De la vida cotidiana: ¿Dónde están los románticos?

De la vida cotidiana: ¿Dónde están los románticos?
Fecha de publicación: 
7 Noviembre 2018
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El romanticismo no va a pasar de moda. ¡Mira, yo tengo casi 50 años, estoy casada, tengo dos hijos y un nieto, y todavía me gusta que me enamoren!, comentaba uno de estos días una conocida a otra durante un encuentro fortuito en una cola, donde las personas hablan de cualquier cosa para entretenerse.

En tanto, la otra le decía: “Sí, es verdad, pero encontrarse hoy un hombre romántico es como buscar un clavel en un desierto de espinas”. El tema estaba interesante y presté atención.

La primera, entonces, le respondió: “No es tan así como tú lo afirmas, siempre aparece uno por ahí; la cuestión está en tropezarse con él, es pura suerte”.

A propósito, realicé un sondeo entre varias amigas, algunas con parejas, otras sin ellas, de diversas edades. Y descubrí, por supuesto —una verdad a cien voces—, que la mayoría cae “rendida” a los pies del primer romántico que aparezca en sus vidas, aunque ellos se manifiesten de diferentes maneras.

“No me gusta la cursilería”, dijo una, en tanto otra expresó: “me apasionan esos que llevan flores y tienen detalles a cualquier hora”. Y entre las más jovencitas, Karina explicó: “Me encantan los inteligentes, pero que sean románticos no me resulta una cualidad imprescindible”.

Claro, el romanticismo no surge de la nada. El primer ingrediente es que debe existir una fuerte atracción, si no una gran pasión o, al menos, un sentimiento especial. Esas son las primeras condiciones, la llama que después prende lo demás. 

Pero sí es cierto que los hombres románticos —y aclaro que no solo por esa cualidad— tienen suerte con sus parejas. No obstante, por supuesto, también influyen otros factores.

“Es que la vida es tan corta, que cualquier cosa te hace ilusión: un papelito debajo de la almohada, un desayuno amoroso, una invitación inesperada, una flor, un poema; todo eso alimenta la relación”, subrayó Susana, quien lleva años de casada con su primer novio.

La agilidad de la vida moderna muchas veces deja poco margen para estos pequeños detalles (al decir del cantautor brasileño Roberto Carlos), entonces el amor cae en la rutina y un tiempo después fracasa. ¡Claro está!, los románticos no se fabrican, no se hacen, sino nacen, y cualquier mujer —salvo excepciones— los prefiere.

Y tampoco es que sean románticos por serlo, por complacer a la otra, al otro. El ingrediente principal son los sentimientos, la atracción, el placer que se siente junto a esa compañía.

¿Quién no perece ante estos versos?

“Puedo escribir los versos más tristes esta noche/ Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido/ Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella/ Y el verso cae al alma como al pasto el rocío/ Qué importa que mi amor no pudiera guardarla/ La noche está estrellada y ella no está conmigo”. (Pablo Neruda)

O “(…) cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo”. (Jaime Sabines)

Y no podía faltar Mario Benedetti: “Porque tú siempre existes dondequiera/ pero existes mejor donde te quiero/ porque tu boca es sangre/ y tienes frío/ tengo que amarte amor/ tengo que amarte/ aunque esta herida duela como dos/ aunque te busque y no te encuentre/ y aunque la noche pase y yo te tenga/ y no".

Esos son los grandes, los poetas de hoy y de siempre, y no hay que ser tan pretensiosas. Pero en cambio, podemos contentarnos con “las tres cosas que hacen los hombres románticos”, según dice una página en internet: Mensajes de amor, regalos sorpresa y  pequeños detalles.

A estos últimos, en lo particular, les doy gran importancia, pues, como la palabra lo dice, para ello no se requieren grandes recursos, solo poner la imaginación a volar y descubrir qué hace feliz a la pareja.

Todo parece indicar que el romanticismo no va a morir nunca; existe al margen de edades, razas, sexo, y una determinada educación. Es, simplemente, una aptitud ante la vida. Quienes poseen esta cualidad, ¡bendecidos! sean, porque, a decir verdad, a casi todas nos gusta, aunque algunas se hagan las “duras” y afirmen que “un romántico” puede o no ser de su preferencia.

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