¿Padrino o sargento político?: Netanyahu acude a Trump
especiales
Miles y miles de fotos de Donald Trump y Benjamin Netanyahu son exhibidas en la mayoría de los edificios de las principales ciudades de Israel, con vistas a las elecciones generales del próximo día 9, en las que el Premier sionista no está ya tan seguro de la victoria, como señalan las encuestas.
Es mucho el chovinismo utilizado por Netanyahu en esta campaña, en la que explotó la adhesión de Trump a la apropiación de Jerusalén como capital israelí, el traslado de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a la denominada Ciudad Santa y el muy reciente espaldarazo del magnate norteamericano a la anexión del Golán sirio orquestada por el sospechosamente corrupto primer ministro.
Para la campaña de Netanyahu también fue bueno el lanzamiento de un cohete palestino contra Tel Aviv, que causó siete heridos, lo cual hizo que el Premier, que estaba visitando a Trump, regresara como salvador a Israel.
En el contexto electoral, y luego de la fecha límite para el registro de los partidos y con la lista de sus miembros que aspiran llegar al Parlamento, se produjo un hecho que quizás ponga en peligro de que Netanyahu y el Likud retengan el futuro gobierno en sus manos, ya que su ventaja en las encuestas era casi irremontable:
Los dos partidos más fuertes de orientación centrista, el encabezado por el jefe del Estado Mayor, Benny Gantz, y el liderado por Yair Lapid, habían concertado una fusión de sus fuerzas que, sumadas, bien pueden alcanzar y rebasar al partido Likud en la carrera electoral y pasar a integrar el nuevo gobierno.
Una buena noticia, sin duda, para quienes consideran que diez años seguidos de Netanyahu en el poder han desembocado, entre otros males, en una erosión muy grave de la llamada democracia israelí.
La nueva formación de Gantz y Lapid —denominada Azul y Blanco— ofrece dar un golpe de timón para poner un alto a la polarización social, al menosprecio de las minorías y al daño a las instituciones democráticas del país que, todas ellas, fueron prácticas comunes en los gobiernos de Netanyahu.
Sin embargo, no aparece, en la agenda de ese nuevo partido, cuando menos hasta ahora, una clara postura respecto al tema del conflicto con los palestinos y la ocupación israelí, tema de primordial importancia y que parece quererse bloquear deliberadamente.
Con la bendición de la Casa Blanca
Esta situación hizo que Netanyahu, como todo ente reaccionario que quiere aferrarse al poder, en una maniobra desesperada, se dedicó a promover, mediante cabildeos y argucias, un fortalecimiento del campo de la ultraderecha donde se ubican sus potenciales aliados en un futuro gobierno.
Para ello, se encargó de que una facción vergonzosa de la militancia política del país, integrada por miembros de una agrupación de nombre Otzmá Yehudit, ingresara ahora en la carrera electoral, después de años de haber sido considerada una corriente ilícita.
Ello porque sustenta una ideología heredada del rabino extremista Meir Kahane, explícitamente xenófoba, racista, antiárabe, supremacista y violenta hasta el grado de no excluir al terrorismo como método de lucha. De hecho, la línea kahanista está en la lista del gobierno norteamericano en calidad de terrorista.
En pocas palabras y utilizando con intención didáctica una analogía, se trata de algo muy similar a que miembros del Ku Klux Klan pudieran postularse en elecciones y, eventualmente, convertirse en congresistas o hasta ministros.
Por supuesto que Trump no interferirá en este asunto y dará la bendición a Netanyahu, sin importarle que ello coadyuve a la proliferación y multiplicación de las corrientes racistas, los atentados a quienes parezcan diferentes, las exclusiones por motivos étnicos, religiosos o culturales, y, también, por supuesto, el antisemitismo que, está alcanzando niveles alarmantes en Europa.
Añadir nuevo comentario