Rocky contra Toro Salvaje ¿quién se apunta?
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¿Qué tienen en común Sylvester Stallone y Robert De Niro? Si no fuera porque son protagonistas de Ajuste de Cuentas, última producción del director norteamericano Peter Segal, la pregunta parecería un chiste.
Stallone siempre ha sabido cómo explotar al máximo su talento, pero es que tiene tan poco, que normalmente es apenas algo más que músculos inexpresivos, una pieza anabólica de gimnasio que para colmo, contiene –gracias a ciertas operaciones faciales- cada vez menos expresividad. Robert De Niro, en cambio, son palabras mayores. Él maneja con soltura todas y cada una de las emociones humanas. Es uno de los grandes actores del cine norteamericano, un ícono exitoso de la industria cinematográfica hollywoodense.
A pesar de la diferencia de peso artístico, el atractivo de Ajuste de cuentas (Grudge Match, 2014) reside precisamente en la interrelación de sus protagonistas y del imaginario cinematográfico que estos acarrean. En el filme, Sylvester Stallone y De Niro son dos boxeadores rivales de antaño que se reencuentran en el ring para una revancha en la tercera edad.
Hay que peinar canas –o tener cierta cultura cinematográfica- para saber que han pasado treinta y cuatro años después de Toro Salvaje, cinta donde De Niro ganó un Oscar por su interpretación de Jake LaMotta. Y en 1976, hace treinta y ocho años, Stallone se consagró como actor con Rocky, cinta que estuvo nominada a 10 premios Oscar, incluidos Mejor Actor y Mejor Película, y que por cierto, ganó este último, y se convirtió con ello en un clásico incombustible del boxeo del cine norteamericano.
En Ajuste de Cuentas De Niro y Stallone suben una vez más –¡¿la última?!- al ring. La película deviene, a rasgos generales, una especie de remake de Rocky, solo que en esta ocasión los conflictos de Rocky Balboa se dividen entre dos personajes. Problemas familiares y económicos, el amor propio y ajeno, las segundas oportunidades y las chances de redención... la cinta resulta una comedia familiar con pocas cosas nuevas para contar.
El argumento es sencillo: Henry "Razor" Sharp (Stallone) solamente ha perdido una pelea, con Billy "The Kid" McDonnen (De Niro), y viceversa. Están empatados. La gran revancha no tuvo lugar cuando eran jóvenes por un asunto de alcoba. La aparición de la siempre sensual Kim Basinger explicará la situación, y más aún cuando el entrenador de De Niro termine siendo su hijo.
Si bien el filme es una suma de lugares comunes, hay cierta nobleza baladí y algún que otro gag que lo salvan de la total pequeñez. Peter Segal (quien conoció mejores tiempos con Locos de ira y Como si fuera la primera vez) decide rellenar el espacio con innumerables guiños a Rocky y Toro Salvaje y muchos chistes sobre la edad de sus protagonistas. Los guiños son divertidos de ver y los chistes en mayor o menor medida funcionan, pero no alcanzan para amenizar los 113 minutos que dura la cinta.
Más que las bromas reiterativas del guión de Tim Kelleher y Rodney Rothman, a Ajuste de Cuentas la salvan las actuaciones. Stallone no hace nada muy alejado de lo que ya demostró en Rocky –otra vez los límites de su talento-, pero eso es suficiente; y De Niro parece, por momentos, divertirse con su papel. Alan Arkin, (Little Miss Sunshine), hace de entrenador de Stallone y demuestra una vez más todo su oficio para la comedia; y Kim Basinger aparece, correcta, con la belleza propia de sus muy dignos 60 años.
El personaje de Arkin se define en cierta escena como un dinosaurio. Stallone, De Niro, el propio Arkin son viejos dinosaurios de la industria. El tiempo ha pasado, ¡pero yo sigo aquí! parecen decir todos en el filme, dentro y fuera de los márgenes de la obra cinematográfica. Y en esta intertextualidad es donde reside la fuerza moral de la película.
Es cierto, resulta bastante anacrónico ver a De Niro sin camisa –no hay nada menos intimidante- y también, puede ser, se nos empañe un poco el recuerdo de Rocky, Raging Bull y hasta de Taxi Driver, pero una vez recuperados del susto, sabemos que es verdad, el tiempo ha pasado, y puede ser que nunca más veamos a un Robert De Niro sensual y a un Stallone mastodente, pero ¿acaso somos nosotros los mismos de hace treinta años?
La película no tiene delirios de grandeza. Sabe qué categoría ocupa, y no pretende superarla. No quiere ser una llama incombustible. Quiere entretener, quizás provocar cierta nostalgia. Y los actores están de acuerdo con esto. Les da lo mismo si los espectadores se ríen con o de ellos. No les importa si se ven ridículos; están por encima de eso. Con el paso de los años, cierta dignidad resplandece.
Director: Peter Segal
Duración: 113 minutos
Reparto: Sylvester Stallone, Robert De Niro, Kim Basinger, Alan Arkin
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adolfo
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