Una bienal inmensa

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Una bienal inmensa
Fecha de publicación: 
11 Junio 2012
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Una Bienal inabarcable, esa ha sido la oncena edición de una cita que ha incrementado la cantidad de expositores y acciones artísticas. A primera vista, las exorbitantes cifras de inauguraciones y participantes pudieran inducir a pensar que ha sido la mejor bienal de los últimos tiempos. Pero cuidado, porque mucho no significa necesariamente bueno. Y si es cierto que en esta oportunidad hemos apreciado propuestas de mucho valor, también ha abundado el intento fallido, fuera de lugar, irrelevante.

El reclamo de muchos especialistas sigue siendo una programación más concisa, sustanciosa y que tenga más que ver la línea temática y las peculiaridades del encuentro. O quizás, simplemente, que se abandone la pretensión de un tema central, que puede resultar en algún momento un cepo. A lo que no tendrían que renunciar los organizadores es a un cuerpo de exposiciones y acciones plásticas más reducido y al mismo tiempo, más contundente.

Detalle de Casa tomada, en la fachada del teatro Fausto.

Eso no significa, por supuesto, que se abandone el interés por el público general, no habituado a enfrentarse con acciones plásticas. Ese que no asiste casi nunca a las galerías y que en las jornadas de la Bienal se encuentra a su paso una instalación, un performance que lo saca aunque sea por un momento de su cotidianidad. Ese ha sido, sin dudas, el mayor privilegiado en esta edición. Aunque, hay que reconocerlo, no todas las propuestas ubicadas en espacios públicos, en plena calle, cumplieron las expectativas de un público más conocedor, o incluso, del menos enterado.

En el Malecón, por ejemplo, se ubicaron obras muy interesantes por sus propuestas formales y conceptuales y otras en las que la peculiaridad del mensaje no estaba respaldada por un resultado estético consistente.

Pero, insistamos, la responsabilidad última no es de los creadores. El equipo de curadores del encuentro —en el que abundan destacados especialistas— debería establecer cánones más rigurosos. Para exponer obras mediocres hay todo un año, en la Bienal solo debe clasificar lo verdaderamente relevante. De esta manera, la cita podría ser valorada más justamente. En las circunstancias actuales, es difícil que algún crítico haya podido apreciar todas las exposiciones y acciones, en medio del aluvión, alguna perla siempre escapará.

Claro, la convocatoria de la Bienal es demasiado tentadora. Por eso también es inmenso el número de exposiciones que se inscriben en el programa colateral (o que ni siquiera se inscriben, sencillamente aprovechan la sombrilla del encuentro), entre las que, por cierto, suele haber propuestas más interesantes que algunas de las muestras “oficiales”.

Performance en el Centro Wifredo Lam.

Si el único objetivo de la Bienal de La Habana es llamar la atención de la gente, ofrecer una programación poco común a la mayor cantidad de espectadores, acercar a públicos no habituales, pues esta edición sin dudas ha sido un éxito. Pero, francamente, eso también puede lograrse (y en mayor medida, incluso) discriminando con inteligencia y sentido de la coherencia. Es probable que tengamos una bienal más pequeña, pero sin dudas será mejor.

Es necesario también ampliar el espectro temático, resulta un poco ingenuo pretender que los creadores se atengan a un lema. (De hecho, buena parte de las propuestas apenas visten esa camisa de fuerza). Quizás más que temas concretos haya que propiciar acercamientos más novedosos, prácticas artísticas, retos del arte contemporáneo.

Y por último, una inquietud: hace rato que el encuentro ha dejado de ser bienal, ¿por qué insistir con el nombre? Si se sigue organizado cada tres años, sería hora de llamarlo Trienal de La Habana.

 

Performance de Manuel Mendive.

Se insiste una y otra vez en que esta, a diferencia de otras bienales del mundo, está más orientada al público que al mercado del arte, se habla mucho de la escasez de recursos, de la humildad de la convocatoria. Pues entonces abandonemos esta manía del gigantismo. Hagamos una bienal (o trienal) mucho más concentrada y valiosa. El hecho de que las leyes del mercado no la definan es una gran oportunidad.

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