¿Un caldero para papá?
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La idea me la dio mi mamá; en realidad su plan era que yo colgara a nombre de ella en cuanta red social pudiera, especialmente en facebook, la convocatoria a comprar esta clase de objetos, incluidos delantales, agarraderas, juegos de vasos, platos, cortinas de baño, estropajos, lavavajillas entre otros útiles que abarrotan los estantes de las tiendas cuando se acerca el día de las madres.
Según sus argumentos: “la casa es de todos y se habla mucho de la igualdad de género, sin embargo, cuando los hombres van a fregar los platos de la comida de la familia te dicen como si fuera una proeza: “te fregué”, todo es así, “te planché”, “te lavé” “te limpié” y que yo sepa, yo me baño sola, en todo caso limpian lavan y planchan las cosas de todos, pero no, se ven como tareas de las mujeres, por eso mismo a nadie se le ocurre regalar un estropajo y detergente líquido el día de los padres”.
Le comenté a un amigo en face las ideas de mi mamá, es un hombre joven, de poco más de treinta, que justamente este año celebrará por primera vez como padre el tercer domingo de junio y le pedí sus criterios con el pretexto de escribir un comentario sobre el tema, la verdad no estaba tan segura de hacerlo, pero él fue tan vehemente que decidí sumarme a la justa causa propuesta por mi madre.
Según Alejandro: “regalarle a una mujer el día de las madres un pozuelo, desincrustante, detergente, etc. es a mi juicio una manera de subvalorarla, y repetirle una vez más que ella es la "responsable" absoluta de las cosas de la casa, a la postre es machismo, es discriminación y violencia, al hombre nadie le regala un pozuelo o un búcaro porque es el macho, porque él no tiene nada que ver con la cocina o con la ornamentación de la casa… eso está todo mal.”
Sin embargo, mi vecina Migdalia, una mujer trabajadora, madre de dos hijos varones que “no disparan un chícharo en la casa igual que el padre” fue una “bendición” su regalo del día de las madres: “cuando yo los vi entrar el sábado aquel con una olla reina nuevecita vi los cielos abiertos, ha sido el mejor regalo del mundo, porque para qué yo quiero que me den un perfume si después tengo que pasarme horas vigilando los frijoles en el fogón, qué va mi hija, yo lo que quiero es comodidad”.
Ah, pero a Bárbaro, su esposo, no le puede regalar la arrocera porque: “me la tira por la cabeza, ya veré si le doy unos calzoncillos y un “after shave”, que a él le encanta empavesarse después del baño, ya veré…”
De hecho, a ninguna cadena de tiendas se le ha ocurrido hacer rebajas o envolver en papel de celofán muñequitas de porcelana con flores de tela o cualquier útil del hogar para aumentar las ventas por el día de los padres. Pululan las botellas de todo tipo de bebidas, desodorantes, perfumes o el after shave que quiere Migdalia.
Yo, la verdad, no creo en las fechas, pienso que cualquier día es bueno para comprar un caldero o una flor natural, pero sí coincido con mi mamá en que la casa es de todos y compartir las obligaciones, las tareas y los placeres que implica construir una familia debería ser el mayor regalo y la consumación definitiva de la dicha de ser padre.
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