ESTRENO DE CINE: El secreto de Adaline

El escritor irlandés Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulliver, decía que “ningún hombre sabio quiso nunca ser joven”. ¿Es la inmortalidad un problema? El secreto de Adaline lo ve como tal. Adaline ve morir, uno tras otro, a todos sus amigos y amantes; debe cambiar de morada cada cierto tiempo para no despertar sospechas entre la gente que la rodea, y su hija luce como físicamente pudiera ser su abuela.

El director estadounidense Lee Toland Krieger, en su tercera película tras las cámaras, coloca un argumento, digno de una buena novela, que pone la inmortalidad como un sufrimiento. Lo que en un principio podría ser el sueño de muchos, irremediablemente se convierte en el conflicto que se le plantea a nuestra protagonista.

El secreto de Adaline no es la primera película en abordar el tema de la inmortalidad (ni será la última); sin embargo, sí que se desmarca un poco de los clichés del género, ya que no implica seres paranormales ni mitológicos: tan solo una mujer común, que no envejece, y que, en consecuencia, desarrolla en la cinta un conflicto: no quiere volver a enamorarse y ver cómo su pareja muere, pero ha conocido un hombre sexy e inteligente (y además, actor de la serie Juego de Tronos). Ella, que ha vivido muchísimo tiempo sabe que hombres así no crecen en las ramas de los árboles, y se ve tentada a contarle su verdad.

Que tampoco es la peor verdad del mundo. Conseguir la vida eterna es uno de los deseos más antiguos y perseverantes de la humanidad. Y el único hombre que la ha conseguido alguna vez es Indiana Jones, que casualmente aparece en el reparto de la película.

Destaca también en la cinta la ciudad de San Francisco, que recuerda bastante a la Manhattan retratada en infinidad de veces por Woody Allen, y la exquisita fotografía, siendo una parte fundamental del filme, y que potencia aún más el clasicismo y elegancia que rezuma el conjunto.

Es fascinante ver esos lugares olvidados que Adaline vivió en sus mejores tiempos, dejando clara la naturaleza cambiante de un mundo que ninguno de sus habitantes debería ver desde fuera, como ella. Hay algo de cierta poética sobre el paso del tiempo, sobre que las noticias de hoy serán las notas a pie de página de mañana, y como incluso grandes eventos del pasado apenas son casi leyendas que no parecen haber ocurrido alguna vez.

En definitiva, El secreto de Adaline es una película fascinante y reflexiva, un controlado drama romántico, que, a la vez, es un noticiario del siglo XX y un nada aparatoso filme fantástico.