Sin nombre propio
especiales
Un protagonista colectivo e inmenso escribe desde el anonimato esta historia.
Donde más ganas de hacer y más angustia vio, allí se quedó. Y todos los días llega allí al amanecer. Coge un pomo con agua, un pan con cualquier cosa y parte a ese punto del municipio de Diez de Octubre.
Va solo, no espera a ningún grupo, no da la asistencia ni responde a pases de lista. Mucho menos se tira fotos. Sencillamente llega y se pega a trabajar como uno más.
Esos a quienes cada día entrega su sudor de 24 años de estudiante universitario no saben ni cómo se llama. Lo ven llegar, quitarse el pulóver, y como si fuera uno más de la familia o ese amigo de los años, le saludan: «Qué dice, men».
No hay más conversación, solo preguntar por el vagón, avisar que llegó el agua fría o que en la esquina espera un camión que hay que ayudar a descargar. Así es cada día.
Aunque bien lo conozco, no estoy autorizada a revelar su nombre. Además, sería un total sinsentido publicar sus apellidos, su lugar de residencia u otros datos personales.
Porque, en definitiva, él es muchos, su nombre es pueblo, su apellido es Cuba.
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