MIRAR(NOS): El sexo sin día después
especiales
En primerísimo lugar pido perdón a los lectores que buscaron cada viernes esta sección. Cuestiones ajenas a mi voluntad (aunque la sometían del todo) pusieron una pausa a nuestro encuentro semanal.
¿Ya me perdonó? Hágalo pronto para que pueda, con calma y sin malas vibras, adentrarse en el tópico que le propongo hoy.
Comienzo con una interrogante: ¿Qué entendemos por sexo casual?
Obviamente, involucran a dos (¿o más?) personas que se acaban de conocer, se conocen hace poco o se consideran amigos. De mutuo acuerdo no tienen interés en llevar la relación más allá del revolcón. O sea, también incluye a los “amigos con beneficios”. No hay nombres ni etiquetas, es sexo por sexo, así, sin más.
Hasta este punto todo bien. Sin mayores complicaciones y sin daños a terceros. El problema surge entonces cuando, una de las partes (casi siempre la femenina) empieza a sentir nostalgia cuando llega una hora indeterminada y la otra persona no llega o inclusive cuando la ve flirtear con alguien más. Hago la aclaración que las relaciones donde la norma es el sexo sin día después no dan derecho de exclusividad sobre la contraparte.
Nadie estará ajeno ni molesto si comento que los hombres, por supuesto, son los más interesados en relaciones sin vínculos emocionales mientras que nosotras procuramos el sexo sin compromiso apenas como una experiencia, como algo de lo que no queremos que nos cuenten: ¡queremos vivirlo!
Una amiga psicóloga, mientras supo que yo preparaba este tema, me comentó que para ella el sexo ocasional es productivo únicamente para los fabricantes de condones. Jamás para una sociedad en franca evolución que busca encontrar una solución al tema de su población envejecida.
Un estudio de 2014 publicado en la revista Social Psychological & Personality Science dio a conocer lo que yo no esperaba. Y eso que han pasado algunos años y la modernidad se impone.
Bueno, entrando en el meollo, la conclusión era que el sexo sin ataduras aumentaba la satisfacción de las mujeres y como sexo al fin y al cabo liberaba los niveles de estrés, ansiedad y depresión.
Me imagino que esto último tendría que ver con el hecho de sentirnos (nosotras) deseadas o lo que es lo mismo objeto de deseo al menos para alguien en el universo. Un hecho que, indiscutiblemente, da más ganas de peinarse, de arreglarse, hasta de salir a la calle.
A mí no me juzgue porque mi rubor de aldea, aunque llevo años con esta columna, me delata entre las multitudes. De tal modo, cualquiera, si esta columna se leyera por un altavoz, podría señalarme entre miles.
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