Virgilio: el escritor total
especiales
De Virgilio Piñera siempre queda tinta en el tintero. La dimensión de este escritor cubano, uno de nuestros más indiscutibles clásicos, es tan abarcadora, que bastaría una de sus múltiples aristas para armar un cuerpo teórico. Poeta, narrador, dramaturgo… cultivó todos los géneros literarios, fue además un periodista del día a día, editor de textos, traductor… Y por si fuera poco, un polemista encendido.
Lo singular es que en todas sus facetas destacó entre sus contemporáneos —aunque muchos no lo reconocieran en vida del autor—. Su poesía a algunos les parecía demasiado oscura, sórdida en ocasiones (hasta francamente grosera), o, por el contrario, demasiado elitista… Lo cierto es que era, ante todo, muy personal: su visión nunca fue complaciente, y siempre estuvo marcada por una ironía por momentos dolorosa, por momentos algo cínica, siempre cáustica.
Sus cuentos y novelas dejaron a más de uno con la boca abierta, no solo por la esencialidad de su prosa (parecía que estaban las palabras justas, ni más ni menos), sino por ese regodeo —para algunos morboso— en el absurdo, esa exploración cortante en la sensibilidad humana. No podría decirse que era un narrador optimista: sus personajes casi siempre se debatían en la imposibilidad. Pero al mismo tiempo, casi todo estaba asumido con humor.
Como periodista escribió artículos para Lunes de Revolución, ese mítico suplemento en el que Piñera fue también editor. Casi siempre firmaba con pseudónimo, pero su estilo era inconfundible.
Pero indudablemente, el clímax de su creación literaria son sus textos teatrales. Hay que decirlo con todas sus letras: Virgilio Piñera es el más importante dramaturgo de toda la historia cubana. Su obra es disímil (aunque es posible identificar constantes creativas: el hombre atrapado por sus circunstancias), va desde textos de un decidido (y hasta inquietante) realismo, como Aire frío, hasta otros con una mayor vocación metafórica, llenos de alusiones.
Electra Garrigó, muy probablemente, sea su principal obra. Pocas veces se había visto una simbiosis tan perfecta de la tradición clásica con la idiosincrasia nacional.
Virgilio Piñera vivió para escribir, era el sentido primero de su vida. Lo demás fue una existencia marcada por los prejuicios, las incomprensiones y también la mala voluntad expresa de autoridades culturales de esos años. No era, se sabe, una persona fácil, pero en eso sin dudas tuvo que ver la vida que tuvo, que le obligaron a tener.
En los años más oscuros de la intolerancia contra los homosexuales, cuando a Virgilio le cerraron casi todas las puertas, cuando ni siquiera se ponían en escena sus obras, alguien le preguntó por qué no se iba de Cuba (sus textos eran publicados por editoriales extranjeras). Respondió: Sé que valdrá la pena quedarme aquí, valdrá la pena que siga escribiendo.
Fueron palabras proféticas.
Un coloquio para Virgilio
Unos 40 intelectuales de España, Estados Unidos, México, Noruega, Reino Unido, Argentina, Perú, Venezuela, Italia, Lituania, Hungría y Cuba se reúnen en La Habana en el Coloquio Internacional Piñera tal cual.
Múltiples aristas, algunas poco conocidas e íntimas, sobre la vida y obra del afamado escritor y dramaturgo cubano Virgilio Piñera (1912-1979) centran los debates del evento, que tiene como escenario el Colegio Universitario de San Jerónimo, en el centro histórico de La Habana.
Temas asociados a facetas suyas como narrador, poeta, dramaturgo, traductor, ensayista, articulista, crítico, editor y promotor cultural son debatidos en ocho paneles, en los cuales también se abordan otros aspectos de su vida privada como la relación con familiares, amigos y discípulos, dice la agencia Prensa Latina.
Durante el foro, los estudiosos ofrecen detalles sobre algunas piezas teatrales inéditas e inconclusas de Piñera, la presencia de sus obras en escenarios nacionales e internacionales, los procesos creativos y narrativos, así como sus aportes a la tradición cubana y la lengua española.
También debaten en torno a su legado artístico, la construcción de los personajes, la manera de reflejar sus vivencias personales y perseverar ante las dificultades, y las controversias con autores de su tiempo.
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