¿Quién ha visto hacer colas fuera del horario de trabajo?

¿Quién ha visto hacer colas fuera del horario de trabajo?
Fecha de publicación: 
6 Abril 2015
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Algo así escuché hace años en un programa humorístico de la televisión cubana. El chiste lo hicieron mis coterráneos de La Seña del Humor, pero la realidad la podemos ver cotidianamente en los principales centros comerciales del país: mientras se insiste, con justicia, en la necesidad de aprovechar la jornada de trabajo, la mayoría de los cubanos salen a comprar entre las nueve de la mañana y las cinco de la tarde.

Y es que, con escasas excepciones, los horarios de apertura y cierre de las tiendas de todo tipo propician esta circunstancia: “En Cienfuegos abren hasta las 5:00 p.m. de lunes a sábado, menos el Mercado La Pecera, donde solo se pueden comprar alimentos, productos de limpieza; ni ropa, ni zapatos, nada de eso”, me explicó recientemente el doctor Jesús Rodríguez.

El también cienfueguero, trabajador de educación, Rafael Cuéllar, es contundente en su opinión: “Esos horarios no sirven, los trabajadores afectan su rendimiento porque tienen que salir en horario de trabajo a buscar lo importante; por lo tanto, interrumpen la jornada laboral. Especialmente me preocupa el tema del mercado industrial, que cada vez se hace más útil a la población por la calidad y la variedad de productos que oferta, pero mantiene horarios demasiado cerrados y completamente enmarcados en el tiempo en el que la gente debería estar en su puesto de trabajo y no comprando”.

Los horarios de los comercios en Cuba
Lidia es ama de casa en la ciudad de Matanzas y se suma al criterio de Rafael en cuanto a los mercados industriales: “no lo digo por mí, que en definitiva estoy en la casa y puedo salir cuando yo quiera; de hecho, yo soy la que se ocupa de comprarle a mi hija el jabón, el detergente líquido, las velas, porque uno tiene sus creencias y donde mejor se consiguen velas y colonia para las cosas espirituales es en el mercado industrial, pero imagínate, ella trabaja de ocho de la mañana a cinco de la tarde, ¿en qué tiempo va a buscar lo necesario? Cuando tú vas a ver, en los punticos que están abiertos hasta por la noche un jabón te cuesta mucho más que los de moneda nacional, y el que vive de un salario tiene que economizar…”

La profesora del Pedagógico de Matanzas, Dulce María García, afirma que ella va muy poco a las tiendas, “pero cuando necesitas comprarte un par de zapatos tienes que ir en horario de trabajo, porque a las cinco ya cerraron todas las tiendas y en los kioscos que permanecen más tiempo ofreciendo servicios no venden ese tipo de mercancía; de lo contrario, necesitas correr mucho el fin de semana para poder limpiar, lavar, hacer todas las labores domésticas, salir a comprar lo que necesitas y si te queda algo de tiempo, descansar. Para la mujer trabajadora, específicamente, no resultan funcionales esos horarios”.

Pero hay otro tema, según Marta González, enfermera pinareña: “Mi hijo está en la primaria, termina a las cuatro y media. Si quiero comprarle algo, tiene que ser el fin de semana, y yo trabajo por turnos y no puedo “escaparme”, como se dice, porque lo mío no son papeles, son personas, así que tengo que hacer malabares para salir de compras con mi niño, que crece por día y hay que comprarle hasta tres pares de zapatos para la escuela en el curso. A ver, no es que sea imposible, pero a veces todo parece un complot para complicarle la vida a la gente que trabaja en la calle, sobre todo a las mujeres”.

Igual desde la ciudad de Pinar del Río, la joven Irina Pimienta explicó: “Las tiendas cierran a las cinco de la tarde, el mercado de Caracol a las 6 y los contenedores a las siete, y los domingos son hasta las doce. Las personas que trabajan tienen que salir en horario laboral, a veces escasean productos y hay que recorrer todas las tiendas, o sea, no es cosa de unos minutos, ni siquiera las boutique que son exclusivas tienen una oferta estable y los horarios son iguales“.

¿Harina de otro costal…?

Los horarios de los comercios en CubaAsí parece la llaga que ha tocado Irina en relación a la inestabilidad en la oferta, pero en definitiva es harina del mismo costal, si se mira desde el lente de quien necesita, sale a buscar y no encuentra, con lo cual invierte muchísimo tiempo en algo que podría ser pan comido, tiempo que, por demás, los propios horarios de los comercios casi predisponen que sea nada más y nada menos que “horario de trabajo”.

Entre esos problemas adyacentes se incluyen “las colas y los acaparadores”, valora desde Matanzas el ingeniero Humberto Guerra, en referencia a que “las rebajas, los productos que venden a veces a mejores precios, los propios artículos de los mercados industriales, la ropa reciclada, todo eso queda en manos de los desempleados con suficiente tiempo libre como para vigilar las tiendas y hacer colas, por eso después no hay jabón de cinco pesos en ninguna tienda, pero en la esquina de mi casa están al por mayor al doble del precio, o unas chancletas que sacaron a peso y pico vienen revendiéndotelas a tres, cuatro o cinco, lo que ellos quieran…”

Justo a la entrada de una TRD en la ciudad de Matanzas, recogí la opinión de una señora tan molesta, que no me atreví ni a preguntarle el nombre: “Esto es el colmo, abren tarde y cierran temprano, y a la hora en que más o menos uno puede moverse, por lo menos yo, que trabajo en el banco y atiendo público, llegas y ellos salieron a almorzar. El noventa por ciento de las personas tienen que aprovechar ese momento y ellos tranquilamente cierran, se nota que no les importa si venden más o menos; si esto fuera particular, seguro que aguantaban el hambre o comían después, pero ni locos se paraban a la hora de más público, qué falta de respeto”.

Lisandra, camarera en el polo turístico de Varadero, disfruta solo un franco a la semana y necesita magia para que le alcance: “Yo nada más puedo contar con un día para todo y entonces si digo: voy a comprar lo elemental en el puntico que me queda más cerca, para aprovechar el tiempo, termino caminando Matanzas entera, porque llegaste y a esa hora están recibiendo mercancía, y después tienen que contar y revisar y en definitiva, a la hora de atender clientes están cerrados y cuando llega la hora de cerrar, ni un minuto más ni uno menos, te ponen el “close”, aunque no hayan vendido nada en todo el día”.

A mi colega Elizabeth López le sorprendió una respuesta realmente increíble en el capitalino mercado de 1ra. y 70, en Miramar, uno de los comercios cuyo horario se extiende más allá de las cinco de la tarde: “Llegué y estaba cerrado antes de tiempo, cuando pregunté me explicaron tranquilamente: el horario es flexible, hoy ya vendimos mucho, así que decidimos cerrar”. Mi amiga quedó anonadada y yo también con la historia.

Así mismo tendrá usted infinidad de opiniones o anécdotas sobre los comercios en Cuba, algunas alentadoras, pruebas del esfuerzo que muchos trabajadores del sector realizan para ofrecer las mejores atenciones, otras lamentables como la de mi amiga o apocalípticas como la de alguien que me dijo: “escribe lo que quieras, pero aunque cambien los horarios, la gente va a seguir comprando y haciendo colas en horario de trabajo”. ¿Será…? Espero que no lleve razón mi pesimista entrevistada, y lo espero por el bien de todos en este país.

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