Una singular escuela que cumple 70 años

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Una singular escuela que cumple 70 años
Fecha de publicación: 
1 Julio 2017
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Yo escribía sólo con una mano y la jefa de la redacción nacional de entonces temía que no pudiera elaborar los minutos necesarios para llegar a la norma de diez. Yo estaba practicando, eran las semanas finales de 1989.

Esos fueron mis primeros pasos en Radio Reloj. Entré oficialmente en su plantilla el primero de enero de 1990 y allí estuve por diez años. Hice madrugadas y pasó un buen tiempo hasta que entrara en el matutino, el turno que preparaba los boletines del arranque del día. Eran turnos rotativos, de los periodistas más seguros. Había que ganárselo.

Luego pasé a la redacción internacional y me metí de lleno en el complejo mundo de cuando desapareció Europa del Este, de Yeltsin el cambio de color de mi querida Moscú y creo que dos años después ya estaba en la Revista Semanal.

¿Qué aprendí en Radio Reloj?. En primer término la síntesis. En segundo lugar la rapidez. La preocupación de Marta era real: con una mano se escribe lógicamente mucho más lento que con las dos. Pero Reloj no sólo desarrolla la rapidez de los dedos sino a pensar. Eso lo viví muchas veces: un golpe de estado, un terremoto o un discurso trascendental. Jamás olvido uno de mis títulos “Cinco minutos que estremecieron al mundo”. Lo escribí cuando Fidel habló en la Cumbre de la Tierra en Brasil. Él sólo habló ese tiempo y yo redacté el minuto que iría al Matutino.

En esa emisora nació mi sección La vida en cuadritos que luego fue un libro. Durante esos años que apenas se publicaban historietas en Cuba, yo tenía un comentario semanal… por radio. Luego aquello textos se convirtieron en mi tercer libro.

Aprendí a ejercer el criterio sobre temas variopintos en tres, dos y hasta en un minuto. No todo fue color de rosa: discutí, a veces gané otras perdí. Mis mejores críticos eran los locutores, ellos me señalaban aciertos o errores en el tono, en la sintaxis relojiana y en esa manera singular con la que se escribe en la emisora que este primero de julio cumple 70 años. Sus primeros trece fueron noticiosos y muy comerciales. Tuvo un instante patriótico, el 13 de Marzo cuando José Antonio Echeverría hizo su famosa alocución.

Luego Reloj ha caminado con el paso de la Revolución, cada ciclón, marcha, agresión ahí ha estado la información oportuna.

Allí escribí de deportes en campeonatos panamericanos y en olimpiadas. Raul Menchaca y Rogelio del Río me metieron en aquella vorágine de dar noticias sobre las medallas casi al tiempo que se recibían.

Claro, siempre estaba Alberto Ajón, con la palabra exacta, defendiendo el español y sin permitir que “jugáramos” con ningún vocablo.

Nunca olvido en una guardia con Raisa Mestril que escribí un minuto sobre un temblor y lo titulé “la tierra está temblando”, pero en vez de b puse p y Luis Alarcón Santana se puso las manos en la cabeza, se rio sin bulla (eso se hace en la cabina) y Raisa entró y al salir me enseñó la barbaridad.

Tampoco puedo olvidar las veces que Juan Emilio Frigull me prestó libros, revistas o me llenaba de historias que podían tener su dosis de exageración, pero que me gustaban.
Teresa, Regla, Alicia, Omaida, Ariadna, Iliana, Tino, Omero, Nidia, y muchos compañeros más nos poníamos de acuerdo para “colarnos” en el Coppelia y comprar helados para todos.

Ajón hacía un te especial. Y en los años más duros del Período Especial los fumadores hacíamos una ponina para pagar 30 pesos por una caja de cigarros.

En fin, se que se me quedan decenas de anécdotas en la alforja y compañeros por nombrar. Para todos los que estaban, los que siguen, los que están felicidades por preservar una singular escuela de periodismo.

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