El hombre más feliz del mundo recomienda el amor como inversión más segura
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Gabriel García Márquez dijo que aunque el mundo quiere vivir en la cima de la montaña la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada y este antiguo biólogo molecular francés de 68 años ha encontrado el real éxtasis en sus infinitos paseos por el Himalaya.
Ricard aseguró que convertirse en monje fue lo más fácil de cambiar la bata del laboratorio por la túnica del monasterio nepalí Shechen Tennyi Dargyeling. Lo complicado fue cambiar su forma de vida.
"El hecho de que sea un monje no importa realmente. Eso no fue una decisión real de mi vida, ocurrió así. La verdadera decisión fue cambiar mi vida de París, de ser un aprendiz de científico, a vivir en el Himalaya, y esa decisión ocurrió tras conocer a grandes maestros", comentó el francés abrigado por el calor de los alumnos de la Universidad Adolfo Ibáñez en Santiago.
Hijo de un filósofo y una pintora, desde niño estuvo rodeado de intelectuales, pensadores y artistas que circulaban con copas de vino por su casa parisina.
"Me di cuenta de que no logré encontrar una correlación entre tener un talento particular y ser una buena persona. Hay grandes seres humanos, y seres humanos más difíciles, pero no hay una correlación con lo que hacen. Que seas un artista excepcional no quiere decir que seas un ser humano excepcional", señaló este francés autor de títulos como "El viaje hacia la Iluminación".
Al conocer a los grandes maestros del budismo se dio cuenta de que para predicar la felicidad "no se puede ser sólo el mensajero, hay que ser también el mensaje".
Cambió el microscopio y las probetas por la meditación y el estudio, lo que lo convirtió en el único europeo que sabe tibetano clásico. Y afirma que a pesar de las condiciones externas "la felicidad está en la mente de cada uno".
"Por supuesto que las condiciones importan: necesitamos remedios, fiesta, educación y libertad para florecer, pero no podemos negar nuestras necesidades internas", concluyó este amante de lo contemplativo, que a los 30 años decidió acogerse al celibato.
La clave para el rapado budista está en emular a los gatos: "Hay que construir recursos internos. Los gatos siempre caen sobre sus patas y nosotros tenemos que tener la seguridad de que cuando lleguen las adversidades sabremos sortearlas con nuestra fuerza interna. Tu mente puede ser tu mejor amiga o tu peor enemigo".
Todo el dinero de las ventas de sus libros lo ha entregado a la caridad y aunque es consciente de que ver el sufrimiento de los demás es difícil, considera que no existe el exceso de compasión, pero sí "la fatiga de empatía".
"La compasión y la empatía funcionan de modos distintos. Hay que cambiar la empatía por amor puro y en ese momento cualquier átomo de tu cuerpo que pueda estar sufriendo se transforma en un átomo de amor y tu estado mental es completamente distinto".
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