Un Cristo con los pies en la tierra
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Su autora, Jilma Madera (San Cristóbal, Pinar del Río, 17 de septiembre de 1915-La Habana, 21 de febrero de 2000), prefirió una expresión mucho más humana con la fuerza de la mirada y la mano en el corazón.
Existe la creencia, vox pópuli, de que Jilma recreó la imagen de Jesús de Nazaret basada en la figura de alguien a quien estuvo ligada de manera sentimental.
Ese criterio jamás se sabrá, porque la escultora no dejó testimonio escrito alguno, aunque se ha dicho que lo comentó con amistades o conocidos.
Lo que sí ha quedado es esta confesión suya: "Seguí mis principios y traté de lograr una estatua llena de vigor y firmeza humana. Al rostro le imprimí serenidad y entereza como para dar alguien que tiene la certidumbre de sus ideas; no lo vi como un angelito entre nubes, sino con los pies firmes en la tierra".
Con la ciudad a sus pies, el Cristo de La Habana, inaugurado el 25 de diciembre de 1958, constituye una de las obras más grandes realizadas por una mujer.
La obra de 20 metros de altura -incluidos los tres de su pedestal- la admiran creyentes y no creyentes, y hasta algunos le endosan acciones milagrosas.
Hasta el centro de la estatua, formada por 67 piezas, hay una armazón de cabillas que afinan hacia el torso, desde el cual una viga de acero llega a la cabeza. Cada fracción de mármol (de Carrara, Italia) está unida a la estructura central con tensores de acero, luego revestidos con concreto.
Se cuenta que la autora depositó periódicos de la época y monedas de oro en la base del monumento, cuyo peso total es de 320 toneladas.
El Cristo de La Habana radica en una colina de la antigua comunidad de pescadores de Casablanca y en el lado izquierdo del canal de entrada de la bahía más importante de Cuba y, por su altura, puede ser visto desde varios lugares de la ciudad.
La estructura resistió al menos tres rayos, en 1961, 1962 y 1986. En éste último año lo protegieron con un pararrayos para evitar esos fenómenos tan frecuentes, dada su ubicación a poco más de 51 metros sobre el nivel del mar y armazón ferrosa.
El primer rayo afectó la parte lateral de la cabeza.
Por precaución, Jilma trajo de Italia un bloque adicional de mármol, con el que recuperó la forma original de su obra. La restauración demoró cinco meses, pese a trabajar con premura para evitar la corrosión del salitre sobre el metal.
La escultora permaneció dos años en Italia para terminar su Cristo, bendecido por el papa Pío XII antes de partir en barco hacia Cuba, a mediados de 1958.
"Esa monumental obra fue inaugurada por un gobierno impopular entre los fragores de una guerra civil... Fue con gran pompa y autoridades militares y civiles, bendiciones de cardenales y séquito de clerencia; y legiones de inciviles diablitos gozando de aquel espectacular sarcasmo. El pueblo, incrédulo, no asistió a la ceremonia", escribió el intelectual cubano Fernando Ortiz.
"Muy pocos días después, en el albor del nuevo año, se pensó si aquella hierática imagen había realizado ya un milagro", expresó Ortiz en alusión a que, solo una semana después, las tropas al mando del líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, derrotaron a las del gobernante Fulgencio Batista (1952-1959), responsabilizado con la muerte de unas 20 mil personas.
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