Caminando por la «Tierra oscura» de Mario García Portela (+ FOTOS)

Caminando por la «Tierra oscura» de Mario García Portela (+ FOTOS)
Fecha de publicación: 
31 Mayo 2012
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«El paisaje es la casa grande del hombre, de todos los hombres. Allí anidan sus sueños y también sus vidas, las alegrías y las tristezas, los recuerdos y el tiempo, visto desde una dimensión mayor. Pintarlo es pintarnos a nosotros mismos, porque lo que hacemos es reconstruir parte de la historia personal y colectiva».

 

Con estas palabras abrió el catálogo de la exposición del pintor cubano Mario García Portela «Retratos del bosque» de 2007, escritas por Toni Piñera y que sirven para definir sin estereotipos el trabajo de este maestro del movimiento paisajístico cubano. Al mismo tiempo, son el pretexto ideal para invitarlo a conversar sobre sus proyectos inmediatos y sobre algunas peculiaridades de su obra pictórica, que es lo mismo, que su relación con la naturaleza.

Cinco años después de su última presentación, el artista prepara una nueva muestra de su pintura, en la que viene trabajando hace algún tiempo. «Tierra oscura» es el nombre que llevará el conjunto que podrá ser apreciado en la segunda mitad del año en la galería El reino de este mundo de la Biblioteca Nacional José Martí. En ella García Portela vuelve sobre sus temas de siempre, el entorno natural, el bosque, y fundamentalmente, los árboles, para con su habitual manera de utilizar los colores, hacernos «mirar mirándonos» a través de los fragmentos del paisaje que nos propone.
 

«“Tierra oscura” es otra muestra de las formas de mi trabajo. En ella está presente nuevamente la tierra, desde una perspectiva muy barroca, pues utilizo mucho el contraste de luz y sombra. De igual modo, es una visión de la  tierra como planeta para llamar de algún modo la atención sobre la “oscuridad” que se cierne sobre ella».

Para la exposición que se avecina, Mario García Portela está preparando un grupo de cuadros a tamaño natural. Este detalle no es el único revelador de los rumbos artísticos por donde se mueven ahora mismo las necesidades expresivas del autor. Las imágenes están compuestas fragmentadamente, unas y otras forman un rompecabezas donde cada una de sus piezas tiene vida y significados propios, sin que rompan el discurso final. Todo ello para reafirmarnos que la importancia del todo radica precisamente en la savia que podemos extraer de cada una de las partes que lo componen. En ellos están presentes fracciones de la vida que transcurre en este minuto, donde un hombre puede ser la síntesis de la humanidad toda, y de la vida que fue, cuyos pedazos queridos se reacomodan en la memoria del autor, bajo otra luz quizá, pero sin perder su relevancia.  

«La exposición no necesariamente tiene que decir que es cubana. Tengo el empeño de universalizar el paisaje. Son cuadros que se separan, abordan la idea de la fragmentación de la unidad a través de los troncos que guardan la energía, la huella del hombre, etc. Esa desintegración refleja la del mundo, la que vive la familia, etc.».

Una vez más el árbol es la presencia ineludible en esta nueva entrega. Y es que en la obra de este pintor pinareño, deudor de Domingo Ramos y Tiburcio Lorenzo, este ha sido uno de los componentes de la naturaleza más revisitado, siempre con el objetivo expreso de dignificarlo, sacarlo de su posible anonimato para proponer otras lecturas.

«Básicamente la relación mía con la naturaleza es a partir de los árboles y sus troncos. Yo tengo centenares de fotos de casi todos los troncos del Vedado. Por donde camino me gusta salir con la camarita y detenerme a tirar fotos, según la luz que esté dando sobre un árbol. Tengo más imágenes de eso que de otro tipo de cosas. Sobre todo en los últimos años, quizás influenciado por vivir aquí y tener frente esos troncos que son una maravilla. En Pinar del Río yo vivía en la ciudad y no veía esa cantidad de troncos tan hermosos. Me ha interesado mucho el problema del árbol. Yo veo en él una cosa tan importante, siempre lo he respetado mucho».

Para la exposición que se avecina, Mario García Portela está utilizando nuevamente la gama cromática que constituye su estilo propio: los blancos, las tierras, la sombra tostada, el ocre, el amarillo. Estos son sus colores identitarios, y vienen de un lejano lugar muy dentro suyo, más allá de un acomodamiento por sus problemas de la vista.

«Estos colores son unos colores muy neutros. A mí no me llaman la atención, no me gustan para trabajar los colores primarios y secundarios. Ningún color de los míos es ni primario ni secundario. Quizás es lo contrario a lo que hace todo el mundo, pero yo no lo hago para ir en contra de nadie, sino porque me gusta, tal vez influenciado por mi mamá, que pintaba muy bien y era profesora de primaria y le gustaba mucho esa gama de colores».

En su taller del Vedado el artista va componiendo lo que será la más reciente muestra de su camino expresivo. Le cuesta trabajo dar por terminada una obra. Hasta dar la pincelada definitiva pueden pasar muchos meses y el cuadro puede, incluso, haber sido expuesto; lo que indudablemente habla de su preocupación constante por el detalle. Pintar un nuevo cuadro, seguirlo entre sueños, afanosamente, se convierte en una aventura que no está dispuesto a dejar de vivir.

«Me sigue pasando lo mismo que cuando comencé a pintar. Cuando estoy pintando, me parece que es el mejor cuadro del mundo, pero hay que hablar con el cuadro. Te tiene que decir lo que necesita, lo que le falta y le sobra, porque a veces somos muy barrocos y recargamos las pinturas. Hay que ser valiente, es lo que he aprendido, y  dejarlo respirar. Cuando regresas a él, si tienes que rehacerlo, pues se rehace».

Tomado de http://criaturadeisla.wordpress.com

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