Artista abre exposición con carteles comprados a indigentes
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Durante 20 años el artista Willie Baronet ha ido adquiriendo esos cartones con los que los indigentes se colocan debajo de los semáforos para transmitirnos el mensaje de su necesidad. Esto es lo que nos hace sonreír, cuando el conductor detiene su auto, abre la ventanilla y le ofrece 10 dólares por el pedazo de cartón que con el que el desamparado vive a diario.
Son, en efecto, restos de cartones industriales plagados de letras temblorosas, con frases algunas veces simpáticas y en muchos casos innumerables faltas de ortografía.
El rostro del indigente ha sido pixelado dentro del video, pero imaginamos su sorpresa, adaptados como están al rechazo, a la burla e incluso a la agresión de muchos ciudadanos en cualquier parte del planeta.
Luego, cuando el hombre entrega su pancarta y recoge a cambio algo de dinero, empieza nuestra reflexión. ¿Por qué lo hace en realidad? ¿Cómo es posible que haya llegado a esto? ¿Gastará el dinero que le he dado en algo sano para su provecho?
Mucho más fuerte ha sido ahora visitar la exposición que Willie Baronet le ha consagrado a estos viejos carteles ajados y poco llamativos que empezó a comprar sin siquiera saber para qué lo hacía. El mismo Baronet reconoce que no son pocos los visitantes que se sientes incómodos, incluso agredidos por las imágenes que observan.
"No quiero parar", ha declarado el artista para Yahoo News. "Esto me mantiene conectado en la forma que quiero permanecer conectado."
La muestra tiene lugar este mes en Dallas, Texas, pero la idea es continuar viaje por 24 ciudades de los Estados Unidos, a la compra de nuevos carteles con los que armar instalaciones y exposiciones sobre este crudo tema. En paralelo a este viaje, un libro y un documental serán concebidos, para lo cual el artista está en estos momentos recogiendo fondos.
Baronet reconoce que desde que empezó en 1993 se ha encontrado con todo tipo de situaciones: desde quienes acceden a la venta, extrañados y curiosos, hasta quienes se ofenden y le responden de manera agresiva.
Cuántas ideas nos vendrán a la mente ante esta exposición de arte intervencionista, del arte que nos obliga a romper la contemplación y a implicarnos en la esencia de lo que observamos. Pensaremos en la esencia de la palabra “hogar”, en la fragilidad de nuestra cómoda vida, en la pérdida de la seguridad familiar, en la desunión, en el fin del amor, en la entrega al alcohol y a las drogas… Todo de golpe, como una pedrada.
Para este artista, que no tuvo precisamente una infancia armoniosa y para quien los gritos, la ausencia de paz y los moretones en la cara eran algo con lo que había que convivir, este acto de rescate de los gritos silenciosos de los desamparados es un acto de cura, de sanación, un llamado de alerta, un nuevo grito, a través del arte, en busca de un mundo mejor.
"Puedo asegurarte que el 99 por ciento de la gente que me he encontrado tienen una necesidad legítima", sentenció.
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