Vicente Hernández, el pintor de Batabanó (+ FOTOS)
especiales
El dinero y la fama no han conseguido despegar a Vicente Hernández del pueblito donde nació. Batabanó significa para él su raíz, su idiosincrasia, su modo de ver la vida, representa un mundo maravilloso alrededor del que gira todo lo que desea, para estar en paz consigo mismo.
Desde pequeño comenzó a pintar y quedó fascinado por el mundo de los pinceles y los colores. Conocido como el pintor de Batabanó, Vicente ha cautivado a todos con su Noble Habana, donde muestra la destrucción de la Habana como el Coliseo romano y entre globos aerostáticos, dirigibles, bicicletas que vuelan y un mundo completamente de fantasía, nos ayuda a viajar por las maravillas que crea sobre el lienzo.
Su pueblo, representa mucho en su obra, lo considera un pueblo-personaje que encarna a cualquier lugar del mundo. Lo ve como el encuentro de la cultura en un lugar pequeño, conformado por una diversidad de mosaicos de todo lo que puede ser un pueblo.
En sus cuadros, Batabanó, así lo describe, es un actor, que partiendo del hecho de ser el lugar donde nació tiene un significado importante en su obra, pues significa la representación de la pérdida de las culturas en los pueblos del mundo, de aquellas cosas que solían ser tan bellas, de las fantasías de los marineros, de las leyendas pueblerinas y de la identidad de sus pobladores.
Su pintura, representa un llamado al rescate de nuestra cultura, es un mensaje que va mas allá del rescate de espacios físicos como lo son los cinco hoteles que fueron destruidos en su pueblo, y a los que tiene presente siempre en un pedacito de sus lienzos, como un grito por la pérdida de las raíces en el mundo entero.
«La gente olvida lo que son verdaderamente y los pobladores de lugares como Batabanó funcionan como manantiales que corren hacia las grandes ciudades».
Su estilo, así lo define, es una interpretación pintada de lo real-maravilloso. La utilización de medios de transporte como los globos, las bicicletas y los barcos, representan para él un medio de escape ideal y no real, teniendo en cuenta, argumenta, que su pueblo es uno de los más marcados por la migración.
Utiliza recursos sorprendentes que atraviesan formas de pintura como la de Salvador Dalí, mostrando desde su reloj de madera doblado por la mitad, una persistencia de la memoria, un tiempo doblado y curvo como el universo.
La iglesia de Batabanó, es una figura a la que recurre reiteradamente, pues según comenta es lo único que queda de las cosas que habían antes, significa para él una vela encendida en la oscuridad del pasado, va más allá de un llamado religioso para volver a caer en la pérdida de tradiciones y en el desarraigo total de las historias.
Su pintura lo es todo para él, así como su familia. Sus días, sus actitudes, sus estados de ánimo dependen totalmente de ella, los días que todo sale bien es un reverbero de alegría, pero cuando no le gusta lo que pinta se convierte todo en una frustración.
Las musas de Vicente Hernández van más allá de las bellas mujeres griegas, lo mismo puede ser un televisor viejo que una bicicleta oxidada, esos detalles que algunos pasan por alto, es lo que lo motiva.
Considera su vida no solo ligada a la pintura sino al cine, en un principio dedicó su trabajo a hacer carteles para el séptimo arte. Su pintura estuvo presente en la ambientación de la película Lisanka, que desarrolla su trama alrededor de uno de sus cuadros.
«Me asocio más al cine porque este te permite narrar una historia y creo que de cierta manera eso es lo que hago».
Su obra se ha desprendido de los lienzos para ilustrar portadas de revistas y libros. En la actualidad cuenta con más de 20 libros ilustrados y ha colaborado con portadas de revistas como la Gaceta y Opus Habana.
Así como Batabanó representa una parte importante en la vida de Vicente Hernández, su figura representa muchísimo para Batabano, él es su abogado defensor, el protector de su cultura y el amigo íntimo de su historia y se siente comprometido con sus pobladores.
Su vida no se puede desentender para nada, del hecho de haber nacido en Batabanó, las calles del pueblo le deben mucho más que las gracias por las líneas que les ha dedicado, le deben todo un siglo de cultura, condensado con su pincel.
Vicente Hernández trae una manera diferente de ver las cosas resaltando lo propio, y un mundo maravilloso que se ha perdido por perseguir cosas tan banales como las mercancías del consumismo.
Su exquisita obra lo hace brillar como lo que es: El pintor de Batabanó, ese pueblito que lo vio nacer y que lo inspira siempre y lo hace crear en función de que se recuerde siempre la historia de este lugar de marineros rodeado por costas.
En un futuro, la gente lo recordará como el narrador de esta historia pueblerina de los tiempos de otrora y su figura quedará impregnada en la memoria de este pueblo. Cuadros como Batanga, hablarán por él y ya para cuando no esté, su obra, como la iglesia de Batabano representará una vela encendida a las cosas que se han perdido, a la cultura que ya no está y a los sueños de los pobladores.
- Añadir nuevo comentario
- 1342 lecturas
Comentarios
Arletty Llanes
Añadir nuevo comentario