Todo contra Rusia: El pretexto ucraniano
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Ucrania constituye probablemente el más audaz y agresivo de los capítulos protagonizados por los enemigos de Rusia, disímiles en las diferentes épocas, pero siempre con el mismo objetivo: destruir a una nación cuyo pueblo jamás se ha rendido a los invasores y que en las más difíciles coyunturas ha sabido guardar su dignidad y espíritu.
No son simples, sino merecidas alabanzas para una Rusia, a la que en estos tiempos tan difíciles especialistas e investigares objetivos reconocen la veracidad de la recurrente frase del fundador del moderno Estado alemán y nada amigable con Moscú, Otto von Bismarck: “Nunca hagan guerra contra Rusia. Hagan tratados con Rusia”.
Y es así, aunque sus enemigos de las últimas décadas, con Estados Unidos a la cabeza, la rodean con bases militares con radares y escudos que dicen ser antimisiles, pero es todo lo contrario.
Además, el imperialismo norteamericano cuenta con el apoyo irrestricto de no solo los demás integrantes de la agresiva Organización del Tratado del Atlántico Norte, sino también de aquellos donde la traición anda pulula, como en países del desintegrado bloque socialista europeo y en algunas repúblicas revanchistas de la otrora Unión Soviética.
En este contexto destaca Ucrania, donde elementos ligados desde hace décadas con los invasores nazis en el oeste del país, fueron alimentados con más de 5 000 millones de dólares por Estados Unidos, que empleó toda su inteligencia y la de países aliados para subvertir el orden, creando y aprovechando debilidades del gobierno de turno, que, no obstante, había sido elegido democráticamente.
Traiciones e incumplimientos van de la mano, por lo que no fue difícil sacrificar vidas inocentes para crear una situación que coadyuvó a que una minoría tomara el poder y estableciera un orden ultraderechista.
El espíritu antirruso prevaleciente y la amenaza de un poder que en Kiev era lo más cercano al fascismo, creo un sentimiento independentista y autónomo, que en Crimea tuvo como epílogo la justa adhesión popular a Rusia, de la que había sido separada, y la declaración de independencia de regiones del este.
Desde el golpe fascista a la situación actual han sucedido cosas contundentes, en el curso de la cual tropas ucranianas asesoradas por militares norteamericanos han atacado indiscriminadamente a las regiones rebeldes, con un alto saldo de muertes de civiles y destrucción de la infraestructura, que en muchos casos ha dejado regiones sin agua y alimentos, con la amenaza de una agresión aun más devastadora con armas reactivas.
Ello ha provocado el desplazamiento de casi 300 000 ucranianos de las regiones donde el idioma predominante es el ruso; ataques a puntos fronterizos del vecino país y los preparativos por Moscú de una respuesta adecuada, si Kiev intensifica sus provocaciones.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como siempre, anda despistado o, mejor dicho, no quiere coger la pista, porque en el capítulo ucraniano siguen dominando los intereses norteamericanos.
Incluso se levanta sospechas contra Moscú por un avión civil malasio derribado sobre la zona rebelde, probablemente por un caza militar ucraniano; se envían tropas de la organización atlántica a las cercanías de la frontera rusa, pretextando una posible invasión rusa a Ucrania; y se aumentan constantemente las sanciones económicas contra Rusia.
El gobierno, encabezado por el presidente Vladimir Putin, demostrando su capacidad, decidió tomar las cosas con calma, para evitar una conflagración fatal para todos, y respondió con medidas exactas que no dañan a sus productores ni a la población más vulnerable de las naciones nada amigas, aunque si afecta a las exportaciones de EE.UU. y sus secuaces más allegados.
Todo lo contrario
Además de amenazar con las armas a la población del este del país, el régimen de Kiev se ha entregado de pies y manos a Occidente, sin que la posibilidad de la entrada a la Unión Europea, pueda resolver en modo alguno los problemas económicos.
No solo dejó que Estados Unidos se llevará las 42 toneladas de oro que poseía, valoradas en más de 2 000 millones de dólares -en una acción parecida a las películas de malhechores que tanto les gusta y saben hacer bien los norteamericanos-, sino que la nación está en bancarrota y abandonada a la austeridad del Fondo Monetario Internacional.
El experto en mercados financieros Patrick L. Young consideró que las débiles leyes nacionales de propiedad, el enorme peso de la burocracia y la corrupción –vigentes desde el gobierno anterior- se ven ahora más ostensibles, lo cual han hecho regresar a Ucrania a los tiempos de “una economía feudal cuasi-medieval, donde varios barones oligárquicos ejercen el poder, mientras que los políticos dividen los bienes de la nación”.
Es decir, esto ocurre en un país donde el actual mandatario, Poroshenko, tiene la “virtud” de ser tanto un barón oligárquico, como uno de los políticos que les importa un bledo el desarrollo económico.
El experto opina que las condiciones del FMI pueden causar una fuerte recesión a la economía ucraniana, como pasó en abril último con Grecia.
No solo se ha planificado la escalada de precios hasta el 2018, sino que el presupuesto del gobierno de Kiev está en déficit permanente, por lo que el FMI quiere reducirlo, lo cual significa grandes recortes.
Además, la moneda local, la grivna, ha caídos en picada ante el dólar, lo cual hace teóricamente que las exportaciones ucranianas sean más competitivas. Pero más de la cuarta parte de estas iban a Rusia, que ya no es una opción de libre comercio.
En fin, este es el “milagro” neoliberal que depara Occidente a Ucrania, donde el alimentado odio antirruso solo ha traído vicisitudes a su población.
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