Cada minuto… aprendiendo a ser papá
especiales
Tic tac acompasado, brillo en los ojos, no importa si se trata del tercer domingo de junio. Comprensión, manos sobre el abdomen de mi hada de la maternidad y compañera fiel. Conversación para ir educando al futuro hijo desde su gestación. Oídos acuciosos, mecanismos sensoriales extra activados en busca de cualquier consejo. Providencias múltiples, pensamientos trastocados, insomnios y sueños sobre un mañana mejor.
Podrá parecer el comienzo de una historia de ficción, pero en lo absoluto lo es. Se trata de mi primer enfrentamiento al fenómeno de la paternidad: “Un hijo te cambia la vida por completo”, “Ahora sí vas a conocer lo que es el insomnio”, “una simple sonrisa te borrará de golpe todo vestigio de cansancio o enojo”… Esas fueron algunas reflexiones de amigos o colegas que me tomaron la delantera en esta carrera eterna.
¿Estar completamente preparados? Sería fantasioso creer que lo estamos. Mucho menos tratándose de la bienvenida a nuestro primer Benjamín. ¿Querían varón? ¿Ya tienen nombre? ¿Han comprado las cosas esenciales? Esas son interrogantes que siempre afloran con la velocidad con la que Usain Bolt devora el hectómetro. Esencial, cuando se trata de tu descendencia, puede abarcar mucho.
Lo cierto es que desde el lunes 21 de marzo, sin importar la trascendental presencia del presidente Barack Obama en nuestro país, la noticia más importante de mi vida resultó la confirmación del embarazo. Confieso que al principio fue como un morterazo. Habíamos esbozado planes de familia, pero llegó mucho antes de lo proyectado. Incluso, por unos instantes llegamos a cuestionar la fidelidad de los test de embarazo que expenden en las farmacias.
Luego llegó el consuelo, secar algunas lágrimas que decoraron sus mejillas, las llamadas a nuestros padres y escuderos de siempre. Sencillamente echar a andar. Vestí de grumete, de contramaestre, de segundo al mando, en fin. Ella vistió su casaca de capitana, dictó el curso posterior de nuestra tripulación de tres en su carta náutica y zarpamos, convencidos de que en el horizonte, a la vuelta de nueve meses, tocaríamos tierra prometida.
Han llovido pasajes y pensamientos desde entonces. En principio se exacerbaron todas mis células de cortesía. Salgo a la calle con una antena en función de todo, he realizado una maestría en organización y preparación de almuerzos y meriendas calóricamente saludables. Mi crédito de Cubacel se desvanece con mucha mayor facilidad, y que conste que nunca me he caracterizado por ser un novio controlador. Cada pequeño detalle, cada golosina, tiene destino anticipado. Es una especie de reflejo incondicionado el querer guardar todo lo mejor para ella y mi pequeñuelo. Los abuelos, sin importar distancias, cluecos, mi mami, encarnando rol protagónico en la secuencia de las atenciones. Los amigos, destilando una dosis de preocupación extra…
Corren los meses, he madurado en estos últimos cuatro como no pensé que me sucedería. La vida ha puesto delante de mí escollos, ha desnudado a ingratos vestidos de ovejas, ha cerrado unas puertas y abierto otras. El genoma humano siempre muestra su rostro, no importa si el sendero escogido es largo y tortuoso, o por el contrario, cubierto de pétalos.
Me he sorprendido reflexionando solo mientras camino, pensando en si ponerle Enzo, Gerson, Darío, Enmanuel o Samuel a mi pequeño. Casi eternizo el momento de nuestra primera compra de padres, unos zapaticos para proteger sus menuditos pies y que ella y yo hemos contemplado como 3 000 veces en un día. Alrededor de ellos, sujetados, nos hemos devanado haciendo cálculos sobre con cuanto tiempo los podrá calzar.
No puedo, ni quiero, evitar detenerme ante cada escena familiar de maternidad o paternidad, cada beso, gesto, sonrisa, pequeñuelo ávido de descubrir al mundo.
Corre el tiempo, llega el fin de semana, el domingo nos cubre con su velo. Para no pecar de absoluto, me atrevería a decir que muchos hombres se han sentido como yo. A todos ellos, padres a cada minuto, estudiantes en esta profesión perenne… ¡Felicidades!
Añadir nuevo comentario