Infidelidad 3.0

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Infidelidad 3.0
Fecha de publicación: 
14 Noviembre 2018
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La cubana Esther C., ingeniera mecánica, 32 años, residente en Santo Suárez, aprovechó que su esposo estaba en viaje de trabajo a una isla del Caribe para hacerle una broma. Pero le costó muy caro.

Al verlo conectado en Facebook (FB), decidió hacerse una identidad falsa para interactuar con él y divertirse un poco. Pero ocurrió que a su esposo le cayó demasiado bien aquella muchacha que le hablaba siempre, interesándose por sus cosas y un día decidió traspasar las fronteras de la mera amistad.

Y el modo que encontró para lograr un mayor acercamiento a aquella chica, que sabía que él estaba casado en Cuba, fue hablándole de lo aburrido de su matrimonio, y de su esposa, “que es una vieja”.

Todavía no se sabe si lo que más afectó a Esther fue que él dijera que su matrimonio era una aburrida rutina o que ella era una vieja. Lo cierto es que casi no esperó a que se quitara el polvo del camino y, sin darle tiempo a que deshiciera las maletas, le planteó el divorcio.

No es el único caso en que FB destruye un matrimonio, tanto es así que un experto en redes sociales ha optado por llamarle el “rompe corazones”.

A veces por situaciones como la descrita, rayanas en lo humorístico; otras, por infidelidades de talla XL que encuentran refugio en la virtualidad, las redes sociales en general –no solo FB-, además de sus innegables ventajas, se han erigido también en espacio para relaciones adúlteras.

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¿Y así se vale?

La protagonista de la anécdota que da inicio a este texto, Esther, se tropezó con una sorprendente justificación por parte del marido: “¡Mi amor, pero si eso no se vale, fue solo virtual!”

Es la misma defensa a la que muchos apelan. Sin embargo, entendidos en las relaciones interpersonales, sobre todo psicólogos, aseguran que un engaño es un engaño, da lo mismo que sea frente a la pantalla que entre almohadas.

Claro, las reglas no quedan todavía claras en ese terreno y el anterior no es criterio generalizado, pero una buena parte de los expertos así lo aseguran, entre ellos la doctora Patricia Arés Muzio, Profesora Titular de la Facultad de Psicología de la U.H., quien, avalada por una larga y exitosa carrera en la que innumerables parejas han tomado asiento en su consultorio para desgranar conflictos, asegura que por infidelidad debe entenderse el romper el pacto de confianza que ambos miembros de la pareja establecieron.

Se trata de ese compromiso emocional no escrito, el que ambos establecen más allá de un documento firmado, se sustenta en el amor e implica cierta exclusividad en cuanto a afectos e intimidad.

Ha llegado a acuñarse el término micro-cheating, micro engaños, para referirse a los flirteos en Internet, todos esos mensajes que van desde emojis tirando besitos hasta comentarios muy subidos de tono, y que el emisor nunca quisiera que fueran vistos por su pareja oficial.

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El asunto es que no se engaña “solo un poquito”. Se hace o no se hace y para el traicionado no existen los términos medios. Es decir, aunque ni siquiera se conozcan personalmente, aunque Él en la realidad no mida 1.85 sino 1.60 y sea más flaco que un palo de escoba en vez de esa foto de espalda y brazos musculosos que muestra en su cuenta, de todas formas estaba traicionándola, porque de las palabras que escribió a la otra no hubiera permitido que su pareja oficial conociera ni una.

Como resultado, ha quedado corroborado que las personas engañadas mediante las nuevas tecnologías sufren lo mismo que si se tratara de una traición concretada cuerpo a cuerpo.

Aun cuando abunda el criterio de que Ellos engañan más que Ellas, las infidelidades virtuales pueden asociarse lo mismo con hombres que con mujeres.

Oro parece pero plátano es

Aunque la traición virtual y aun el sexo cibernético ya no son de estreno, los vínculos que se establecen pantalla mediante continúan teniendo un atractivo especial y novedoso.

Sucede que cuando se entabla tal conocimiento, la imaginación pone más que un granito de arena por ambas partes. Las dos personas que empiezan a relacionarse, de modo consciente o inconsciente, ponen en su interlocutor todas las buenas cualidades que les gustaría encontrar en una pareja, de ahí que de ese modo van “construyendo” a su ideal del otro lado de la pantalla.

A su vez, la persona que está del otro lado por nada del mundo mostrará sus caras feas –que todos las tienen-, será únicamente bondad, tolerancia, agudeza, jocosidad, pasión... y cuantas cualidades de signo positivo quieran agregársele.

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Si a ello se añade que la convivencia, la vida concreta del día a día, es fuente inevitable de roces y mal entendidos, entonces, al quedar descartado ese escenario cotidiano concretándose el intercambio a conversar de las cosas buenas, agradables, ricas y bonitas, pues queda apuntalada la fantasía.

Habría que ver si tan perfecta construcción podría mantenerse chocando con los obstáculos cotidianos como sí lo hacen las parejas en la vida real.

De todas formas, aunque tales enlaces virtuales muchas veces carecen de anclajes sólidos, son de por sí un llamado de atención. Porque es casi seguro que algo está pasando, o mejor, algo está faltando o sobrando que causa insatisfacción, cuando Él o Ella se esfuerzan por dedicar más pensamientos y tiempo a aquel otro ente virtual que a su pareja de verdad. Y más habría que preocuparse sabiendo que para los cubanos no siempre es fácil ni económico establecer ese tipo de comunicación.

¿Ciber engaño a la cubana?

De acuerdo con un estudio realizado el año pasado por una conocida web que sirve de plataforma a personas casadas para entablar relaciones paralelas, América Latina se apunta entre los continentes con mayor cantidad de infieles. La mitad de los 2,5 millones de usuarios del sitio eran de esa geografía.

Al pedir a los usuarios que se auto caracterizaran como amantes abundaron adjetivos como expertos, capaces, fogosos, hábiles, simpáticos.

La mayoría de los hombres declaró que eran infieles sobre todo por falta de sexo con su par4eja y buscaban compañías con las que compartir sus fantasías y espantar la rutina.

Según otras indagaciones más abarcadores y también recientes, a nivel mundial el 78% de los hombres casados y el 70 % de las mujeres casadas aseguran que tendrían una relación extramatrimonial en algún momento de su vida. Y tal dato no parece excluir la Red de Redes como escenario.

Por su parte, la encuesta Second Annual State of Dating detectó que el 68% de las mujeres cree que coquetear por chat constituye una infidelidad, mientras que solo el 35% de los hombres lo considera así.

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En el caso de Cuba no es posible encontrar estadísticas sobre el tema que aquí se trata. Es lógico que así sea por las características del empleo de la Internet en la Isla. De todos modos, que no se encuentren los numeritos no quiere decir que el fenómeno nos sea ajeno. De hecho, la historia que da inicio a este texto lo demuestra.

Y tanto parece ir abriéndose espacio la infidelidad virtual por estas latitudes caribeñas que el joven cubano Alejandro Rojas, graduado de la facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y ocupado de las redes sociales en Radio Rebelde, publicó un texto en el que habla de las “nauta-parejas”.

Afirma que “no se puede negar que ahora es más fácil. Antes tenías que llegarte al bar, comprar el trago, invitar a la persona escogida, hablar, una, dos, tres horas. Ahora, un CUC, camina al parque, conéctate a Nauta WiFi, Bienvenido, Messenger, Like, 30 minutos de charla (mientras intentas amortizar ese tiempo online en algo más provechoso), dónde nos vemos...”

Más adelante, Alejandro agrega: “En Cuba, pudieras mostrarte escéptico. ¿Quién va a ir a un parque a ligar? Pues casi todos lo hacen; es más, yo lo hago. Y si el fenómeno es como lo pintan, que levante la mano aquel libre de pecado”.

No sé, no cuento con investigaciones en las que apoyarme, pero creo que muchos cubanos podrían levantar la mano. Porque aunque “ahora existe la tecnología para permitir hacer trampa mucho más fácil”, según dice este comunicador; como Esther, la cubana cuya historia da inicio a este texto,no pocos saben aquí cuánto daño pueden causar esos “juegos” y cuán importante es preservar el amor, cuando es verdadero.

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