¿Darle play al hombre de éxito?
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No bajé el volumen, pero traté de concentrarme específicamente en las imágenes. El objetivo era analizar la visualidad que identifica a los videoclip (VC) de factura nacional que se distribuyen como parte del Paquete Semanal.
Y que nadie ponga caritas porque a estas alturas del juego supongo no sean muchos los que descalifican de manera rampante, como tiempo atrás se hacía, el consumo e impacto de esa alternativa comunicacional. Varios estudios y especialistas ratifican al paquete como una de las principales fuentes alternativas para el consumo de audiovisuales en la Isla.
Los pro y los contra que le acompañan no son el tema, en una ocasión opiné aquí al respecto. Mejor darle play al control y seguir con el asunto de hoy: analizar la visualidad –solo la imagen- de una casi veintena de VC elegidos al azar, de los cerca de 166 musicales contenidos en la carpeta Videos Nacionales del paquete recogido el sábado 10 de septiembre, aunque su contenido parece corresponder al sábado 3.
¿Cuál es la imagen del hombre exitoso que porta esos materiales, no pocos de factura casera y de escaso valor artístico?
Hablo del hombre no para generalizar, sino porque los protagonistas de los VC estudiados son del sexo masculino en la totalidad de los casos, y la gran mayoría, salvo uno de mambo, otro de salsa y otro de ¿balada?, corresponden al reggaetón.
Resulta que el hombre que promueven -o al menos, reiteran- en primer lugar es aquel rodeado de muchachas que le requieren sexualmente. Generalmente, son dos las jóvenes, con poca ropa, que le acarician y abrazan o le evidencian de otras maneras su sensualidad, erotismo, sexualidad.
Como se ha abundado sobre el tratamiento de la figura femenina en los VC, solo apunto, de pasada, que a todas y cada una de ellas les corresponde en el video un rol sexual y se perciben burdos, de franco mal gusto, muchos de sus movimientos, vestuarios, maquillaje y la bisutería que las adorna. Pero no podía ser de otra forma cuando el asunto es graficar estribillos como “Pa’rriba e’ las putis”, “Tranquila chiquilla, primero hay que luchar y después la pacotilla”, “Mientras más te daba, más tú me decías” o “¿qué quieren las mujeres en la disco pa’ sentirse bien?, que tú les pongas un cien”. Los hay aun más vulgares y degradantes, al punto de ser impublicables aquí.
Esos hombres de éxito, porque de alguna forma hay que llamarlos, además de mostrarse en primer lugar como los Machos, los castigadores; en segundo aparecen usualmente bebiendo o junto a bebidas, la mayoría de importación.
Un tercer elemento salta a la vista, brilla: las cadenas, muy gruesas, y algunas, además, muy largas. Destacan también entre los accesorios manillas doradas o plateadas, grandes sortijas, manos de orula, aretes y gorras, muchas gorras, casi todas con la visera hacia atrás y adornadas con letreros, siglas o aditamentos también relumbrantes.
Para los creadores de estos VC, y para los cantantes que los contratan, el éxito, la felicidad, la bonanza y el placer parecen estar asociados, casi como norma, a playas y piscinas, hoteles en general y cuartos, camas confortables en particular. Ah, y casi siempre celular en mano.
Lo pulido, lo que brilla, lo mismo en paredes, muebles, tapizados, cortinas, tejidos (ropas), accesorios… parecen ser las texturas por excelencia del éxito y la belleza, según lo visto. Un agosto para las urracas.
Otra arista son los vehículos. Los hombres de éxito –creo que lo debía haber puesto entre comillas desde el principio- conducen, se recuestan o tienen de fondo autos antiguos. Creo que es innecesario abundar en por qué estos y no otros.
Lo dicho hasta aquí no entraña ninguna gran revelación. Basta con sentarse a ver esos VC para darse cuenta de que algo huele y no es a jazmín. Pero este acercamiento es más que una aproximación de simple observador. Se sustenta en un análisis de contenido visual riguroso, acompañado de cantidades y por cientos, que no publico porque enrarecería estas líneas sumándole cierto corte de informe académico, y no es el propósito, tampoco precisar nombres de artistas ni de canciones.
Mencionar a este o a aquellos en particular, solo desviaría la atención hacia colaterales, y quizás aportarle comidita a esa “tiradera” de tan mal gusto que se ha formado entre reguetoneros en las redes sociales y en correos.
Es más relevante subrayar que en los VC analizados, como tendencia de escasa originalidad y peor factura, se reitera el modelo de hombres jóvenes cuyo éxito se asienta en lo superfluo, y de mal gusto. Es evidente que la finalidad de esos audiovisuales, de por sí, no es ni mucho menos sentar pautas o guías, pero también está claro que, de todas formas, sí van dejando sentadito el mensaje en la silla turca de sus muchísimos destinatarios.
Ya lo decía Theodor Adorno hace mucho: “Cuanto más se cosifican y endurecen los clisés en la actual organización de la industria cultural, tanto menos es probable que las personas cambien sus ideas preconcebidas con el progreso de su experiencia. Más opaca y compleja se vuelve la vida moderna y más se siente tentada la gente a aferrarse desesperadamente a clisés…”
Y esos que consumen tales VC inundados de clichés –clisés dice Adorno- son los mismos que se sientan en las aulas, que ocupan puestos de trabajo y que, con sus aspiraciones, frustraciones y expectativas, conforman, todos y cada uno, el tejido social de esta isla. No voy a hablar del hombre nuevo, no voy a insistir en valores o ideologías. Pero es por vías como esta, entre muchísimas otras, que se van cultivando patrones, modelos a seguir, símbolos, que quizás una vez nos fueron ajenos pero de tanto reiterarlos, sin darnos cuenta, se convierten en anhelos propios.
Es entonces cuando la nieta de 10 años, desde toda su inocencia aderezada por las tandas de VC que digiere junto a la hermana adolescente, te dice un día que cuando sea grande quiere “ser extranjera, como en las canciones que ve Tata”.
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