Irán: Portaaviones y libertad de los mares
especiales
La advertencia de Teherán acerca de que no permitirá el ingreso de portaaviones norteamericanos al Golfo Pérsico y la no menos explícita respuesta del Pentágono añaden leña al fuego al contencioso de occidente contra Irán y de alguna manera recuerda los tiempos cuando se fundaron los imperios y se acuñó el término “diplomacia de cañoneras”.
La sociedad internacional es contemporánea con la modernidad, los descubrimientos geográficos, la consolidación de las naciones/estados, la formación del sistema colonial y el despliegue del comercio mundial. En ese contexto, en los últimos 600 años no ha existido ningún tema de política exterior tan extravagante ni tan manipulado como el de “libertad de los mares”, entre otras cosas porque atañe al comercio y al saqueo de Africa, Asia y el Nuevo Mundo y porque la geopolítica imperial incluye componentes marítimos.
“Libertad de los mares” es un eufemismo debido a que los océanos y mares constituyen las tres cuartas partes del planeta y nunca ningún contencioso aludió a tan vastos espacios sino a costas, bahías, golfos, canales y sobre todo estrechos que son como autopistas y accesos por los cuales el transito marítimo es obligatorio, intenso y puede ser controlado o impedido. Libertad de navegación significó siempre capacidad de los imperios para controlar el tráfico marítimo.
El mar y el aire son espacios de tránsito y teatros para operaciones militares eventuales, no lugares que se conquistan y donde se mantiene presencia física permanente; de ahí que el verdadero poderío aeronaval se mide por la eficacia con que es capaz de proyectarse a tierra y apoyar las acciones ofensivas, cosa que ninguna máquina militar revela con más exactitud que los portaaviones, base aeronaval móvil, instrumento de ataque por excelencia y que ningún país ha desarrollado tanto como Estados Unidos que cuenta con 13 de ellos.
Con el desarrollo y la aparición de los submarinos atómicos que navegan en silencio, pueden estar sumergidos a grandes profundidades durante meses y portar decenas de misiles nucleares, los océanos y mares añadieron a la significación que siempre tuvieron, elementos que los convirtieron en teatros geopolíticos y militares de enorme trascendencia.
EL PODERIO NAVAL NORTEAMERICANO
Aunque nadie es malvado al nacer, cuando aun no se habían definido como imperio, Estados Unidos comenzó a dotarse de una Armada capaz de operar en teatros lejanos, primero contra los piratas berberiscos que atacaban los mercantes estadounidenses (1794), luego operando con la Flota del Golfo en la guerra contra México (1846.1847), usando los buques de guerra al mando del Comodoro Matthew Perry para presionar la apertura de las fronteras japonesas (1854) y combatiendo en la Guerra Civil Norteamericana (1861-1865).
La armada imperial, modernizada bajo la supervisión del Subsecretario de Guerra para la Marina, Theodore Roosevelt, alcanzó su mayoría de edad en el más importante evento militar naval del siglo XIX: la batalla de Santiago de Cuba, donde buques norteamericanos echaron a pique la Flota Española del Atlántico al mando del almirante Pascual Cervera, poniendo fin a la presencia colonial española en América (1898).
Con la experiencia de aquellas operaciones en las cuales participó, al alcanzar la presidencia Theodore Roosevelt impulsó el desarrollo de la armada norteamericana que en 1907, durante 14 meses, con la “Flota Blanca” dio la vuelta al mundo en una demostración de poderío naval sin precedentes. Con la anexión de territorios mexicanos, Estados Unidos obtuvo costas en el Océano Pacifico, cosa que consolidó con la ocupación de Filipinas y la incorporación de Hawái, saliendo al Ártico con la adquisición de Alaska en 1867.
Convertido en imperio y potencia naval de tres océanos y del Golfo de México, Estados Unidos utilizó el poderío marítimo para construir su hegemonía, que ratificó durante la II Guerra Mundial durante la lucha en el Océano Pacifico donde intervino en cientos de combates y protagonizó la confrontación del Mar del Coral (agosto de 1945), primera batalla naval donde, debido al debut de los portaaviones, los buques contendientes no se vieron unos a otros.
Con una Armada que cuenta con medio millón de efectivos, alrededor de 300 buques y 4000 aviones, de ellos: 13 portaaviones y 54 submarinos de propulsión nuclear, la marina de guerra norteamericana con presencia en todos los océanos y principales mares del mundo, es básicamente ofensiva y extraordinariamente letal y, sin ocultar su agresividad, asegura la presencia militar imperial a escala planetaria. Al plantarle cara, Irán se arriesga aunque levanta un paradigma.
No se necesita ser un experto en derecho marítimo para asumir que el debate en torno al Golfo Pérsico no atañe a la “libertad de los mares” pues no se trata de una “vía marítima”: como son los canales de La Mancha, Suez o Panamá, los estrechos de Gibraltar, La Florida o el Golfo de México. Al Pérsico se entra desde el mar Arábigo y el Golfo de Omán y se sale por el mismo lugar, no hay otra manera de hacerlo en una cuenca cerrada por la cual no se va a ninguna parte; por añadidura se trata de aguas territoriales que Irán comparte con otros estados ribereños.
La evidencia del carácter provocativo de la presencia de portaaviones en la región la comentó un oficial naval al que conocí en una Academia de Marina en una de las repúblicas ex soviéticas del Báltico:
—Si yo fuera comandante de un portaaviones en operaciones, jamás metería mi bote en semejante ratonera, no hay amplitud para maniobrar ni profundidad para apoyo submarino, además la salida por el Estrecho de Ormuz puede ser bloqueada. Por otra parte —añadió—los portaaviones son bases flotantes, quienes combaten son los aviones no el buque, la nave no necesita estar en el área de operaciones tácticas ni exponerse de ese modo.
Respecto a Irán está en marcha una vasta conspiración imperial, contenida por temores que hacen dudar a Estados Unidos de la rentabilidad de una agresión y una incontinencia retorica que no favorece la comprensión de procesos de pronósticos reservados, digo yo. Allá nos vemos.
Usted puede leer otros trabajos del autor en este blog: Cuba1erPlano
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Ariel Fornari
Joel
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