Estados Unidos: Los niños
especiales
¿Cómo es que todo esto sucede sin provocar un "ya basta" masivo en Estados Unidos y otros países que se dicen civilizados y cuyos políticos apelan al derecho internacional y se declaran defensores de los niños?
En la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU se afirma: "todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida". Establece que "en todas las medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño". A la vez, se estipula que los estados partes “se comprometen a asegurar al niño la protección y el cuidado que sean necesarios para su bienestar…” y que en cumplimiento con "el derecho internacional humanitario de proteger a la población civil durante los conflictos armados, los estados partes adoptarán todas las medidas posibles para asegurar la protección y el cuidado de los niños afectados por un conflicto armado".
Son tan poco controvertidas estas protecciones a menores de edad, que esta convención ha sido ratificada por más países (194) que cualquier otro tratado de derechos humanos en la historia. Sin embargo, Estados Unidos es uno de los muy pocos que no han ratificado esta convención.
En el caso del éxodo de los niños migrantes, hay voces aquí que recuerdan que esta crisis no es sólo un asunto político, sino fundamentalmente moral, en el cual debe imperar "el interés superior del niño".
"Estamos hablando de si vamos a pararnos en la frontera y decirles a los niños que están huyendo de un edificio en llamas que se regresen", comentó el rabino Asher Knight, del Templo Emanu-El, en Dallas. "La pregunta para nosotros es: ¿cómo deseamos ser recordados, gritándoles que regresen, o usando las enseñanzas de nuestras tradiciones de tener compasión y amor y gracia para las vidas de los hijos de Dios?", declaró al New York Times.
Kevin Appleby, director de política migratoria de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, afirmó: "decimos a otros países que protejan los derechos humanos y acepten a refugiados, pero cuando enfrentamos una crisis en nuestra frontera, no sabemos cómo responder".
Una carta firmada por más de 300 grupos religiosos –40 nacionales– fue entregada la semana pasada al presidente y a legisladores, en la que subrayan esa posición moral por la protección de los miles de niños inmigrantes. Diversas organizaciones comunitarias, de inmigrantes, de derechos humanos y libertades civiles se han sumado a este coro ante el cada vez más obsceno debate político sobre el destino de decenas de miles de menores que han llegado a las puertas de este país.
"Si un niño o niña toca a tu puerta para pedir auxilio, ¿no le permitirías entrar?... Si regresamos a estos niños, a muchos los estamos enviando a su muerte", declaró a periodistas Felipe Sousa Rodríguez, joven indocumentado y subdirector de la organización nacional United We Dream.
Volviendo a Gaza, ante los bombardeos de escuelas, hospitales y centros religiosos, dentro de las cifras de más de mil muertos e incontables heridos durante la última ofensiva israelí, están los niños. El hecho es que el masivo apoyo militar (y político) estadunidense implica a este país en esas escenas, o para usar la frase de moda en Washington: hay una "responsabilidad compartida". Las imágenes y lo que cuentan las víctimas documentan que, obviamente, el "interés superior" de los niños no existe para los responsables.
Y esto es sólo parte de una crisis sin precedente a nivel mundial. Según el Unicef, más de mil millones de niños viven en países o regiones afectadas por guerras y conflictos armados y, por tanto, son un número creciente de las víctimas como hoy día se puede ver, en vivo, en las pantallas, videos, y reportajes. En 1995, Unicef calculó que aproximadamente 2 millones de niños habían perecido en guerras durante la década anterior. Más niños que soldados. De hecho, las bajas civiles –incluidos los niños– ahora son, más que nunca en la historia moderna, lo que define los conflictos armados, sean guerras, o la violencia en lugares como Centroamérica o México.
"Tenemos que decidir que no iremos a la guerra, sin importar la razón invocada por los políticos o los medios, porque la guerra en nuestros tiempos siempre es indiscriminada, una guerra contra inocentes, una guerra contra niños", comentó hace varios años el historiador Howard Zinn.
Tal vez lo que explica, en parte, la indiferencia que parece imperar aquí ante todo esto tiene que ver con la condición de los niños en este país, el más rico del mundo. Hoy día hay un nivel récord de niños en pobreza en Estados Unidos: uno de cada 5, más de 16 millones, reporta el Children’s Defense Fund en su informe anual de 2014. Agrega que casi un millón 200 mil estudiantes de escuelas públicas viven sin techo, y uno de cada nueve no tiene acceso a suficiente alimento. En este país, se comete un abuso contra un niño cada 47 segundos. Unos 4 mil menores son arrestados cada día. Desde 1963, el número de menores de edad que han muerto por armas de fuego en Estados Unidos es tres veces mayor que el total de soldados que murieron en las guerras de Vietnam, Afganistán e Irak (según un informe reciente de la Universidad Yale, unos 7 mil menores de edad mueren o son heridos por armas de fuego cada año).
Cuando 20 niños de kínder son asesinados con armas de fuego obtenidas legalmente y nada, nada, sucede para evitar que esto se repita en el futuro, ¿se puede hablar de amor y protección a los niños?
Si esto es tolerable aquí, tal vez ya se tolera cualquier cosa.
“Debemos a nuestros niños –los ciudadanos más vulnerables en cualquier sociedad– una vida libre de violencia y temor”, dijo Nelson Mandela.
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