Cinco días que ganaron la atención del mundo
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Condenas abiertas al neoliberalismo capitalista y sus leyes ciegas de mercado y a la creciente riqueza de unos a expensas de la enorme pobreza de otros, tanto entre Estados como entre individuos, fueron momentos sobresalientes de la homilía con que el Papa Juan Pablo II selló en La Habana su visita pastoral de cinco días. El histórico acontecimiento contó con la presencia del presidente Fidel Castro, y de otras autoridades civiles y eclesiásticas, en medio de una masiva asistencia popular de creyentes y no creyente que cubrió la Plaza de la Revolución José Martí.
El Sumo Pontífice de la Iglesia Católica trató también en algunas de sus anteriores intervenciones ciertos aspectos de la sociedad cubana que, de una forma u otra, forman parte del proceso de reflexión y perfeccionamiento convocado por instituciones y dirigentes de la Revolución con el propósito de continuar perfeccionando la vida del país, aun en medio de dificultades materiales y de la hostilidad política y económica de Estados Unidos.
Entre los resultados Pastorales del periplo papal número 81 son de señalar: la coronación por el Papa mismo —no por delegación como se hizo en 1936— de la Virgen de la Caridad del Cobré, reina y patrona de la Isla; la creación de una diócesis para Guantánamo—Baracoa, región donde Estados Unidos mantiene una base naval contra la voluntad de los cubanos; y la bendición de la primera piedra para un Seminario destinado a la formación de servidores de la Iglesia. Aspectos de la historia nacional ganaron la mención del Sumo Pontífice cuando aludió en más de una ocasión al patriciado criollo que luchó por la libertad y que dejó como herencia a las futuras generaciones un legado de altos valores morales y patrióticos.
Durante las cuatro misas en que ofició Juan Pablo II sobresalieron como respetuoso reflejo de la alegría de los cubanos, los renovados timbres musicales que entonaron nutridos coros marcados por una pegajosa raigambre sonera que, a veces, dejó filtrar hilillos rumbosos como suaves columnas de inocultable incienso.
Fue apreciable la labor realizada en cada lugar por los organizadores de esta primera visita de un Sumo Pontífice a Cuba, en todo lo pertinente al diseño de altares para los varios templos improvisados al aire libre. Vale decir que todas las ideas y reflexiones del jefe religioso pudieron ser escuchadas en su totalidad, a nivel nacional e internacional, en cada momento que se produjeron, gracias al despliegue de los medios de comunicación masiva cubanos (televisión, radio, fax, télexs, información computarizada...), para difundir "en directo y en vivo" las ceremonias. Además, un enjambre de periodistas cubanos y extranjeros le sigue por todas partes sin perder palabra ni pisada.
Otro hecho a destacar fue el pleno sabor de cubanía que acompañó cada presencia del ilustre visitante.
Ciertamente, además de la música nacional más típica con que fueron engarzados los textos religiosos (fenómeno permitido en todo el mundo desde los años sesenta cuando el Concilio Vaticano Segundo engavetó respetuosamente los cantos gregorianos en latín que pocos entendían), la cubanía se hizo presente para los buenos observadores en las palmas reales que se bordaron junto con la cruz sobre muchas casullas sacerdotales con motivo de esta visita papal y que fueron utilizadas como hecho único en los complejos y ortodoxos rituales del catolicismo.
Pero, además, algunos de los estribillos corales que emotivamente improvisó parte del público, constituyeron otras expresiones de la particularidad de este encuentro papal con el pueblo de la Isla. Cálido auditorio. Sin duda. Que a pesar de la salud quebrantada del Papa tuvo el poder de mantenerlo atento e interesado durante largas jornadas.
Asomaron breves sonrisas —lo que no es común en otras partes del mundo—. También hubo cortas improvisaciones coyunturales que enriquecieron simpáticamente sus homilías cubanas. Una ocurrió a posteriori de un extendido paréntesis de aplausos: "Sois un auditorio muy activo... lo que permite al Papa descansar", dijo sonriendo. Otra improvisación tuvo lugar en el aeropuerto, cuando leía sus palabras de despedida en medio de ventarrones vespertinos que batían sobre su rostro. Señaló que al momento de partir la lluvia había cesado, pero que había caído fuertemente durante su visita poco antes a la Catedral de La Habana. Fue un aguacero tropical torrentoso, pero de abrupto fin, que le hizo meditar en un porqué, luego de los últimos días de calor y sol... ¿Por qué el cielo lloraba por la partida del Papa? Sería un análisis superficial, dijo. Esa lluvia —agregó— puede significar un aliento.
Quiero expresar mis votos para que esta lluvia sea un signo bueno, de nuevo aliento de nuestra historia. El viernes 23, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, donde se conservan los restos del sacerdote y patriota Félix Varela, afirmó que "la cultura tiene una importancia fundamental para la vida de las naciones y para el cultivo de los valores humanos más auténticos". En horas de la tarde del sábado 24, entre tañidos de las campanas del santuario de San Lázaro, en el pueblo de El Rincón, se encontró por espacio de una hora con "el mundo del dolor". Allí compartió con leprosos y enfermos de sida y finalmente saludó a trabajadores de la salud por los avances alcanzados pese a las escaseces y dificultades agudizados por el bloqueo a la Isla.
Durante su visita de cinco días, el Papa, quien además de jefe religioso es Jefe de Estado del Vaticano, sostuvo varios encuentros con el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Fidel Castro. Esos encuentros tuvieron lugar, primero, a la llegada de Juan Pablo II y durante la ceremonia de bienvenida. Después, sucesivamente, en el Palacio de la Revolución, durante una visita de cortesía; en la Universidad, con motivo del encuentro con "el mundo de la cultura"; al término de la eucaristía dominical luego del rezo del Angelus en la Plaza de la Revolución. El último encuentro se repitió en el aeropuerto durante la ceremonia de despedida Fidel, en su discurso, expresó que Cuba había dado un buen ejemplo al mundo recibiendo a Juan Pablo II, aunque no habían faltado presagios de acontecimientos apocalípticos ni intereses mezquinos que mezclaron la visita con propósitos anticubanos.
Comparó la Isla con un pequeño David que se enfrenta a un gigantesco Goliat de la era nuclear, cuyas agresiones constituyen "un crimen monstruoso que no se puede pasar por alto, ni admite excusas". Por todas sus palabras, aún aquellas con las que pueda estar en desacuerdo, en nombre del pueblo de Cuba, le doy las gracias, subrayó Fidel en su despedida Juan Pablo II comprobó con satisfacción el trato respetuoso, la inteligencia, la cultura y la educación del pueblo que visitó, así como su dimensión heroicamente cotidiana y su capacidad de resistencia frente a lo que él mismo calificó —minutos antes de su partida— de "medidas económicas restrictivas, impuestas desde afuera y éticamente inaceptables".
A las 7 y 35 minutos de la tarde de un domingo que ya sufría los embates de un tímido frente frío, se vio perder bajo el cielo de Cuba el avión de Alitalia que llevaba en su interior a Juan Pablo II y al séquito que le acompañó a lo largo de esta visita, la número 13 a un país de América Latina y la primera al pequeño David del Caribe.
Fuente: COMPENDIO INFORMATIVO VISITA PASTORAL DE BENEDICTO XVI (tomado de Bohemia, NO. 03, 30 de enero de 1998, pag.: 32-37.)
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