¿Contraseñas contra ti?

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¿Contraseñas contra ti?
Fecha de publicación: 
8 Diciembre 2018
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Yaquelín salió ayer con el pie izquierdo. Cuando antes de ir al trabajo fue hasta el cajero automático, después de hacer la correspondiente cola, no hubo forma de que se acordara de la contraseña.

Sabía que empezaba con 8 pero igual empezaba la de acceso a su PC del trabajo; sabía que tenía dos números 4, pero también los tenía la de su cuenta de Facebook. Y si tecleaba mal tres veces, le bloquearían la cuenta.

Así que debió irse con el monedero casi vacío a trabajar. Allí, frente a la pantalla, tuvo como una iluminación y recordó clarito cuál era la contraseña que debía haber tecleado en el cajero, pero se estuvo como media hora para encontrar en su memoria cuál era la que le permitía entrar a la computadora.

Ya adentro, tenía que poner la contraseña de inicio para Windows y luego la del acceso a la Intranet. Como las penas del bolero de Sindo Garay, las combinaciones de números y letras son “tantas que se atropellan, y como de matarme tratan, se agolpan unas a otras y por eso no me matan”.

Pero casi matan de angustia a Yaquelín porque luego, cuando en la noche trató de navegar desde el parque Wifi de la esquina de su casa, también confundió la clave con la suya de Instagram y por poco se le van las horas en el forcejeo de la memoria.

Y no se piense que Yaquelín es una anciana senil ni nada por el estilo, apenas rebasa la treintena. Pero es que las nuevas tecnologías que van marcándonos la vida a veces también la complican.

Incorrecta

Las confusiones y olvidos cuando se trata de claves acontecen en todas las latitudes, lo corrobora el estudio de un conocido sitio digital sobre cuáles son las contraseñas más utilizadas cada año.

Buscando librarse de enredos, la gente sigue, año tras año, echando mano a las claves 123456 y Password. Son las dos más utilizadas en todo el mundo, así lo evidencia el procesamiento de más de 5 millones de contraseñas filtradas.

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El año pasado y también en 2016, las contraseñas arriba citadas fueron las más usadas, pero el análisis en cuestión reveló que en 2017 se añadió a la lista de contraseñas poco ingeniosas un nuevo paquete: “starwars” (guerra de las galaxias), “monkey” (mono), “iloveyou” (te amo), “whatever” (lo que sea) y “freedom” (libertad).

Un estudio sobre este tema revela que la media de los usuarios de Internet teclea unas ocho claves al día, pero una de cada cinco personas no las ha cambiado en 10 años. El 73% de las cuentas en línea se activan con la misma contraseña que se usa para otra cuenta y más de la mitad de los internautas emplea unas cinco o menos contraseñas durante toda su vida en línea en tanto más de la mitad la quinta parte de esos usuario utilizan, repitiéndola en diversos sitios, solo tres o menos.

Como puede verse, las estadísticas indican que a la gente le cuesta trabajo generar tanta clave diferente y recordarla después. Para salir del enredo, alguien, que así lo contó en Twitter, decidió escoger una clave única que no se le olvidaría jamás: “incorrecta”. Así, explicó, cada vez que se me olvide, el sistema me la recordará con el mensaje "la contraseña es incorrecta".

Como es sabido, los cubanos no están entre los más experimentados en cuestiones de contraseña pues su ingreso en el mundo digital, aunque va extendiéndose, anda todavía en pañales.

A pesar de eso, utilizamos un Pin para la línea celular y también un Puk, necesitamos igual contraseñas para acceder a la PC, a veces para iniciar Windows, para el correo electrónico, para la navegación Nauta, para las redes sociales, para las tarjetas magnéticas... En fin, que no quedamos a salvo –felizmente- de esos problemas.

Y como el resto de las personas que interactúan con la tecnología digital, igual estamos a expensas de hackers y otras malas yerbas afines.

Piratas en mares de terabytes

Todavía hay quien no olvida cómo en 2013, un ataque masivo contra Yahoo vulneró mil millones de cuentas personales en el portal, con el consiguiente robo de información personal.

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También es recordada, por haber sucedido solo dos años tras pero también por considerarse entre los ataques cibernéticos más grandes de la historia, la arremetida de ciberdelincuentes contra Linkeding donde vulneraron 117 millones de cuentas.

Durante el pasado año el cibercrimen significó un impactó de 500 mil millones de dólares en la economía global, equivalente al 1 % del PIB mundial, según reportó McAfee.

Solo en los primeros meses de este año más de la mitad de las compañías globales resultaron víctimas de esos delitos y se registraron cerca de 1,4 millones de ataques cifrados. Ello representa un incremento del 275% con respecto al 2017.

Y apenas terminaba este septiembre, cuando hizo público que los datos de 50 millones de cuentas habían quedado al descubierto y a merced de los hackers.

Obviamente, los ataques descritos no pueden achacarse únicamente a asuntos de passwords, pero informes recientes demuestran que un 80 % de tales ataques se han valido de contraseñas poco seguras o robadas.

Por tanto, las estadísticas hablan a las claras de la importancia de garantizar una ciberseguridad, que tiene entre sus primeros puntales contraseñas sólidas, indescifrables.

En Cuba, por ejemplo, el periódico Granma publicaba el pasado diciembre sobre el robo de cuentas Nauta en zonas públicas de acceso a Internet y, vinculado a ello, comentaba acerca de las más de 670 reclamaciones por pérdida injustificada de saldo en las cuentas Nauta reportadas a las Oficinas de Protección al Consumidor de Etecsa.

A propósito del fenómeno, en el diario se afirmaba que “nos sigue faltando cultura de navegación y resoluciones o leyes que fortalezcan las vías para cortarles el paso a los defraudadores; más, si el país está inmerso en un proceso de informatización”.

Es muy cierto, y parte de esa cultura de navegación puede tener como buen puntal una contraseña segura.

Pero, junto a otros procederes, a veces ingenuos, hay quienes hoy todavía siguen compartiendo esa y otras contraseñas con extraños y también aquellos que, por temor a olvidarlas o confundirlas, apuntan sus claves en sitios con libre acceso.

Más allá de la Red de Redes, pero siguiendo en el campo de las contraseñas, vale comentar que algún que otro abuelo, para cobrar su chequera en el cajero electrónico, lleva apuntada su clave en un papelito que le da a cualquiera para que la teclee, y no ha faltado aquel que anota la contraseña en la propia tarjeta magnética.

Para asegurar la entrada

Abundan los consejos para disponer de contraseñas seguras sobre todo en el mundo virtual. Se recomienda al crear una contraseña no usar información personal, emplear símbolos, mayúsculas y números –no secuenciales-, y también, dicen algunos, echar mano a la letra ñ, porque no está en todos los teclados.

Igual no alcanzan los dedos de las manos para contar la cantidad de generadores o gestores de contraseñas en línea, aunque sus usuarios no sean tantos.

Esas herramientas en línea posibilitan crear contraseñas aleatorias, largas, fuertes y seguras. Lo complicado es recordarlas luego y no confundirlas.

Por eso, para permanecer totalmente libres de ataques cibernéticos y garantizar al ciento por ciento la protección de información valiosa, algunos, desde posiciones extremas, aconsejan: “No tengas una computadora, no la enciendas, no la uses”, algo así como tirar el sofá.

De todas formas, aunque el tema de las contraseñas en particular ha dado pie a muchas bromas, en esencia es algo muy serio. No por gusto varias empresas tecnológicas han coincidido en crear el Día Mundial de la Contraseña. A pesar de que su celebración no ha tenido demasiada acogida, tiene lugar el primer jueves de cada mayo y su finalidad es, precisamente reforzar el empleo de contraseñas seguras.

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Pero la culpa o la gloria de la existencia de las contraseñas no se remite a esta era digital sino a 1960. Fue en ese año cuando Fernando Corbató, conocido hoy como el padre de la contraseña informática moderna, introdujo la novedad de emplear esas claves.

Trabajando en el Massachusetts Institute of Technology había desarrollado uno de los primeros sistemas operativos de tiempo compartido compatible (CTSS) y como lo hacía en equipo todos tenían compartían una única computadora.

Para que cada cual pudiera acceder solo a sus propios contenidos ideó la variante de una clave o contraseña.

Claro, en aquella época los piratas informáticos, que entraron a escena en los 80, no inundaban la red como ahora.
De ahí que si en los 60 fueran importantes, en este presente las contraseñas lo son mucho más. 

No por gusto existen generadores de contraseñas. Mientras más cortas y simples, más inseguras; mientras más complejas y largas, más seguras... pero más difíciles de recordar.

A fin de cuentas, cada cual idea sus variantes para salir airoso. Es que, como asegura Manuel Blum, catedrático de Ciencias de la Computación en la Universidad Carnegie Mellon: "Hay que tener en cuenta cómo se almacenan los datos en el cerebro. No todo el mundo computa de igual forma.”

Desde que Yaquelín, la cubana del inicio de este texto, supo de la explicación del catedrático, cada vez que se atora con una contraseña se excusa ante todos repitiendo: “¡No todo el mundo computa igual, caballero!”

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