Roberto Fonseca: otro grande de las teclas

Roberto Fonseca: otro grande de las teclas
Fecha de publicación: 
25 Agosto 2011
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Tiene aspecto de basquetbolista taciturno, pero la fiebre de creación que lo desborda hace que, a los 36 años, Roberto Fonseca haya dejado de ser «la promesa de la música cubana» para perfilarse como uno de sus nuevos grandes.

«Como músico no me siento que he tocado el techo todavía, porque tengo muchas cosas que hacer», solía decir Ferrer (1927-2005) a otros consagrados del proyecto, como El Guajiro Mirabal, Rubén González, Orlando «Cachaíto» López y Manuel Galbán.

Fonseca rechaza encasillar su música como jazz afrocubano o latin jazz. «Mi  música es abierta», dice al reconocer influencias del rock, soul, la música  clásica -por la que siente devoción-, el pop, el rap, la música tradicional y afrocubana.

«No me considero jazzista, sino un músico romántico, que a través del piano expresa lo que siente», afirma.

Del jazz toma la improvisación. «Somos horribles cantantes, por lo que  hemos decidido que la mejor manera de expresarnos es a través de la  improvisación», dice con humor.

Fonseca ha tocado en los principales teatros de París, Nueva York, Sídney, Londres, Francfort, pero se considera «gente de barrio» y nunca ha pensado emigrar, pese a una lluvia de propuestas.

«Todo lo que hago sale de Cuba, y si me voy, no será lo mismo», afirma, pues «el hecho de vivir en Cuba, con sus pros y sus contras, me ha hecho ser el músico que soy y me gusta como soy ahora. Creo en lo que estoy haciendo, en mis amigos, en los músicos que me acompañan».

En escena, vestido con modelos exclusivos de la francesa Agnés B., ha  tocado con famosos como Bebo y Chucho Valdés, Herbbie Hancock, Michael Brecker y Wayne Shorter. Su tema «Llegó Cachaíto» fue escogido por los productores de Columbia para la banda sonora de la película Hancock con Will Smith.

Si algo lamenta, sin embargo, es no haber podido tocar con Miles Davis  (1926-1991), porque «experimentaba y revolucionó el jazz completamente», explica.

En cada uno de sus discos, Fonseca agradece a los orishas y a sus ancestros e incluye una pieza cantada por su madre, Mercedes Cortés, así como a otras intérpretes como Omara Portuondo, la diva del Buena Vista.

«Creo en los orishas, en los ancestros y en la fe. Siempre les doy gracias», dice mientras acaricia una pulsera de cuentas blancas y rojas en su muñeca, dedicada a dos deidades del panteón yoruba.

¿El futuro de la música cubana? Es «delicado», admite Fonseca, pues puede «intoxicarse» con «el facilismo y el mercado». «Hay que mantener su esencia», sostiene.

Este músico, que a los 10 años tocaba la batería y soñaba ser Ringo Star y que a los 15 fue la revelación como pianista del Festival Jazz Plaza en Cuba, aspira ahora a que su música «no sea algo comercial, pero sí que la gente la haga parte suya».

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