Rusia 2018: La épica de los belgas vs la marcialidad nipona
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La estocada mortal cayó justo en el instante en el que parecían más próximos a la victoria los nipones, tras la entrada de Honda y par de atajadas de Courtois en la arena Rostov. Una obra de arte llamada contragolpe, cuatro toques mágicos a ritmo de vértigo, con el extra que quedaba en las piernas de los belgas, muestra sólida de juego colectivo y carácter, que Chadli se encargó de coronar para romper un estigma en materia de remontadas perdiendo 0-2 en Copas del Mundo que databa de la edición de 1954.
Confieso que al igual que Roberto Martínez, Marc Wilmots, Enzo Scifo, Hazard y cada uno de los 12 millones de habitantes que posee Bélgica, respiro algo de satisfacción. Satisfacción que durará poco pues Brasil, el once de mi predilección, y los Diablos Rojos, se cruzarán en una batalla titánica de cuartos de final.
Dejavú de lo que en más de una ocasión ha sucedido entre holandeses y brasileiros y que al parecer estoy destinado a que se repita.
El partido
Épica en toda su dimensión, ese es el calificativo de la remontada belga, cuando muy pocos pensaban que Japón se plantaría de tal manera sobre la cancha. Lo cierto es que los 41 466 espectadores y millones de hinchas del más universal vivieron unos 94 minutos de vértigo.
A punto estuvieron los nipones de hacer historia y colarse por primera vez en cuartos de final de un Mundial, pero los privaron de ese sueño cuatro toques: esa contra que involucró a Kevin De Bruyne, Eden Hazard, Thomas Meunier, y Chadli que entró de cambio por un Yannick Carrasco empantanado y logró rescatar a los suyos, luego de mostrarse incisivo por el carril izquierdo.
Estuvieron a punto los belgas, con generación dorada incluida, de sucumbir a la usanza de Alemania, Argentina, España y Portugal, pero a duras penas escaparon. Eso sí, enfrente tuvieron a unos nipones sin complejos, presionando con rigor, corriendo como atletas, multiplicados en todos los sectores, virtudes propias de la armada de Akira Nishino.
En esa oleada de pretensiones los belgas se sintieron incómodos y Kagawa tuvo la primera clara, solo que su disparo salió por fuera.
La respuesta de los Diablos fue inmediata: tomaron el balón, se volcaron al ataque y Mertens fungió como mariscal de campo de las acciones ofensivas. Su yunta con Eden Hazard se convirtió en una pesadilla para los del Sol Naciente.
Lukaku tuvo par de oportunidades, eso sí, no muy claras y que se desvanecieron. Esa ausencia de verticalidad o efectividad preocupaba, y los nipones, como felinos acechantes, esperaban aprovechar cualquier fisura de los europeos. Nagamoto los enervó sin consecuencias mayores. Así concluyó el primer episodio.
Con el complemento en sus albores el propio Nagamoto centró y Genki Haraguchi cruzó con su disparo a Courtois. Inesperado 1-0 al 48. Eso no fue todo, un segundo mazazo ante una Bélgica descolocada llegaría cuatro minutos más tarde, salido de los portentosos botines de Inui, latigazo desde fuera del área, inalcanzable a la derecha del meta belga.
En evidencia quedaron los tres centrales belgas y se desmoronaba el planteamiento de Roberto Martínez ante las vertiginosas internadas niponas por ambos laterales.
Entonces comenzó la reacción. Bélgica subió las revoluciones y puso en evidencia las falencias de sus oponentes. Una mala salida de Kawashima, un despeje al tuntún y un centro de cabeza de Vertonghen que se cuela en la portería. De forma inexplicable colgó al arquero. Inexplicable, pero real.
En lo anímico continuaba carburando a todo tren la selección belga. Hazard dijo presente y su centro se encargó de anidarlo
Fellaini para poner el 2-2 a falta de 15 minutos. Agonizaba el reloj. Cronos presagiaba alargue, el tercero de la justa, Kawashima tuvo tres paradones en cuestiones de minutos…
Sin embargo no pudo evitar la lección magistral del adiós. Una de carácter, espíritu colectivo y talento en un solo saco.
Así de complicado, pero con la felicidad dibujada en sus rostros, Bélgica se cita con Brasil en cuartos de final.
“Cuando tiramos el tiro libre y el corner queríamos decidir el partido. Terminarlo. Por supuesto que en ese momento pensábamos que como mucho nos íbamos a ir al tiempo suplementario, pero no creía que iban a hacer semejante contraataque. Mis jugadores tampoco lo esperaban y en pocos segundos la pelota entró al arco. En ese momento me cuestioné a mí y cómo habíamos manejado la ventaja. No creo que haya que culpar a los jugadores: fue mi culpa que hayamos perdido el control del partido y que nos hayan dado vuelta el resultado. Me culpo a mí y cuestiono mis tácticas”, expresó el técnico nipón Nishino al terminar el duelo, algo que refleja las potencialidades del elenco belga y la sorpresa de la jugada del adiós.
Una pincelada: El valor de mercado de los jugadores de la selección de Bélgica supera los 525 millones de euros en Transfermarkt. Solo el combinado de España tiene una tasación mayor que el belga.
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