El caso Tony Ávila o la ingenuidad de ser promovido en Miami
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En una columna publicada recientemente en el periódico Juventud Rebelde, a propósito del juicio fascista del que fuera víctima en un canal de televisión de Miami el cantautor cubano Tony Ávila, el periodista cubano radicado en esa ciudad del sur de la Florida, Lázaro Fariñas, aseguraba que había que estar arrebatado para “asistir a una pocilga como esa”.
Aunque Fariñas se refería en concreto al programa Arrebatados, del canal 41, el adjetivo “pocilga” bien puede hacerse extensivo a casi toda la televisión que se hace en Miami y donde no es primera vez que un hecho de este tipo ocurre. Recuerdo, a principios de este siglo, haber entrevistado a la documentalista Lisette Vila por haber sufrido un mitin de repudio televisado similar al de Ávila.
Por aquellos años, cuando no existían con la fuerza que existen hoy las nuevas tecnologías, era hasta cierto punto comprensible que algunas figuras de la cultura cubana ignorasen que esa televisión, controlada por la mafia anticubana, por lo visto no puede prescindir hablar de política ni siquiera en los programas de variedades u humorísticos. Entonces, se podía desconocer que periodistas y locutores, ahora residentes en Miami, y que mientras vivieron en Cuba jamás se ocuparon de la política durante su desempeño profesional, ahora no pueden decir más de diez palabras sin intercalar en sus guiones una o varias mentiras sobre la realidad cubana.
No obstante, y a pesar del aumento del acceso a internet en la Isla y hasta del trasiego del llamado “paquete” en USB y discos, nuestros artistas siguen presentándose ante las cámaras de Miami, según nos dice Fariñas, para “supuestamente” promover sus presentaciones en esa ciudad.
Es cierto que algunos protagonistas del llamado “intercambio cultural” entre Cuba y Estados Unidos han salido airosos de los interrogatorios a los que han sido sometidos en vivo y en directo. Tal es el caso de los músicos Paulo FG, Cándido Fabré, el productor Hectico DJ y el cantante Francis del Rio.
Este último, quien casi por poco mata del infarto al presentador de un programa donde pidió en una tonada que se liberara a los Cinco, al referirse al tema que nos ocupa escribió en una carta publicada en este mismo sitio:
Hace poco, escuche a uno de esos “partidarios oportunistas del mercado” justificar en público las razones de su doble moral. Según dijo el reconocido artista, uno de esos que llena teatros a cincuenta pesos la entrada, debido a lo costoso que resultaba hacer un concierto en Cuba, se veía obligado a hacer concesiones de tipo político en las que no creía para nada. “Por eso cuando la prensa nos pregunta sobre determinados temas, nos hacemos los chivos locos”.
Está claro que no todos están dispuestos compartir la “necedad” de Silvio Rodríguez y morirse como vivieron.
Por suerte, cada vez son más los artistas cubanos que como Tony Ávila mantienen una actitud digna ante los lentes de quienes solo les interesa aumentar el raiting de su programación o justificar el negocio conocido como la industria anticubana de Miami.
La mejor solución al problema la sugirió el periodista Lázaro Fariñas en la columna citada arriba: “Lo que le ocurrió a Tony Ávila le debe de servir de ejemplo a los artistas cubanos que llegan aquí. Si acuden a esos programas, que sepan que allí los esperan los buitres con sus bocas llenas de odio y de miserias humanas, para ofenderlos y humillarlos”.
Es ingenuo creer que en un lugar donde la cultura no importa para nada y que, como ya dijimos, la difamación contra Cuba parece ser el fin último del mensaje televisado, se vaya a promover nada menos que el arte hecho en y por la revolución cubana.
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