran bajo la lupa de la justicia francesa por denuncias de trabajo oculto.
La firma Safor Temporis está convocada para comparecer el 14 de octubre ante el Tribunal Penal de Aviñón, y también Eurofirms, cuyo juicio está previsto para 2020 en la misma jurisdicción.
Los propietarios rurales franceses también deben comparecer ante el tribunal, pero pocos desean hablar.
Un agricultor tendrá que explicarse ante el Tribunal Penal de Tarascon (sureste) luego de la muerte por deshidratación de un ecuatoriano de 32 años enviado por Terra Fecundis.
El 7 de julio de 2011, Elio Maldonado Granda perdió el conocimiento cuando recolectaba melones y murió cuatro días después en el hospital de la ciudad de Eyragues (sureste).
Sus colegas dijeron a los investigadores que uno de los empleados de la empresa agrícola se negó a llevar agua a los trabajadores tercerizados, algo que niega la explotación.
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