«La Bestia» ya está en Cuba

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«La Bestia» ya está en Cuba
Fecha de publicación: 
19 Marzo 2016
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Fuentes públicas aseguran que este Cadillac, creado por la General Motors, está blindado por una carrocería de ocho pulgadas de grosor. La compone una aleación de acero, aluminio, titanio y cerámica, capaz de resistir impactos hasta de un misil o de un ataque nuclear. De ahí su apelativo.

Con 5.5 metros de largo y 1.8 de alto y un peso de ocho toneladas, entró en servicio en 2009, año en que tomó posesión de su cargo Obama.

Este auto costó más de un millón de dólares. A pesar de sus neumáticos run flat, reforzados con kevlar, y las llantas de acero balístico, en 2011 el Obamamóvil, como algunos le llaman, quedó atascado en un desnivel a la salida de la embajada de Estados Unidos en Dublín, Irlanda.

Parece que el chasis, por ser muy bajo, quedó trabado con una pieza del cierre del portón. Tal fue el atasco, que los agentes del servicio secreto no consiguieron moverlo y sus ocupantes se vieron obligados a montar en otro carro del convoy y salir del lugar por una puerta diferente.

 

Es recomendable para el auto presidencial no intentar ningún desvío de las rutas convenidas en La Habana porque, a  pesar de las reparaciones en algunos viales, ese tanque vestido de gamuza al que no puede detener un misil, sí pudiera verse en aprietos con un buen bache.

De todas formas, un voto al optimismo lo aportan los Cadillac que siguen transitando por esta ciudad. Aunque nada tienen que ver con este Cadillac One, han resistido el mal estado de calles y avenidas.

Los almendrones, como de modo genérico llamamos los cubanos a esos autos y también a los Chevrolet, Impala, Buick, Ford y otros de los años 40 y 50, han demostrado que se puede. Claro, gracias a la inventiva de mecánicos y chapistas, quienes también son «unos bestias», en el sentido elogioso del término.

La otra Bestia

Resulta bien paradójico que cuando se teclea en un buscador «la Bestia», no solo aparece el vehículo de Obama.

De esa otra Bestia pudiera preguntársele, pero sería irrespetar su dolor, al joven migrante hondureño Jefry Ignacio Zúñiga Navarro. Este 15 de marzo trató de subir a ella mientras estaba en movimiento, pero cayó bajo sus ruedas y fue necesario amputarle la pierna y mano derechas.

Es el tren de carga al que se suben en México los inmigrantes, sobre todo centroamericanos, en el intento de llegar ilegalmente a Estados Unidos. Unos 500 000 utilizan anualmente esta peligrosa alternativa, también conocida como «el tren de la muerte».

Entre 20 y 25 días demora la incierta travesía que concluye, para los que llegan, en la frontera norte de los Estados Unidos, ese país donde se fabrican bestias de más de un millón de dólares, y donde cerca de 20,8 millones de personas, casi un siete por ciento de la población, sufren pobreza severa, según informes de su Departamento de Comercio.

 

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Pesa ocho toneladas y tiene una carrocería de más de 20 centímetros de grosor.

 

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Fuentes periodísticas indican que la cabina del conductor tiene un centro de comunicaciones con GPS, fax, red inalámbrica, computadora portátil y teléfono satelital.

 

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Los inmigrantes abordan entre 10 y 15 trenes-bestia durante su viaje de  unas mil 450 millas, el cual usualmente inicia en Chiapas.

 

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La condición de indocumentados y su desconocimiento de las leyes hace vulnerables a estos polizontes, lo cual los convierte en víctimas de abusos, acosos, robos, violaciones, extorsiones y también asesinatos.

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