Destaca Graziella Pogolotti unidad de vanguardias artística y política en Cuba
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En su artículo Los intelectuales y la Revolución, que hoy publica Juventud Rebelde, Pogolotti expresa que de manera espontánea, en enero de 1959 los escritores y artistas se reunieron para ofrecer su respaldo a la Revolución triunfante.
Agrega que a pesar del empeño de la dictadura batistiana por atraer a algunos a través del Instituto Nacional de Cultura, la mayoría aplastante no había sucumbido a esas maniobras seductoras en una sociedad que los marginaba y no ofrecía los medios para un ejercicio profesional.
No había posibilidades de imprimir obras literarias, los artistas plásticos carecían de mercado, los cineastas soñaban con producir filmes, los teatristas mantenían funciones con esfuerzo propio, los músicos se valían del apoyo del Sindicato de Artes y Espectáculos para exigir a los dueños de los cines la presentación de un show en el intermedio entre dos películas y el ballet subsistía de manera precaria, dice.
En el ámbito de las artes y las letras, el espectro ideológico era diverso. Unos pocos militaban en el Partido Socialista Popular. Otros asumían posiciones de izquierda. Los hubo católicos y existieron también quienes ofrecieron su apoyo a la lucha insurreccional.
Señala que en enero de 1959 empezó a funcionar la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación. Encargada de impulsar la tarea, la profesora universitaria Vicentina Antuña gozaba del respeto de los intelectuales por su labor desde la institución femenina Lyceum.
En el reducido espacio de unas pocas oficinas, el organismo se proyectó hacia la música, las artes plásticas y la literatura. Los responsables de estas áreas eran artistas reconocidos por su obra y su trayectoria.
Reflejaban también la convergencia de concepciones filosóficas diversas, agrega.
Fundador del Grupo de Renovación Musical, el compositor José Ardévol había compartido creación y magisterio, Natalia Bolívar reorganizaba el Museo Nacional, y María Teresa Freyre de Andrade iniciaba el rescate y ordenamiento del patrimonio bibliográfico, impulsaba una red de bibliotecas
que se extendía a todo el país, recuerda la intelectual cubana.
“Sin que llegara a formularse en términos expresos, la política cultural se fue implementando en una práctica concreta desde el triunfo de la Revolución. Fue un proceso orgánico que emanaba de la asunción consciente de una experiencia histórica. En La historia me absolverá, Fidel había reconocido a los artistas como parte integrante de un pueblo que padeció las consecuencias del colonialismo, la dependencia y el subdesarrollo”.
Más allá de la diversidad de concepciones estéticas y de posturas filosóficas, los intelectuales habían vivido en carne propia una realidad que los silenciaba, apartándolos del destinatario natural de su obra, comenta.
Afirma que por distintas vías, se empezaba a reconocer el trabajo de los artistas, se otorgaba en la práctica una función social a los intelectuales y se democratizaba el acceso de las mayorías a la cultura.
Las decisiones tomadas desde el amanecer de enero preludiaban las que habrían de llevarse a cabo en ese año fundacional, con el nacimiento del Icaic y de la Casa de las Américas, reafirmación de nuestra orientación latinoamericanista, escribe Pogolotti.
“Algo más tarde, la Imprenta Nacional lanzaba simbólicamente una edición masiva del Quijote. En el Teatro Nacional tomaban cuerpo las investigaciones que conducirían a la formación del Conjunto Folklórico, mientras encontraba espacio, por primera vez, la danza moderna. Por otra parte, el ballet Alicia Alonso, que había subsistido en extrema precariedad, se convertiría en Ballet Nacional de Cuba”, precisa.
Iniciada desde las primeras semanas de enero del 59, la rápida transformación de las instituciones evidenciaba la prioridad concedida a la creación artístico-literaria, opina, y asegura que “ De esa responsabilidad compartida dimanó la riqueza y densidad de la vida intelectual que caracterizó los 60 del pasado siglo y proyectó su perspectiva anticolonial hacia la América Latina y el Tercer Mundo”.
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