Chucho Valdés, las manos de un ángel de la música (+ FOTOS)
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De Chucho uno espera siempre éxito y superación en cada nuevo proyecto. Las sorpresas radican en que su música logra superar las expectativas. Por fortuna para nosotros, su obra es profundamente cubana. Para beneplácito del resto de los mortales del mundo, él es universal, como tiene que serlo alguien que tiene el don de convertir en oro cada sonido que produce.
Chucho llega al lugar de ensayo y apenas se baja del auto saluda a todo el mundo. Allí lo esperan amigos, músicos que le piden consejos, choferes, trabajadores del teatro. A todos los trata con igual cariño y disfruta con cada uno hablar de música. A cada paso se le acerca alguien para pedirle una foto, un autógrafo o regalarle un disco que le gusta. Él es un ídolo para muchos, es como el Dios del Piano. No es absurdo generalizar cuando de él se trata, todo el que ame la música sabe que estamos delante de un genio.
Estuve en el único ensayo que Chucho tuvo con la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por la norteamericana Marin Alsop, el día antes del concierto histórico con Lang Lang. Cuando de músicos grandes se trata no hace falta invertir tanto tiempo. Él llegó, se sentó en al piano y todo fluyó. Sin embargo, él no se jacta, se preocupaba y se esforzaba como el resto de los intérpretes que estaban allí, para que cada pieza quedara con el espíritu que debía ser.
Sus manos no vuelan sobre el teclado. Sus manos son parte del teclado. Notas suaves, nostálgicas, alegres, intrépidas, improvisaciones… todas logran impresionarnos, ponernos los pelos de punta aunque no sea la primera vez que estamos frente a él. Uno se embelesa escuchándolo. Pasa el ensayo y no estoy segura de si transcurrieron cinco minutos o media hora. El tiempo importa, solo estar ahí era suficiente, como si supiéramos que cada minuto, cada acorde, era historia y nosotros éramos parte de ella.
Chucho no habla mucho durante el ensayo, no hace falta, el piano habla por él. Mueve el pie como si estuviera bailando, se ríe, se ve que está disfrutando. Le gusta bailar, como buen cubano le apasiona la música popular.
“Alexander Abreu para mí es la bandera de la música bailable. Su banda Habana D´ Primera es ahora mismo la que más me gusta; no quiero decir que sea el mejor, pero es la que más me gusta”, comenta.
Al decir del Maestro la música popular no está en peligro a pesar de la fuerte influencia del reguetón y ritmos foráneos. “Una cosa es música de moda y otra es música moderna. La moda pasa”, asevera.
Me cae la curiosidad ¿Es Chucho un bailador, le gusta bailar?
No tuve tiempo de aprender a bailar porque me tenían clavado al piano estudiando. Yo bailo, sé bailar, pero no soy un gran bailador.
Los músicos que le acompañan hoy en su grupo son bien jóvenes, talentos del jazz cubano. ¿Es una coincidencia o una intención de trabajar con estos jóvenes?
Es una intención de seguir desarrollando los nuevos talentos que pasan por aquí y luego toman sus caminos. No vienen a aprender, ellos ya aprendieron en el conservatorio. Pero siempre toman experiencia de alguien con más años. En mi época yo tomé experiencia de Frank Emilio, de Peruchín, etc. y ahora soy Chucho. Ellos mañana serán ellos, pero habrán pasado por la escuelita esta… (Sonríe)
El trabajo con ellos es como una retroalimentación, son jóvenes con nuevas ideas, nuevos conceptos, eso es buenísimo, a mí me enseñan mucho.
De Irakere salieron grandes músicos, los fundadores tomaron su camino luego y las demás generaciones que pasaron por ahí también hicieron lo mismo. Cada uno se hizo líder de su banda: Maraca, César López... Irakere no es una escuela, pero sí un centro de enseñanza (Vuelve a reír).
Chucho Valdés está considerado como el Decano del Latin Jazz. ¿Qué se hace para que un músico llegue a eso?
Mucho trabajo. Trabajar, trabajar, investigar, desarrollar, evolucionar, no parar nunca… esa es la fórmula.
Incluso están fabricando pianos con su nombre…
Sí, en Japón. Eso para mí fue algo muy especial, que Sakai se interesara en hacer un piano buscando algo parecido al sonido mío para hacer jazz latino. Aún están perfeccionándolos. Es un trabajo de tiempo.
Chucho lleva toda la vida sentado al piano
Por primera vez me senté a tocar el piano con tres años. Pero a tocarlo, no a poner el dedito como un niño, empecé a sacar melodías. A los ocho entré al conservatorio; a los 15 trabajaba con la orquesta de mi papá; a los 16 creé mi propio trío y a partir de ahí sucedió toda mi carrera profesional.
¿Qué ha cambiado en todo este tiempo?
La pasión cada vez es mayor, uno con el tiempo descubre más y nos damos cuenta de que hay más por hacer. Una vez me preguntaron si estaba conforme. Respondí que no me preocupaba lo que había hecho ya sino lo que aún estaba por hacer.
¿Y le quedan muchas cosas por hacer a Chucho aún?
El que realmente estudia la música nunca llega al final. Es una eterna espiral, como dice Leo. Cuando crees que llegaste al final es porque terminaste.
Bebo ha sido su inspiración, ha dicho usted. ¿Puede existir la competencia entre padre e hijo?
No, qué va. Eso nunca se nos hubiera ocurrido. Yo simplemente quise ser un alumno y me he considerado siempre así. También soy un alumno de Lecuona, Frank Emilio y de los grandes pianistas de la música popular: Jesús López, Lilí Martínez... Sigo el legado de ellos y el de mi padre.
Su álbum “Border Free” tiene música de todas partes. Usted en algún momento dijo que lograr esa fusión no era lago fácil. Hoy día muchos músicos hablan de hacer fusión de una manera más llana. ¿Realmente cuán complicado puede ser lograr la fusión en la música?
Cuando se logra la fusión, si se hace bien, se mezclan los elementos que son compatibles de una forma lógica, se siente orgánico. Eso se puede llamar fusión. Cuando no se hace bien yo le llamaría “confusión”.
La imagen del disco “Border Free” es parecida a la del anillo que lleva usted. En la portada hay una foto de usted, que usa un tocado de plumas, como el de un cacique, ¿qué significa eso?
Es mi amor por toda la raza indígena, desde la cubana hasta la del Caribe y de toda América.
Esas son nuestras raíces que se mezclaron con África y Europa. Eso es fusión también. Los cubanos somos una mezcla. La música que nosotros hacemos es una fusión de por sí.
Cuando usted recibe elogios de la gente, cuando otros le dicen que aman el jazz por su música, ¿qué siente?
Mucho orgullo. Veo que se va cumpliendo mi deseo de llegar a hacer algo útil en la música y el de mi padre también.
Cuando Chucho toca hay aplausos siempre, ¿pero qué pasa en el proceso para lograr ese resultado positivo?
Se trabaja mucho para eso. Creo que hasta ahora lo hemos hecho bien.
A partir de la nueva etapa que se abrió con el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, muchos artistas de renombre internacional quieren venir a tocar aquí. Usted ha compartido escenario con grandes del mundo, pero ¿con cuáles le gustaría tocar en la Habana?
Con todos. Si te hablo de otro género me gustaría mencionar a Stevie Wonder. Me encanta Lady Gaga, creo que es una artista increíble, lo ha demostrado con este disco de jazz que hizo con Tony Bennett. Nadie se lo imaginaba. Ella es una gran pianista, de escuela, es un talento, para mí es genial. También quisiera compartir con McCartney, los Rollings Stones, por supuesto… En el jazz quisiera tocar con Herbie Hancock, Chick Corea…
Chucho, quien adelantó que ya está inmerso en otro proyecto discográfico con un “concepto diferente”, anunció la posibilidad de tocar en Cuba para el próximo Festival Jazz Plaza.
Por el momento, el día 15 en la sala Avellaneda del Teatro Nacional, ya está asegurado un gran concierto por el aniversario 70 de la FAO, de la cual Chucho es Embajador de Buena Voluntad.
Será este un tributo a Irakere, la legendaria banda liderada por Chucho Valdés que floreció en los años 70 del siglo XX. El programa básicamente lo conforman temas de Irakere, algunos dedicados al guitarrista Carlos Emilio Morales, quien fue parte de ella.
Chucho dijo que en el concierto coincidirán cuatro generaciones de músicos, de los cuales muchos crecieron admirando la música de Irakere.
Por supuesto, será un momento para no perdérselo.
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