Reapertura de las posadas: Viajar en el tiempo… con dinero o ¿sin él?

Reapertura de las posadas: Viajar en el tiempo… con dinero o ¿sin él?
Fecha de publicación: 
6 Julio 2017
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Como si de la película Regreso al futuro se tratase, recuerdo pláticas o anécdotas de mis tíos, mi padrastro Víctor, de principio de los 90, sobre precios, habitaciones de hoteles, las famosas posadas que servían de nido de amor a romances, por lo general furtivos…

«Rentar una habitación por una noche en el Habana Libre te costaba 24 pesos. Las posadas, menos de la mitad… Claro, era la época en que el dinero realmente tenía su valor», me dijo mi padrastro.

Había muchas, según un artículo publicado en el periódico Trabajadores por Gabino Manguela, 60 hacia 1973, y 30 en 1989.

La de los ochenta del pasado siglo ha sido considerada por muchos como la década de las vacas gordas en nuestra Cuba.

De las más mentadas, y que tras el azote del Período Especial fueron destinadas a otros usos, se hallaban la de 11 y 24, en el Vedado; Ayestarán y Pedro Pérez, en el Cerro; la de Reloj Club, o la de la Monumental, esta última para aquellos que tuvieran carro.

No pude acumular experiencia alguna en esos locales. Para cuando desarrollé el gen del amor, las posadas habían sido extintas y reemplazadas por los llamados cuartos de alquiler o habitaciones para desatar el libido e intimar con la novia de turno, si el ambiente en casa se antojaba una carrera de 3 000 metros con obstáculos.

Lo cierto es que diversas variables convergen cuando se radiografía esta cuestión, traída nuevamente a la luz a raíz de la decisión de la Empresa Provincial de Alojamiento de La Habana de rescatar estos inmuebles, con la enclavada en Vento y Santa Catalina como pionera, a partir de septiembre próximo.

Claro, que los meses de julio y agosto, entiéndase verano y vacaciones, se antojan propicios para cortar la cinta de una o varias de estas instalaciones, sobre todo si se tiene en cuenta la «fogosidad» de los cubanos, y la tendencia creciente a iniciarse en materia de relaciones sexuales desde la mediana adolescencia.

Para entender contextos

Las posadas proliferaron justamente en la década de los 70. Desde entonces y hasta la fecha, sin mucha variación, la situación de la vivienda ha sido una de las temáticas más complicadas en nuestra sociedad. Hablamos de dos y hasta tres generaciones como promedio conviviendo en una misma casa. Con esos truenos, poder tener privacidad e intimar con su pareja podía considerarse un privilegio reservado a unos pocos con mejores condiciones bajo su techo.

Los hoteles eran una vía de escape accesible para muchos, por su módico precio y las condiciones que reunían. Como históricamente ha sucedido y en consonancia con su volumen de ingreso, siempre tenía la posibilidad de decantarse entre una y otra variante. Quizás esas opciones permitían que el desenfreno pasional no hubiese proliferado en parques, lugares apartados, recovecos o hasta el muro del Malecón, como sucede por nuestros días.

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Los daños colaterales que se derivaron de la caída del campo socialista para la economía cubana fueron muchos y devastadores, en algunos casos. La apertura a la inversión extranjera y la potenciación del turismo foráneo como uno de los principales renglones, a tono con las bondades de nuestro clima, la seguridad y hospitalidad de nuestro pueblo, además de las ventajosas ofertas en materia de precios, condujeron a una época, desde mediados de los 90 hasta el 2008, en que los hoteles estuvieron vedados para el turismo nacional.

Como válvula alternativa para saciar los deseos y ese fuego pasional surgieron los llamados alquileres por horas. Habitaciones que pueden semejar incluso hasta una suite de un Meliá o Iberostar. Aires acondicionados, camas con extremo confort, minibar, espejos en paredes, techos o ángulos más insospechados para recrear cada instante o punto climático, pulcritud con juegos de sábanas y toallas «de afuera», hasta servicio de catering. Eso sí, el precio inicial, si solo dispone de la habitación por un espacio de tiempo de tres horas, sin ingerir bebida o alimento alguno —casi imposible esto, si de placer real estamos hablando—, es de cinco cuc (pesos convertibles).

Golpe de actualidad

Reza un adagio añejo que el hombre piensa como vive. Ahora bien: si su nivel de ingresos no le permite costearse un cuarto en la llamada franja del romance, comprendida entre el entronque de la Cujae y Fontanar, a ambos lados de la avenida Rancho Boyeros, estaba esperando con ansiedad una noticia como la de la reapertura de las posadas. Incluso debe ya estar haciendo cálculos, lanzando voladores y contando los minutos hasta que se presente el «lejano septiembre».

Hasta entonces, muchos harán subterfugios para continuar satisfaciendo sus deseos más carnales. Otros, en cambio, continuarán demoliendo con sus actos al pudor y otras cuestiones asociadas con ciertos preceptos y normas preestablecidas.

No es secreto que el arte de ligar, o descargar, por estos días se ha diversificado mucho, al punto de no ser exclusivamente los sentimientos los móviles de unas horas de sexo, pasión o romance.

Pensando objetivamente y dando una ojeada al salario o posible capital disponible, estaríamos hablando de una media nacional de 740 pesos hacia el cierre del 2016, muy superior a los 466 con que cerró el 2012. Claro, esto no se puede mirar con un prisma vertical. Por lo general, los sectores poblacionales más necesitados son los que mayor grado de contención o más dolores de cabeza tienen con sus necesidades carnales. Hablamos para los sectores bendecidos que elevan esa media —la industria azucarera (1 246), la explotación de minas y canteras (1 218), la intermediación financiera (1 032) y la agricultura, ganadería, silvicultura y pesca (991)— de un ingreso de 30.83 pesos diarios.

Digamos que tres horas de placer, a medias, si se tiene en cuenta que reducirá su estancia al uso exclusivo de la habitación, para no sobrepasar los cinco cuc, se traducirían en cuatro días de trabajo; eso, si sus ingresos son iguales a la media.

Cuatro días de trabajo, dándose un gustazo y luego soportando, como dice el refrán, más de un trancazo, cuando de satisfacer otras necesidades no menos elementales se trate.

Pero al cuerpo, de vez en vez, hay que darle sus gustos. ¿A qué precio? Aún no están definidas las tarifas para la reapertura de las posadas, o al menos Alfonso Muñoz, director de la Empresa Provincial de Alojamiento de La Habana, no pudo ofrecerlas al colega Gabino Manguela. Los estándares para esta cruzada estatal están bien altos, pues los arrendadores privados conjugan confort, higiene, privacidad y otros servicios de calidad y personalizados.

Pienso en temas que se popularizaron en los 80, como La Habana no aguanta más, de Juan Formell y Los Van Van; en la tensa situación de convivencia imperante en disímiles hogares cubanos; en nuestro temperamento latino; en la creciente tendencia a romper el hielo e iniciarse sexualmente cada vez más temprano; en el Habana Libre, Riviera u Hotel Nacional; en la caída del campo socialista; 24 pesos; cinco cuc mínimo…

Traigo al presente los diálogos con mi padrastro, mis tíos. Viajo en el tiempo y visualizo una posada. Concuerdo con la idea, es necesario ampliarle el espectro de opciones u ofertas a la población, a los sectores de menores ingresos…

Me pregunto cuáles serán las tarifas nuevas a partir de septiembre. No soy de los que cuento los minutos, pero una conclusión es inobjetable: las flechas de Cupido cada vez se encarecen más, como también la posibilidad de satisfacer una necesidad tan carnal como la evolución misma del hombre.

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