La aparente impunidad de la indisciplina (+ FOTOS)
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Hace algún tiempo abogamos en este sitio por quitar las rejas en algunos de los parques y monumentos públicos. Retiraron las del Parque Antonio Maceo, frente al hospital Hermanos Ameijeiras, y lo que ha sucedido allí parece darles la razón a los que defienden esa idea de enrejarlo todo: sustituyeron las rejas grandes por unas pequeñas… y la gente se ha robado buena parte de las rejas.
No estamos hablando de un parque apartado, mal iluminado por las noches, solitario y abandonado. Es uno de los más céntricos e importantes parques de la ciudad, así que llama la atención la impunidad de los ladrones.
Evidentemente, han contado con tiempo y tranquilidad para sus fechorías. Arrancar una reja y llevársela no es cuestión de coser y cantar. ¿Cómo es que nadie ha podido evitarlo? No le tocaría, claro, a cualquier ciudadano de a pie; pero ¿dónde estaban las fuerzas del orden?
Las instancias que se ocupan del mantenimiento de estos lugares (en este caso, la Oficina del Historiador de La Habana) invierten cada año grandes cantidades de dinero en la reposición de elementos sustraídos… un dinero que podría invertirse en labores de remodelación y conservación de otros lugares.
Pero no dan abasto. No acaban de reponer una reja y alguien se roba la otra. A juzgar por el estado actual del parque, ya lo han dejado por incorregible.
Ya sé que mucha gente habla de la necesaria formación de valores, de la educación formal en las escuelas, del rol de las familias… todo eso está muy bien, pero no ha resuelto el problema puntual del Parque Antonio Maceo. Hay que seguir educando (y con más efectividad), pero también es necesario hacer respetar la ley.
Al pan, pan, y al vino, vino; esto no es una simple indisciplina, una irregularidad: es un delito. Y por lo visto, en este parque se delinque sin sobresaltos. ¿No hay recursos para contratar a un equipo de guardaparques? ¿No está incluido este lugar en las rondas nocturnas de la Policía?
A todas luces, falta rigor… y todo redunda en el maltrato de la propiedad pública.
No se bañe en el Malecón
A lo mejor no hay muchos tiburones cerca del Malecón habanero, pero la suciedad sí abunda. Pomos plásticos, botellas de cerveza y ron, latas de refresco, envoltorios de tamales, cajas de jugo, cajetillas de cigarros, cucuruchos de maní… los desechos de los cientos de ciudadanos que se sientan a coger el fresco por las noches en el lugar.
Aquí volvemos al debate de siempre: ¿basta con la conciencia? Debería bastar. Ninguna persona decente debería permitirse arrojar una botella vacía a la línea de costa.
Lo adecuado sería echar los desechos en el bolso hasta que aparezca un cesto o un tanque colector de basura… de los que no abundan por la zona, habría que añadir.
Pero eso sería lo adecuado, y mucha gente no tiene clara noción de lo adecuado. En lo que los educamos (si es que los educamos), hacen falta más recipientes y multas, en ese orden.
La suciedad que se acumula en los márgenes de la más famosa arteria de la ciudad habla muy mal de la civilidad de sus habitantes. Y está comprobado que el esquema de recogida de desechos no está a la altura de las necesidades.
Hay una paradoja latente: muchos que mantienen el orden y la limpieza en sus casas son incapaces de hacerlo de la puerta para afuera. Y hay gente que sencillamente no sabe de orden y limpieza, independientemente del ámbito en el que se manifieste.
Pero la ley existe, y está claro quién tiene que velar por su cumplimiento. ¿Hasta cuándo seguiremos pasando la mano?
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