Alicia Alonso: La cultura es lo más precioso de la vida
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La cultura es lo más precioso de la vida y las personas no solo poseen el derecho de tenerla, sino que es un deber de los gobiernos dársela al pueblo, afirma Alicia Alonso, prima ballerina assoluta de América y el mundo.
En entrevista con La Jornada, la coreógrafa cubana, icono del arte universal contemporáneo, considera que en muchos países se piensa que el ballet es una disciplina elitista, “y lo era porque empezó en las cortes europeas y porque en la actualidad una producción cuesta muchísimo dinero, exceptuando cuando los gobiernos se dan cuenta de la importancia de la cultura para el pueblo.
“En Cuba, es mínimo el precio para asistir a una función de ballet, y cursar la carrera de bailarín no cuesta nada. La cultura es costosa en casi todos los países, es cierto, por eso necesita de la voluntad política, porque todo el mundo tiene el derecho de tenerla. Es un deber de los gobiernos que la tengan todos.
"La cultura, una de las partes más preciosas de la vida, la tenemos aquí, y por lo menos tratamos de que no se pierda ni un solo muchacho que tenga talento para bailar; lo tomamos enseguida y lo preparamos."
Impulsora del sicoballet
Cuando Alicia Alonso describe la vocación de servicio que debe tener el arte, de inmediato habla del sicoballet, método que ella impulsó hace casi 40 años, en colaboración con la sicóloga Georgina Fariñas, para la atención de niños y jóvenes, principalmente con problemas siconeurológicos (descrito en estas páginas el pasado 26 de mayo).
“Creo mucho en la danza, no sólo por lo que he hecho y aprendido a través de ella –añade–; todas las personas, cuando bailan, tienen cara de felicidad, y cuando terminan de hacerlo están satisfechas con la vida.
“El baile reúne el arte de la música y el movimiento, eso es maravilloso y fundamenta una teoría que tengo: a través de la danza uno puede conquistar muchas cosas en la vida porque se ejercita el físico y la mente del ser humano.
“Por eso comencé a trabajar con niños con diversos problemas y le llamé sicoballet; me busqué un equipo pequeño y era muy sencillo enseñarles el movimiento, sin que fuera una clase difícil. Según la edad, les contaba una historia a los pequeños, por ejemplo, los invitaba a imaginar que eran unos aviones o unas flores, y les preguntaba: ¿cómo se mueve una flor?
“A los muchachitos les decía: ahora ustedes, los aviones, den un salto desde las nubes alrededor de la flor, pero no la lastimen. Ellos comprendían de inmediato y no sabes lo lindo que lo hacían. Era tan humanamente lindo, que esas clases han sido lo mejor de mi carrera. Entonces yo era directora del Ballet Nacional, además de bailarina, tenía que ensayar; la doctora Fariñas me ayudó muchísimo, luego se hizo cargo de todo.
“Hicimos mucho trabajo no sólo con los muchachos, sino con los padres. Había una niñita que tenía una piernas delgaditas y le ponían unas medias coloradas tan escandalosas y tan llamativas que una vez hizo un dibujo de una muñequita sin piernas.
"Llamé a la mamá y le pedí que cuidara a su hija, que le pusiera unas medias más sencillas, y esa niña cambió, su carita fue otra con algo tan simple. Pero eso siempre pasa: los padres y las madres, queriendo tanto a sus hijos, a veces los sofocan y no se dan cuenta que necesitan sólo lo más sencillo."
El mundo se detiene alrededor de la maestra Alicia Alonso cuando llega a cualquier lugar, dejando un delicado rastro de perfume y siempre del brazo de su esposo Pedro Simón, convertido en sus ojos debido a que ella, desde los 19 años de edad, padece ceguera parcial.
Un día antes de recibir a La Jornada en su oficina del Ballet Nacional de Cuba, la coreógrafa asistió a una multitudinaria rueda de prensa para anunciar el festival Huella de España, organizado por la comunidad andaluza radicada en la isla, la cual le rinde homenaje estos días y hasta el 3 de junio.
Allí, decenas de reporteros fotografiaron cada uno de su movimientos y los admiradores que lograron entrar al acto se apretujaban frente a ella para expresarle su cariño; algunos funcionarios lograban abrazarla.
Alguien le preguntó entonces: "¿qué le gustaría hacer, maestra?"
Ella, sin dudarlo, respondió con cierta nostalgia: "¿ahora mismo?, estar en el malecón".
"¡Uff!, eso es algo casi imposible para ella", comentó uno de sus colaboradores, "¿se imaginan a Alicia Alonso sentada en el malecón de La Habana? Nadie la dejaría en paz, por eso casi no asiste a lugares públicos. El cariño de las personas es muy grande, es cierto, pero también la agobia demasiado".
Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo nació en La Habana, Cuba, el 21 de diciembre de 1920. Este año celebrará su cumpleaños número 92 y está convencida de que vivirá, al menos, hasta los 200, igual de lúcida y fresca que ahora.
Arte para enriquecer el mundo
Por lo pronto, Alicia prepara un viaje a México para el próximo mes, donde recibirá un homenaje en Veracruz, y otro a Sudáfrica, sin contar con las actividades y asuntos que a diario trata en Cuba, como el Festival Internacional de Ballet de La Habana, que comenzará en octubre, así como la preparación de tres estrenos.
Incansable, Alicia Alonso es un roble: “Mi motor está en la cabeza, en la vida misma. Si tuviera temor a la vida yo sería una inútil. La vida se construye de ser útil. Si me siento a descansar me equivoco. ¿Para qué descansar ahora si en un futuro voy a tener mucho tiempo para hacerlo? Ahora no se descansa. Ahora se vive. Aquí se está para ser útil y dejar algo bueno en la tierra.
"Mientras viva, estoy tratando de hacer cosas buenas; quizá me equivoque algunas veces, pero por lo menos estoy tratando de hacerlas. Esa es la vida, ese es el valor de mi vida, lo que mantiene mirando hacia el futuro", dice con su firme y dulce acento habanero.
La prima ballerina assoluta recuerda que desde niña se enamoró de la danza:
“Me ponían la musiquita del disco y yo bailaba con una toalla. Pero mi primera clase de ballet fue a los ocho años, a la cual, por cierto, llegué tarde, pero desde ese momento no me le desprendí nunca; es más, si me invitaban a una fiesta o un cumpleaños, me quedaba callada para que no me obligaran a ir y no perderme mi clase de ballet, la cual estaba por encima de todo.
“Bailaba mañana, tarde y noche. Fui una maniática. Me ponía mis zapatillas de punta y así me la pasaba por la casa; le abría la puerta a mi padre bailando en puntas y mi madre le decía: ‘creo que nuestra hija nunca va a caminar normal’.
"Aquí en Cuba existen muchos jóvenes con esa misma pasión. También los he encontrado en otros países, pero en algunos lugares sucede que no tienen las mismas facilidades, y vienen a tomar los cursos que damos para ayudar a enriquecer el mundo."
Dentro de muchos años, concluye Alonso, "Cuba seguirá viviendo, de una forma o de otra, positiva siempre, eso sí, porque todo lo negativo nunca sobrevive, se pierde. Por eso, a la vida, lo único que le pido es tiempo, más tiempo. ¡Voy a vivir 200 años!", y aplaude al tiempo que suelta una carcajada que no deja duda de su luminosa eternidad.
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