¿Quién es el Padre Rolando?

¿Quién es el Padre Rolando?
Fecha de publicación: 
30 Septiembre 2015
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Fotos: Cortesía del entrevistado

 

Es probable que no pocos cubanos, al evocar la presencia en esta tierra de su Santidad, el Papa Francisco, la asocien a una voz grave y serena, de verbo cultivado y bondadoso, explicando detalles e historia de la liturgia que acompañó al Santo Padre: la voz del Padre Rolando Montes de Oca.

Para conocer quién es este carismático sacerdote nacido hace 34 años en tierra camagüeyana, CubaSí le alcanzó con sus preguntas allá en Maisí, donde tiene su parroquia, a la que retornó un par de días después de seguir viaje el Papa.

-CubaSí: ¿Cómo llegó a usted la vocación religiosa y cuándo se decidió por ella? Antes de ser seminarista, párroco, ¿quién era? ¿Siempre quiso ser Padre?

alt-Padre Rolando: Tengo un tío que es sacerdote, un hermano de mi madre, el Padre Isidro Giber Valero Castillo, ya retirado. Fue, sin dudas, una inspiración escucharle decir muchas veces que nunca se había arrepentido de su consagración. Siendo un niño de primaria, me pregunté mil veces por el caso de mi tío. Yo era el único niño de la escuela que tenía un tío cura. Pero la vocación sacerdotal no es genética. Mi tío se fue de Cuba en el 87, y entonces yo estaba lo suficientemente preocupado con los combates de Elpidio Valdés y en la formación en V de Voltus V como para pensarme tan en serio el futuro.

La primera intuición fue en un encuentro de niños de «la Infancia Misionera». Es una obra de la Iglesia que busca agrupar pequeños y ayudarlos a vivir su fe con una identidad más específica: son niños católicos que se van formando como misioneros. Los encuentros de IM eran algo maravilloso que nunca olvidaré. Recuerdo que a los doce años participé en una jornada de oración, y en aquella ocasión el responsable de esta obra en Camagüey, Fidelito Cabrera, hizo una presentación de la persona de Jesús tan clara y fiel, que me dejó fascinado. Recuerdo que después de eso salí al claustro del otrora Convento de la Merced y me dije: «Si Jesús es ese que nos cuenta Fidelito, entonces merece la pena darle la vida; entonces mi tío no está loco…, pero eso no es para mí», y un poco asustado por haberme sorprendido en este pensamiento, traté de olvidarlo.

Fui un adolescente tranquilo, católico y normal: iba a misa todos los domingos y participaba del grupo de adolescentes de la parroquia animado por Sor Elena Pentón, una monjita salesiana que nos acompañó y formó con un equilibrio maravilloso entre firmeza y ternura, le agradezco tanto... El grupo era muy entretenido porque salíamos juntos, veíamos películas y las compartíamos, recibíamos formación cristiana en forma muy amena. Con esos amigos fui a mil descarguitas, tuve novias, bailé en coreografías que preparábamos en casas de amigos para impresionar muchachitas en las fiestas, y todo sin que mi fe se resintiera.

Otra persona importante en ese tiempo fue mi párroco, el Padre Paquito García, de la Iglesia de la Soledad de Camagüey, mi parroquia de origen. Viéndolo aprendí mucho de pasión por el trabajo con los presos; el padre vibraba con sus problemas y soñaba y trabajaba por restañar vidas, a menudo malheridas.

En esa época de secundaria no recuerdo bien cómo fui por alguien seleccionado reportero para un programa de Radio Cadena Agramonte llamado «Tiempo al tiempo». Un amigo y yo comunicábamos las noticias relativas a las actividades de las secundarias de la provincia, era divertido, me gustaba eso de hablar por radio, aunque solo fuera para dar noticias que a veces ni a mí me interesaban mucho. Fue mi primer contacto con los medios.

En 1996, terminado noveno grado, entré en el IPVCE de Camagüey. Eso fue una experiencia decisiva. En la nueva escuela, las condiciones materiales eran difíciles, y para los creyentes las posibilidades de alimentar y crecer en la fe eran muy pocas. A los pocos días de mi primera experiencia de beca, los compañeros de albergue me identificaron como católico y me llenaban de preguntas, querían conocer. Recuerdo que me acostaba tarde respondiéndoles; muchos de ellos, al escuchar, desearon hacerse cristianos. Me parecía que todo aquello era cosa de Dios.

Después comenzamos a encontrarnos para ayudarnos a vivir y celebrar la fe como se podía, escondidos de los profesores que estaban saturados de prejuicios contra la Iglesia. Hicimos un grupo, después conocimos que desde mucho antes existió, que los de las iglesias evangélicas tenían otro, que la fe que nos trataban de callar y que solo toleraban como fenómeno individual, necesitaba expresarse, compartirse y celebrarse. Nos apoyaron algunos sacerdotes, religiosas y el obispo, hoy Siervo de Dios Monseñor Adolfo Rodríguez. Éramos un grupo de amigos que estudiábamos juntos, rezábamos, nos apoyábamos en todo, compartíamos la comida que nuestros padres nos hacían llegar, y acudíamos juntos al bailable que dos noches por semana organizaban en el centro.

Desde ese grupo preparamos y vivimos la visita de Juan Pablo II, y al calor de esa comunidad cristiana católica y semiclandestina, me llamó el Señor. En esa época me empecé a cuestionar en serio mi vida. Yo tenía claro que quería ser feliz. Ya conocía mucha gente frustrada y triste. No quería eso para mí. ¿Qué hago con mi vida? ¿A quién le pregunto, que no me vaya a embarcar? Fue como una gran intuición: Señor Jesús, tú eres quien mejor me conoce, y también quien más me ama. Tú estás interesado en mi felicidad más que yo mismo. ¿Qué quieres de mí? ¿Con qué misión Dios me creó? Tomé conciencia de que tenía que descubrir mi vocación. El sacerdocio me parecía algo genial, conocía muchos curas felices. Pero yo no quería ser cura por ellos, sino solo si esa era mi vocación.

Conversé con mi párroco, le conté esto y él me remitió a otro sacerdote, el cual me ofreció acompañarme, ser un testigo en este camino de búsqueda de la voluntad de Dios sobre mi vida, camino en que solo Dios y yo éramos los protagonistas. En mi oración preguntaba: Señor, ¿qué quieres que haga? Y cada día me iba enamorando cada vez más del sacerdocio, de esta entrega total de la vida por Jesús y sus intereses al servicio del pueblo de Dios, especialmente de los más frágiles. A los dos años de andadura con muchos signos en mi vida de que Dios me llamaba a ser sacerdote, pedí a mi director espiritual entrar al seminario.

El primer año de formación lo tuve que alternar con el Servicio Militar, allí no fue fácil, pero hice nuevos amigos que todavía conservo y aprendí más del corazón humano. Por recomendación del obispo, no me presenté a los exámenes de ingreso para no ocupar una carrera que no quería estudiar, con la promesa de parte de las autoridades de que me evitarían el ejército. Al año y tres meses de servicio militar me llegó una baja especial para poder continuar mi formación sacerdotal recién comenzada.

-CubaSí: ¿Nunca ha dudado del camino elegido? ¿Cómo compensa la renuncia a algunos placeres mundanos?

-Padre Rolando: Yo nunca he dudado de la llamada de Dios, ha sido una experiencia en mi vida. Desde el principio le he pedido mucho a la Virgen de la Caridad que me ayude a decir un sí a Dios como el de ella.

El placer es necesario en la vida de una persona. Existe un placer superior, yo lo disfruto a diario: el placer de lo sagrado, de un buen rato de oración, de celebrar la misa, de liberar a una persona del peso de sus pecados en una confesión…

Pero lo sagrado se da en la vida diaria. Es muy gratificante acoger, levantar, ayudar a tanta gente, devolver la esperanza a un joven, salvar un matrimonio en crisis, o a un niño candidato del aborto, y después verlo crecer, llevar alegría y buen ánimo a la vida de tantos, hasta acompañar a una persona a morir con paz, y luego ayudar a su familia a seguir viviendo… hay mucho placer en la vida de un sacerdote.

Lo que nos hace felices como personas es amar, eso es lo único que puede llenar a un ser humano. Si amas, serás feliz; si no amas, te volverás loco buscando diversión y aunque nades en oro, en sexo, en lo que quieras, serás un infeliz, un miserable. Amar, ahí está la clave. Yo me hice cura porque Dios me amó y me hice cura para amar, desde esta vocación preciosa que sin méritos míos me regaló porque él quiso. ¿Es mejor ser cura que padre de familia? No, es mejor hacer aquello para lo que naciste, para lo que Dios te creó, y eso sí: hacerlo con mucho amor. No necesito compensar nada.

-CubaSí: ¿Qué significa para usted ser cubano?

-Padre Rolando: Ser cubano es un regalo de Dios y un compromiso. Amo mucho a mi país, a mi gente. Para mí, que alguien sea cubano, me hace pensar que puedo y debo convertirme en un hermano para él, aunque pensemos o sintamos distinto con respecto a mil temas. La patria siempre hay que construirla. Varela y Martí la pensaron hermosa, nos toca a nosotros construirla cada día con las pequeñas cosas, con lo que hacemos o evitamos; con cada pequeño acto la construimos o la frustramos; a veces la frustramos, sí. Es responsabilidad de todos y se ha de construir con todos, eso es un reto. Amo construirla. Amo a Cuba.   

-CubaSí: ¿Cómo es un día del Padre Rolando?

-Padre Rolando: Siempre distinto. Soy sacerdote y trabajo para Dios y para mis pueblos. Dicen que si quieres ver reír a Dios, cuéntale tus planes. En la mañana me hago siempre un plancito, pero luego Dios me sorprende con lo inesperado. De todas maneras un día puede ser así: me levanto poco antes de las 7:00 a.m., hago café y me voy a orar, es uno de los momentos más importantes del día. Allí conecto con Dios, renuevo mi amor primero y me pongo a su disposición para la jornada. Siempre pido por todos los que viven en los pueblos que me han sido confiados, no me siento el padre solo de los católicos; luego rezo por todos. Sobre las 8 a.m. desayuno y en la mañana me dedico a visitar, a caminar por el pueblo donde esté, a menos que tenga que preparar algún documento. A veces se me hace un poco tarde por ahí, no soy un hombre de horarios fijos, decía un formador del seminario que tengo el alma bohemia. Priorizo enfermos y difuntos. En donde está el dolor, ahí tiene que estar el sacerdote. A veces la sola presencia basta, no hay mucho que decir.

En las tardes comienza siempre la misión por los pueblos. Casi todos los días llego a tres pueblos entre la tarde y la noche para celebrar la misa. Vuelvo tarde a casa, me ducho y como tarde. No me gusta acostarme temprano, por la noche casi siempre hago algún trabajo de buró, vuelvo a rezar y me acuesto. No suelo andar solo, casi siempre me acompañan jóvenes, así que con cierta frecuencia en la parroquia organizamos pijamadas, jornadas de río, playa, montaña. Maisí se presta para esto y a mí me encanta. Son unos 60 jóvenes en total de varios pueblos, a veces faltan algunos, y cuando quieren participar de los encuentros o actividades muchachos que no son católicos, a mí me da alegría, me siento servidor de todos y la Iglesia la entiendo sin puertas ni muros…

 

-CubaSí: ¿Cuáles son sus preferencias musicales, literarias, cinematográficas, culinarias…? ¿Nunca viste de civil, nunca ha llevado un jean? ¿Cómo se relaciona con las nuevas tecnologías? ¿En qué se asemeja y diferencia del resto de los jóvenes cubanos?

-Padre Rolando: Visto de civil, aunque cuando estoy en los pueblos muchas veces uso camisa de cuello clerical. Me lo pidió una anciana carbonera en mi parroquia anterior. Yo siempre andaba de civil, y un día en que buscaba carbón para hacerle la comida a los viejitos del comedor parroquial, esta señora me preguntó si yo era el cura. Cuando le dije que sí, me respondió con un suspiro: «pero mi’jito, ponte algo, porque yo te necesitaba y casi te dejo ir sin saber que eras el cura». Eso me dio vergüenza, llegué a la parroquia, solté la bicicleta y me vestí de cura para seguir.

Me gusta mucho la música. Aquí los gustos son muy variados: cubana, trova tradicional, nueva y novísima, algo de rock pop, baladas, Beatles, Rolling Stones, Scorpion; me gusta la salsa, el son. Autores: Celia Cruz, Beny Moré, Willy Chirino, Fito Páez, Buena Fe, Silvio Rodríguez y Pablito, Marc Anthony, Juan Luis Guerra. Pero también me gusta la música instrumental electroacústica: Vangelis, Yanni, etc. Me gusta la guitarra clásica de Rodrigo y Paco de Lucía. Me encanta la lírica, escucho mucho de Pavarotti, Bocelli, Plácido Domingo, Esther Borja. Me gusta la música, con la conga santiaguera se me van los pies solos.  

Mis humoristas favoritos son Les Luthiers.

¿Preferencias culinarias? Como de todo y con buen apetito. La comida es un espacio que prefiero compartir. Ese es mi plato preferido, el que me como con amigos, en ambiente familiar.

De Cuba me gusta el cine de Tomás Gutiérrez Alea. En general, prefiero el cine europeo al de Hollywood, el cine indio también me agrada.

El Padre Rolando sí viste de civil. Algunas veces combino la camisa de cura y el jean. Mi mamá dice que así me veo raro.

En las nuevas tecnologías tengo poca experiencia. A Maisí no ha llegado el Wifi, a algunos de sus pueblos todavía no ha llegado la electrificación. Pero creo que las tecnologías son geniales, aunque nunca deben suplantar, sino potenciar las relaciones humanas; el contacto personal es insustituible. De vez en cuando, cuando viajo a Baracoa, me conecto. Recién, aproveché el Wifi que teníamos en la sala de prensa de la Iglesia y me abrí una cuenta en Facebook. Me gusta mucho el estilo de Twitter, decir mucho con pocas palabras. Las redes sociales son geniales, yo me apunto.

No tengo adicciones, aunque un día con amigos pueda compartir una cerveza o un mojito. Me duelen mucho los adictos, se despersonalizan; casi siempre detrás hay heridas, historias o defectos de los cuales se quiere huir. Allí donde estoy procuro apoyar a los Alcohólicos Anónimos, me hace feliz verlos recuperándose. Un adicto es alguien para quien Dios soñó algo grandioso, y ese sueño se está frustrando, y esa persona y la sociedad están sufriendo.

Lo diferente con los jóvenes comunes es mi fe, mi vocación sacerdotal, pero no es un obstáculo para el encuentro. A veces la gente tiene prejuicios para con los sacerdotes: que si somos gente rígida o intolerante. Cuando te conocen y ven que esos son curas de novelas o películas, les termina encantando tener un amigo o un conocido sacerdote real. Esa es mi experiencia.

La moda no me polariza, lo de la ropa no me importa mucho, aunque procuro no andar ni prehistórico ni estrafalario. Me visto normal, preferentemente sencillo.   

   
-CubaSí: ¿De qué forma llegó a adquirir tan vastos conocimientos sobre la religión católica?

-Padre Rolando: Sin falsa humildad, no creo sean tan vastos, lo que compartí en televisión era el ABC, pero de algo que para mí vale y cuenta mucho. Me estaban preguntando de realidades que son el centro de mi vida, de eso se habla a todo corazón. Mi formación teológica se la debo a mis catequistas de la parroquia de origen y luego a los profesores del Seminario San Carlos y San Ambrosio.

-CubaSí: ¿Los momentos de mayor felicidad y angustia en su carrera sacerdotal?

-Padre Rolando: La mayor y la menor son buenas preguntas para una entrevista, pero me cuesta mucho ese tipo de respuesta. A mí hay cosas que me alegran: ver al pueblo sencillo y sincero expresando su fe en los santuarios, en las procesiones, en las misas públicas, ver a los muchachos formándose, sanando sus heridas, conociendo a Jesús y siguiéndolo en su vida concreta, eso me da alegría.  Ver que la Iglesia, la fe en Cristo ayuda a la gente a ser feliz. Lo más triste es tropezar con gente que se niega a creer que `puede ser distinta, que se niega a creer que tiene remedio, que se niega a intentar ser feliz.

-CubaSí: ¿Cómo asimila la popularidad que por estos días ha adquirido, Tv mediante?

-Padre Rolando: Al principio no salía del asombro. Yo no pensé que las personas en la calle me pudieran identificar tan fácilmente. Aprovecho la ocasión para seguir haciendo puentes con las personas que me llaman para agradecer este servicio. “No me creo cosas”, soy un servidor y creo que salió bien gracias a mucha gente que rezó por este servicio y a la ayuda de los profesionales que me acogieron en el estudio.

-CubaSí: Un sacerdote es un comunicador, como usted, diplomado en comunicación social,  ha precisado. Pero frente a una cámara de televisión ya es otra cosa. ¿Cuáles son sus experiencias en ese sentido?

-Padre Rolando: Esto ha sido una escuela y un desafío. Pero lo he disfrutado mucho. Que la Iglesia tenga un espacio en los medios es un sueño que trasciende los límites de la misma Iglesia, lo dicen muchos, en estos días todavía más. Que  en los tres días en que ese sueño se hizo realidad yo haya tenido que ver en eso, me hace dar gracias a Dios. Por otro lado, trabajar con Magda y desde antes prepararnos juntos, me dio mucha seguridad.  

-CubaSí: ¿Cómo fue recibido por los feligreses de su parroquia en Maisí, Baracoa,  al regreso de esta misión? ¿Qué es lo más amado por usted en ese sitio?

-Padre Rolando: Baracoa es una cosa, Maisí es otra. Baracoa es una ciudad turística, con las posibilidades económicas típicas de un lugar así, también con los problemas sociales que conlleva el turismo. Maisí es una región montañosa donde existen muchas pequeñas poblaciones rurales. En general, las personas en Maisí son sencillas de alma y pobres materialmente. Aunque viven en una tierra rica por sus potencialidades  económicas que aún no se han explotado.

Tienen una bondad insólita: disfrutan dar, compartir, ofrecer. Tienen un respeto extraordinario a la propiedad ajena: el panadero deja el pan en una bolsita en la puerta o ventana de las casas para que cuando regresen los moradores del trabajo allí lo encuentren, no hay rejas en puertas ni ventanas, los animales se crían sueltos. Todos comparten de lo que tienen, a veces de lo único que tienen. Ellos entienden la vida como una oportunidad para compartir, eso es grandioso.

El maisiense es una persona trabajadora y sacrificada, pero alegre y compartidora, es también un cubano muy religioso. Yo los domingos por la mañana rezo por todos los que van a los cultos, misas, celebraciones de cualquier tipo o denominación. Le pido a Jesús que los bendiga a todos y que todos tengan una experiencia de su amor que haga mejor nuestro mundo. El porciento de cristianos de distintos credos que practican su fe en Maisí es muy alto. Aquí casi no hay sincretismo ni expresiones religiosas de influencia africana. Esta zona es más puramente cristiana.

Lo que más amo de Maisí es su gente sencilla, de ellos me siento discípulo, me enseñan mucho, me queda aún mucho por aprender. A mi llegada me recibieron con mucho cariño, como son ellos. Había un grupo reunido esperándome y todos me decían que se sintieron orgullosos, que ahora tienen miedo que me trasladen. Yo los tranquilicé, porque nadie me ha hablado de interrumpir esta misión. Yo no me quiero ir, aunque debo hacerlo en agosto 2016.

Les confesé que cuando acompañaba las transmisiones de televisión y radio, pensaba a menudo en ellos, y hablaba especialmente para ellos.  

-CubaSí: A pesar de haber estado acompañando con sus explicaciones la presencia del Papa Francisco en Cuba, ¿Cuán cerca –físicamente- pudo estar de él? ¿Cómo valora esa visita suya?

-Padre Rolando: Al Papa lo esperé en 100 y Boyeros con el Padre Dariel Fong y la comunidad católica de “Los Pinos”. Fue una maravilla compartir con ellos la alegría por la llegada del papa. Lo vi pasar sonriente y cercano, como después se siguió manifestando.

Este pontificado tiene una fuerza increíble. A la maravilla de la doctrina cristiana y del magisterio de la Iglesia se une el carisma de un hombre de pueblo, de Dios y de los pobres. Ese hombre entre nosotros nos desafía con su persona y sus palabras.

Creo que la visita ha dado ya muchos frutos, pero dará muchos más si nos proponemos vivir y construir la Cuba del padre Varela y de Martí con los materiales que nos ha dado Francisco. El reto, decía un amigo, es convertir la memoria en proyecto. El bloqueo creo tiene su tiempo contado, pero los bloqueos entre cubanos, los de dentro y que hacen tanto daño, esos tenemos que tumbarlos ya.

Él vino para ayudarnos a ser pontífices: constructores de puentes, no de muros; el vino para hacernos a todos más misericordiosos. Rezo y espero que todo eso ya esté pasando y me esfuerzo para que esté pasando en mí. Que Cuba se siga abriendo, también el mundo, también tú y yo. Tengo mucha fe en el futuro que juntos podemos construir, me siento privilegiado de vivir este momento.

 

alt“Vine a este mundo a través del amor de un matrimonio que a estas alturas ya celebró 40 años de fidelidad gozosa”: Máximo Rolando Montes de Oca Paredes, trovador y profesor de Física en la universidad camagüeyana por más de 30 años, y Esther de la Concepción Valero Castillo, Taty, ama de casa culta, intuitiva y sensible. “Soy hijo y testigo de la belleza del amor.”

 

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Durante la misa dominical en Sabana de Maisí, tiempo de adviento, preparándose para la Navidad
 

 

altEn una procesión de la Virgen de la Caridad

 

altCelebrando el matrimonio de Noil y Teresa en una casa de misión en Boca de Jauco, Maisí

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