En la televisión: El domingo mejora

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En la televisión: El domingo mejora
Fecha de publicación: 
23 Julio 2012
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Quizás en La Habana no todo el mundo se queda un sábado o un domingo por la noche frente a la televisión (aunque mucha gente sí lo hace), pero en el resto del país, la mayoría de las personas termina su fin de semana con la programación televisiva.

Si hay que hablar entonces de horario estelar, será el de esos días después del noticiero. Ahí debe confluir lo mejor de la parrilla, sobre todo en el canal generalista. Pero lo cierto es que desde hace un buen tiempo que los programadores y realizadores no lo logran.

Ahora, en el verano, Cubavisión ha conseguido mejorar su tira para los domingos por la   noche. Pero el sábado todavía no acaba de perfilarse, pues los conciertos en vivo que se transmiten parecen más bien una solución circunstancial.  

Pero el domingo, insistimos, ha mejorado. La nueva temporada de No quiero llanto ha sorprendido por la buena factura de sus propuestas musicales, en un estudio que por la calidad de la imagen parece renovado.  

Los diseños de luces y de escenografía, la infografía y la presentación están a la altura de los estándares internacionales para este tipo de programas. El segmento humorístico no desmerece.  

La mayoría de los participantes —especialmente los conductores-protagonistas—son artistas de sólida formación y experiencia sobrada en el medio. Puede que el espectador no comulgue con alguno, pero lo cierto es que los cuadros, muchos de ellos sustentados en la capacidad de improvisación de los actores, están casi siempre bien resueltos. Y sin   hacer concesiones a la chabacanería.  

La única insatisfacción con No quiero llanto sigue siendo la insuficiente implicación entre las propuestas musical y humorística, hasta el punto de que en ocasiones parecen dos programas distintos.

Los humoristas tendrían que aparecer más en el estudio junto a los músicos —se logró en la primera entrega, con ese “concierto” de La Pía— para alcanzar esa simbiosis que en su momento exhibía Sabadazo, ese programa que ya nos parece mítico.

Los más recientes capítulos de Tras la huella, el policiaco cubano, han ganado mucho   en visualidad. La presentación, por ejemplo, está muy bien concebida. La fotografía es más intencionada, la edición más dinámica. Quizás se abuse un poco de algunos efectos, pero en sentido general la puesta fluye.  

Tras la huella, un policiaco cubano.

Las historias están mejor contadas. La serie no se apoya mucho en el suspenso, desde el principio sabemos quiénes son los culpables, pero la consecución de peripecias, la “crónica” de la investigación policial, mantiene la tensión. 

Algo significativo es que los investigadores comienzan a tener vida más allá de su trabajo. En ocasiones parecieron personajes de cartón, impecables en su proceder y sin motivaciones que no fueran las del caso que investigaban. Ahora resultan más humanos.

Para cerrar la tira, una serie estadounidense de calidad: Cuerpo de evidencia, con un personaje protagonista muy interesante y bien interpretado. El manejo del suspenso es exquisito, consiguen siempre sorprender al televidente.

La serie, claro, es una más entre tantas: ya sabemos el altísimo nivel que puede mostrar la televisión norteamericana. La cuestión es elegirlas bien… Y este ha sido el caso.

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